Tradicionalmente los filósofos han pensado y discutido sobre ética o filosofía moral: desde diferentes escuelas (utilitarismo, consecuencialismo, deontología, ética de las virtudes, contractualismo, comunitarismo, liberalismo, iusnaturalismo, objetivismo) han argumentando, justificado o legitimado los valores, lo correcto, lo bueno, lo justo, las prohibiciones, los deberes y los derechos.
En contraste con la filosofía moral, la moderna ciencia de la psicología moral describe y explica cómo los seres humanos piensan y sienten el ámbito de la moralidad y por qué lo hacen así. Esta ciencia emplea diversas herramientas como la exploración de la actividad cerebral (neurociencia) durante determinadas tareas cognitivas con contenido moral, los experimentos de interacción estratégica entre individuos (juegos cooperativos o competitivos), o la observación de reacciones y su argumentación ante casos problemáticos, dilemas o paradojas morales.
La psicología moral estudia las semejanzas y diferencias entre sujetos según edad (bebés, niños, adolescentes, adultos, mostrando el desarrollo durante la vida del individuo), sexo, cultura, orientación política (conservadores, progresistas, liberales), religión (creyentes de distintas fes, ateos); son especialmente interesantes las disfuncionalidades o anormalidades cerebrales (por accidentes, patologías o intervenciones quirúrgicas) y las enfermedades mentales. También se estudian los orígenes de la moralidad en otros animales sociales, concretamente en ciertos primates (chimpancés, bonobos, gorilas).
La moralidad tiene componentes genéticos y culturales, naturaleza y entorno: instintos naturales heredados e influencias sociales adquiridas. La mente no es una hoja en blanco infinitamente moldeable sino que tiene predisposiciones innatas, algunas de ellas muy fuertes y difíciles de modificar o reprimir.
La moralidad es fundamentalmente emocional: se trata de sensaciones, emociones o sentimientos morales. La razón casi nunca es la fuente de las valoraciones éticas: los humanos primero tienen intuiciones morales (reacciones automáticas resultado de la actividad inconsciente del cerebro), y posteriormente argumentan y racionalizan para intentar defender su postura; el pensamiento desapasionado, imparcial o desinteresado es raro, y abundan los sesgos, los errores sistemáticos, el engaño (incluido especialmente el autoengaño) y la hipocresía. La argumentación ética es a menudo una cuestión de imagen, de reputación, de relaciones públicas, de estatus intelectual y social, de justificación propia y de manipulación de la conducta ajena.
La moralidad es una adaptación evolutiva que sirve para unir y coordinar a los miembros de un grupo cooperativo y para diferenciarlos y separarlos de individuos de otros grupos contra los cuales pueden competir (selección de grupo en evolución multinivel): no se daña y se ayuda a los miembros de la comunidad (familia, tribu, clan, nación); se ignora, se discrimina o se lucha contra individuos de otros grupos.
La moralidad opera en varios ejes o parámetros fundamentales que se calibran o modulan de forma diferente en los distintos individuos: daño/cuidado (no hacer daño; preocuparse por otros y ayudarlos, compartir, colaborar, fomentar el altruismo y reprimir el egoísmo); justicia (como igualdad o equidad en sus diversas alternativas, o como mérito por esfuerzo o resultados); lealtad (compromiso con el grupo, no traicionarlo, distinguir a nosotros de los otros, a los de dentro de los de fuera); autoridad (respeto y obediencia a los jefes y superiores responsables de la coordinación del grupo); pureza (lo sagrado, lo divino, los símbolos del grupo, lo impuro o tabú, el asco y la indignación); libertad/coacción.
La psicología evolucionista enseña que los humanos tienen mentes adaptadas a los entornos primitivos en los cuales se desarrollaron: grupos relativamente pequeños, cerrados, simples, estáticos, pobres. Algunas de estas adaptaciones pueden ser disfuncionales en entornos modernos: sociedades extensas, abiertas, complejas, dinámicas y ricas. El tribalismo moral y la oposición a los intercambios impersonales en los mercados pueden dificultar el progreso económico y la armonía social.
El liberalismo es una filosofía moral y política que se basa en la libertad como no violencia, agresión o coacción. No obliga a ayudar a nadie; es individualista y universalista, no distingue entre grupos ni exige lealtad ni obediencia a ninguna autoridad; no se ocupa de temas relacionados con la pureza o la divinidad. Por eso resulta extraño e incluso inaceptable para la mayoría de las personas con fuertes instintos tribales, que creen que ayudar es un deber ineludible, o que sienten fuerte asco o indignación ante violaciones de ciertas normas relacionadas con temas sagrados. Independientemente de si los liberales son buenos o malos vendedores de sus ideas, estas son muy difíciles de popularizar.
Referencias:
Jonathan Haidt, The Righteous Mind: Why Good People Are Divided by Politics and Religion
Joshua Greene, Moral Tribes: Emotion, Reason, and the Gap Between Us and Them
Paul Bloom, Just Babies: The Origins of Good and Evil
Michael Shermer, The Science of Good and Evil: Why People Cheat, Gossip, Care, Share, and Follow the Golden Rule
Matt Ridley, The Origins of Virtue: Human Instincts and the Evolution of Cooperation
Patricia Churchland, Braintrust: What Neuroscience Tells Us about Morality
Michael Gazzaniga, The Ethical Brain: The Science of Our Moral Dilemmas
Marc Hauser, Moral Minds: How Nature Designed Our Universal Sense of Right and Wrong
Robert Wright, The Moral Animal: Why We Are, the Way We Are: The New Science of Evolutionary Psychology
Frans de Waal, Primates and Philosophers: How Morality Evolved
Richard Joyce, The Evolution of Morality
Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments
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