Hace unos días participé en una encuesta telefónica, aparentemente para ayudar a la nueva Endesa a diseñar su imagen corporativa en relación al cambio climático. Al menos buena parte de la batería de preguntas a las que respondí durante quince minutos parecían servir a ese objetivo. Precisamente, la consultora McKinsey publicó en febrero los resultados de una encuesta realizada a más de dos mil ejecutivos de grandes empresas de sectores variopintos, entre ellos el energético, con la intención de saber qué opinaban sobre el tema de marras.
Como era previsible, la principal motivación de estos ejecutivos en lo que a la cruzada por el clima se refiere es la reputación corporativa, aunque no sólo esa, ya que nada menos que un 60% de los entrevistados afirmaron que el cambio climático es bastante o muy importante en el diseño de la estrategia global de su empresa: la ecomanía ha estimulado a las compañías a mejorar su imagen, destacando o destapando una preocupación casi obsesiva por el medio ambiente incluso en sectores con poco o nulo interés crematístico en el asunto. Y es que la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático son ahora activos de la empresa al potenciar su imagen de marca y por lo tanto el valor de su portfolio.
Y eso que desde 2001 las temperaturas globales han mostrado una tendencia bajista que ha pillado por sorpresa al propio IPCC. Una muestra pequeña para afirmar que estamos en el comienzo de un "enfriamiento global" pero al menos suficiente, como señala, Christopher Monckton, para destacar que el presunto calentamiento es más lento de lo que el Panel había previsto.
Más aún, Monckton muestra como el IPCC ha ido corrigiendo hacia la baja el peso del CO2 en sus estimaciones de la "sensibilidad" del clima desde 1995. Esta "sensibilidad" es el cambio de la temperatura superficial debido a la energía que es irradiada de vuelta a la superficie de la Tierra y a la baja tropósfera por el efecto invernadero, cuyo principal causante es el satánico CO2. Sin embargo, pese a que el calentamiento debido directamente al incremento del CO2 se ha estimado hacia la baja, por así decir, la sensibilidad del clima no ha dejado de crecer por el efecto multiplicador de la retroalimentación (feedback) positiva estimada. Concretamente, como dice Monckton, "en 1995, la retroalimentación supuso menos de la mitad de todos los forzamientos [radiativos]; en 2007 más de dos tercios". Lo grave de este asunto, que difícilmente trasciende al público, gerente o no de una gran empresa, es que el informe del IPCC no "llama explícitamente la atención del lector y menos aún justifica la magnitud de de esta ‘inflación de la retroalimentación’."
Más gráfico es Warren Meyer:
Un cínico podría describir las miles de páginas del informe del IPCC como el mago que capta su atención con la mano izquierda para esconder lo que hay en la derecha. Y lo que está escondiendo es que… allí no hay nada. La retroalimentación es el punto sobre el que debería pivotar toda la discusión sobre la drástica reducción del carbono y no hay nada sobre lo que discutir.
Entre tanto seguiremos contestando a las encuestas mientras el mago Gore se saca otro Nobel de la chistera.
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