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La vida de los otros (más allá de Grecia)

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Han pasado casi 25 años y Marruecos sigue encarcelando a quienes defiendan la celebración del referéndum del Sáhara Occidental

En medio de los vaivenes entre Grecia, la Comisión Europea, los apoyos de los diferentes gobiernos a una u otra opción, llega a mis manos una historia cotidiana. Una historia ambientada en África que incluye pobreza, injusticia, abandono y soledad. Pero no se trata del África subsahariana a la que miramos morir. Se trata, precisamente, del Sáhara, del conflicto que desde los años 70 mantienen los defensores de la independencia frente a Marruecos. Y la historia se resume en una línea: un turista español es detenido e interrogado en El Aaiún (o Laayoune). No es noticia la indefensión y soledad del turista y seguramente la mayoría de ustedes piense «¿Y por qué se va este muchacho allí precisamente?». No tengo más respuesta que «¿Y por qué no?».

Desde el año 1991 la Organización de Naciones Unidas mantiene una misión para el referéndum del Sáhara Occidental, con el objetivo de mantener el orden mientras se prepara la elección. Han pasado casi 25 años y Marruecos sigue encarcelando a quienes defiendan la celebración de dicho referéndum. Los «activistas» saharauis son tratados como terroristas pertenezcan o no al Frente Polisario (Frente Popular por la Liberación de Saguía El-Hamra y Río de Oro). Los visitantes están expuestos a ser amenazados, intimidados y retenidos por policías marroquíes de paisano, «por su propia seguridad». La razón es simple: aunque año tras año se renueva la misión de MINURSO, como sucedió el pasado abril, por decisión de las autoridades alauíes Naciones Unidas no tiene el mandato de supervisar el respeto a los derechos humanos en la zona. Ni las presiones de Obama en 2013 ni las de Ban Ki Moon, ni el apoyo de la Unión Africana al Frente Polisario han servido para nada. Basta que el rey de Marruecos bloquee una misión estratégica o unas maniobras militares conjuntas co Estados Unidos para que los líderes más poderosos de occidente retrocedan.

Este tipo de situaciones son las que me llevan a mirar de otro modo al todopoderoso Obama, y la capacidad de la ONU para exigir nada a nadie. ¿Deben respetarse las resoluciones de una institución que mira al techo frente a la represión manifiesta y la impunidad marroquí? ¿Qué autoridad moral tiene después de esto? ¿Puede un tirano como el rey de Marruecos obligar a la ONU a algo mientras todos los países que componen la institución se callan cobardemente? 

Humanos de primera y humanos de segunda

A día de hoy, en mi micro mundo, hablar de referéndum es pensar inmediatamente en Cataluña y en Grecia. En ninguno de esos casos hay atisbo de poner en jaque los derechos humanos de nadie. No hay muchas situaciones en nuestra historia en las que la cobardía de la comunidad internacional consienta lo que está sucediendo en el Sáhara Occidental.

Estamos en un mundo en el que hay manifestaciones, páginas web, iniciativas de change.org y actividades similares contra las corridas de toros, el maltrato y el sufrimiento animal, y a la vez, somos capaces de callar y mirar a otro lado cuando Marruecos hace de su capa un sayo y humilla a quienes se supone que representan las máximas instancias de defensa de los derechos humanos internacionales.

Se diría que hay derechos para humanos de primera, como los españoles, griegos, franceses, chinos, y en general, allá donde la ONU tiene como atribución su defensa, y otro tipo de derechos para «los otros». Esos otros son los humanos de segunda quienes, al parecer, no valen tanto como para que Obama, Hollande, Rajoy, Ban Ki Moon, ni nadie, dé la cara por ellos.

Mientras tanto, mi amigo no podrá caminar por El Aaiún sin el temor a ser detenido e intimidado y tal vez deportado, los defensores de un referéndum acordado por la ONU, el Frente Polisario y Marruecos, que tarda más de 20 años, serán detenidos y represaliados sin poder recurrir a nadie. Y también mientras tanto, el rey de Marruecos estrechará las manos de todos los gobernantes occidentales que sancionarán con su actitud y su cobardía, la política del tirano alauí con esos «otros» de segunda fila.

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