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La reducción de la pobreza

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Me viene ahora a la memoria cómo el inigualable novelista norteamericano Tom Wolfe describe la indignación como la estrategia preferida de los autoproclamados intelectuales para revestirse de dignidad moral. Esto se debe a que, reflexionando sobre el fenómeno de la globalización, he recordado el coro de lamentos escuchado hasta la saciedad que rezaba, entre otras cosa, que los ricos son más ricos y los pobres más pobres por culpa del capitalismo global.

Espero que no se me entienda mal. Desde luego que considero que el futuro inmediato de los más necesitados del planeta es un asunto de máxima prioridad. Y conmigo, miles de personas en el mundo que, gracias a la globalización de la la información, han adquirido una nueva conciencia global que llena de significado las célebres palabras de Terencio: “Homo sum, humani nihil a me alienum puto”. No obstante, y tal y como ya advirtiera Revel, esta nueva civilización del conocimiento esconde graves paradojas: la mentira es la primera de todas las fuerzas que la dirige, sentencia. Yo añadiría que es una mentira cargada de indignación. En efecto, y centrándonos en la máxima sobre riqueza y pobreza antes reseñada, a día de hoy ha quedado patente cómo millones de personas bienintencionadas han sido embaucadas por los alaridos de cierta intelectualidad mayoritaria e indignadísima que, de manera curiosamente acientífica, han mantenido y mantiene posiciones manifiestamente anticapitalistas. Lo grave del asunto es que la inmensa mayoría de la población ignora el engaño masivo al que se ve sometida y hace propia la indignación de sus voceros de manera acrítica.

Digo esto porque hace ya más de dos años que un economista español, el Catedrático de la Universidad de Columbia Xavier Sala-i-Martín, demostró en un estudio con un impacto tremendo en el ámbito académico que en los últimos treinta años no sólo la pobreza ha disminuido, sino que lo ha hecho a la mayor velocidad y afectando al mayor número de personas de la historia. En efecto: “La tasa de pobreza medida por el umbral de un dólar/día ha caído del 20% al 5% en los 20 últimos años. La tasa correspondiente al umbral de los dos dólares/día ha caído del 44% al 18%. Hay entre 300 y 500 millones menos de pobres en 1998 que en los años setenta”.

Dichos resultados han pasado desde las páginas de The Economist hasta las de The New York Times teniendo una difusión en prensa poco usual para un estudio econométrico. Huelga hacer un paréntesis y decir en descargo de los defensores de esa tesis falsa que tanto Naciones Unidas, a través del PNUD, como el Banco Mundial venían apoyando la idea del aumento de las desigualdades aunque, no obstante, empiezan a cambiar de opinión a marchas forzadas. Por supuesto, otros investigadores como Paul Schultz de Yale, Peter Lindert de la Universidad de California y Jeffrey Williamson de Harvard entre otros han trabajado en mostrar la evidente correlación entre dicha disminución de la pobreza y la difusión del capitalismo global, pero eso es harina de otro costal.

Lo que quiero reseñar, a modo de reflexión final, es que la mentira indignada de ciertos miembros de nuestra sociedad sigue siendo capaz de avasallar a la ciencia hasta el punto de que la inmensa mayoría de la población desconozca los resultados científicos más relevantes de los últimos años sobre la globalización. En ese sentido, ya va siendo hora de poner a tanto intelectual en el lugar que le corresponde, amen de empezar meditar si no es más honrado apelar a la ciencia antes que a la autocomplacencia moral que proporciona tanta alharaca indignada.

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