¿Te suena eso de que tu médico no sepa casi nada más de nutrición que cualquier otra persona? Todo empezó con la cartelización de la medicina tras la “reforma de Flexner”.
“La competencia es pecado”.
John D. Rockefeller, cartelizador de la medicina moderna.
La llamada medicina farmacológica tiene sin duda importantes y fundamentales aspectos que contribuyen y han contribuido a nuestra salud. Desde los poderes de la aspirina, de ciertas vacunas para la erradicación de enfermedades como la malaria o la difteria, los antibióticos en el caso específico de infecciones bacterianas o intervenciones quirúrgicas determinadas, etc., no se pueden negar avances tales. Pero en dicha medicina farmacológica no todo son parabienes. Premiados periodistas de investigación como Robert Whitaker han puesto de manifiesto las malas prácticas de una industria que nos sobremedica, nos hace dependientes de fármacos que no necesitamos (y de otros nuevos para combatir los efectos de los anteriores) e incluso llega a inventar enfermedades donde no las hay con tal de encajarnos un nuevo producto.
La industria farmacológica ha contribuido a innegables mejoras en la salud pública. Pero el régimen de monopolio de que desde hace tiempo prácticamente disfrutan ha hecho casi tanto o más contra nuestra salud (física y financiera) que a su favor.
Para entender y explicar los orígenes de los monopolios farmacéuticos (desde que poco menos deciden los contenidos académicos de los futuros médicos) hemos de remontarnos décadas atrás, concretamente a finales del siglo XIX y a la familia estadounidense de los Rockefeller. Famosos por su filantropía en tanto eran la saga más rica de EEUU, detrás de ello se escondió un intento por dominar el mundo. Las creaciones de Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, el Council for Foreign Relations o la Trilateral Commission fueron auspiciadas por los Rockefeller.
Si queremos entender cómo se llegó a los monopolios farmacéuticos actuales hemos de recurrir a los Rockefeller. A finales del siglo XIX John D. Rockefeller había amasado una enorme fortuna extrayendo petróleo, y empezó a investigar la idea de usar un compuesto derivado del mismo para fabricar sustancias que afectaran al cuerpo y mente humanos.
Parte de su fortuna la empleó en comprar parcialmente el ya entonces gigante farmacéutico alemán I.G. Farben, un cartel que intentó ayudar a Hitler creando sustancias para una guerra química para implementar su visión eugenésica del Nuevo Orden Mundial basado en la supremacía racial.
Una de las muchas citas de Rockefeller es aquélla de ‘la competencia es pecado’. Y dado que por aquella época la medicina era un campo floreciente de competencia entre la farmacología, la naturopatía, el herbalismo, la botánica y otras modalidades, así como muy diversas escuelas de medicina con filosofías distintas aunque muchas veces complementarias, hizo todo lo posible por eliminar esa competencia. Para ese objetivo contrató a un hombre llamado Abraham Flexner, quien tuvo también el auspicio de la Carnegie Foundation para esta tarea.
Su famoso informe concluyó que había demasiados médicos en EEUU, que estaba poco homogeneizada la medicina e hizo suyos los intentos de la AMA (American Medical Association) desde su fundación en 1847 para que se le garantizara un monopolio sobre la profesión médica, desde la escuela universitaria hasta la consulta médica. De hecho Flexner colaboró estrechamente con la AMA. En nombre de un urgente progreso de la ciencia y la sociedad, Flexner llamó a cerrar innumerables escuelas de medicina y a prohibir las licencias médicas que no pasaran el filtro de la AMA.
Por desgracia, el Congreso de EEUU dio el visto bueno a los intentos de cartelización de la medicina de Flexner e hizo ley sus puntos de vista. Fue la llamada “reforma de Flexner”. Ni que decir tiene que sustancias como el cáñamo fueron fuertemente demonizadas como materia prima con la que trabajar, ya que entraban en competencia con el petróleo de Rockefeller.
Pero la historia no acabó aquí, sino que realmente comenzó. Las fundaciones Carnegie y Rockefeller comenzaron una masiva financiación de las escuelas médicas que seguían sus estándares (y los de su pagado Flexner). Se comenzaron a rehacer los currículos de decenas escuelas de medicina que no quedaron fuera de la ley, eliminándose las menciones al poder curativo de plantas y hierbas o la importancia de la dieta y la nutrición para la salud. ¿Te suena eso de que tu médico no sepa casi nada más de nutrición que cualquier otra persona? Éste fue el origen en EEUU y en Occidente de esto.
Los procesos de nacionalización y estatalización de la medicina que se vivieron en Occidente en esos años, tanto anteriores como posteriores a la Segunda Guerra Mundial, sólo ahondaron en esa cartelización de la medicina. En EEUU, en 1946 la Hill-Burton Act empezó a otorgar masivas subvenciones a hospitales y clínicas para modernizarse y, en el camino, para convertirse en arsenales exclusivamente de pastillas.
Recordemos que todos los fármacos son aislados de compuestos que en muchos casos se encuentran en la naturaleza y dado que ésta no puede patentarse, las farmacéuticas cambian molecularmente algo lo suficiente para patentarlo siguiendo con los mismos efectos. Una vez patentado el compuesto y acreditado éste como la solución, y no ninguna fuente del mismo en la naturaleza, la competencia de la naturopatía se difumina. Curiosamente John D. Rockefeller era conocido usuario de la medicina natural. Y los costes de la farmacología no son menores, ya no económicamente sino en vidas. Gary Null en su obra Death by Medicine estima que sólo en EEUU casi 8 millones de muertes por década son atribuibles a malas prácticas propias de la medicina alopática o convencional.
Volviendo a Flexner, cuando se adoptaron sus puntos de vista como los oficiales por la burocracia estadounidense, los resultados no se hicieron esperar. Al clausurarse tantos centros y colegios de medicina, rápidamente se generó una inflación en los precios de los servicios médicos y muchas áreas rurales quedaron sin atención médica en EEUU. A menor oferta, la sanidad se encareció. Tanto es así que en 1925 se creó una comisión al efecto de intentar solventarlo: el CCMC o Comittee of the Costs of Medical Care. También financiado este comité por los Rockefeller y el Carnegie, las conclusiones fueron realmente absurdas, ya que se atribuyó el encarecimiento de los costes médicos, eludiendo la evidente reducción forzosa de oferta médica y señalando sólo a avances de la medicina con costosas tecnologías. Y es ridícula esta explicación porque la adopción de una tecnología en un mercado abierto tiende a ser popular y extendida cuando producen mejoras en la productividad del servicio y es costeable.
Los oscuros orígenes de la cartelizada medicina farmacológica y alopática son algo que desde luego no nos van a enseñar en ningún colegio ni escuela bajo el control programático siempre del Estado. Como tantas veces, comprobamos que la verdad está ahí fuera y que el Estado y sus servidores y beneficiarios son sólo una enorme mentira.
6 Comentarios
Soy profesional del sector
Soy profesional del sector farmacéutico, el articulo es impropio de la seriedad de la institución. Es más propio de un estatalista podemita. De verdad, seamos serios.
Es entendible que desde tu
Es entendible que desde tu postura corporativista defiendas un monopolio y por eso en vez de argumentos tachas de «podemita» quien demuestra que las farmaceuticas han medrado al albur de un privilegio legal estatal ilegitimo y perjudicial para la sociedad. En instituciones como el Mises pueden encontrarse referencias al Flexner y otros hechos historicos mencionados dentro de la construccion de los monopolios farmaceuticos. Informate por favor en vez de dar acusaciones ad hominem
Excelente aproximación al
Excelente aproximación al problema de la medicina/farmacéutica de hoy. Poco a poco va apareciendo la realidad. La impronta de la Federal Reserve (privada desde 1913) es aplastante. Seguir así, somos muchos del «sector farmacéutico» en concienciarnos.
Hola, estoy totalmente de
Hola, estoy totalmente de acuerdo con el articulo. En esta sociedad creamos un dios al que todo el mundo ama y ese dios es el dinero. Tanto las farmaceuticas como muchos otros negocios les da igual el bien de esta sociedad y son capaces de todo por dinero. Un saludo.
David estoy de acuerdo con el
David estoy de acuerdo con el articulo pero te quiero señalar un hecho del que quizás no eres muy consciente.
Hay una tentativa, mas que una tentativa, es un programa que se está actuando en toda Europa de privatizar totalmente la sanidad púbblica. De privatizar todo lo público en general, pero centrémonos aquí en la sanidad. Se empieza criticando los aspectos criticables que son varios . Pero el proposito de estas criticas no es la mejora del servicio sino crear en la gente un disgusto, una aversión hacia todo lo público para que apoye o sea indiferente a su destrucción y progresiva sustitución con instituciones privadas. Quienes son los que fomentan este proyecto? Los de siempre, la grandes multinacionales, las potentes corporaciones che dominan el mundo. Creo que hay que ser consciente de eso.
Bueno aquí no estoy tratando
Bueno aquí no estoy tratando de titularidad pública vs privada. No obstante gracias a que los supermercados y la alimentación es totalmente privada la alimentación es un sector con productos asequibles en comparación con otros. Yo pido en parte volver al modelo que había antes de sanidad más libre, y también era una sanidad sin el monopolio público. En muchos paises como India hay ejemplos de cómo la sanidad privada y libre puede salvar vidas de personas muy pobres. La cuestión no es que sea privada, sino que sea libre realmente, que no haya trabas burocráticas, que haya libertad de elección. Un monopolio público no ha de sustituirse por un monopolio privado sino por una libre competencia entre oferentes y empresas. Al fin y al cabo un solo operador monopolístico es perjudicial para la salud se llame Estado o se llame Empresa Z.