El fallecimiento de la valerosa dama de blanco Laura Pollán ha llenado de tristeza a todos los cubanos que luchan por la libertad y a quienes nos sentimos próximos a ellos. Bajo su amable sonrisa y la dulzura de su trato, tenía una gran fortaleza que hizo de ella una de las líderes de las valientes damas de blanco que se convirtieron en un símbolo vivo de la resistencia al totalitarismo de los hermanos Castro. Con el encarcelamiento de 75 opositores y periodistas independientes en 2003, la tiranía comunista no logró silenciar esas voces que clamaban por liberar a los cubanos. Tan sólo consiguió cambiar las caras de la oposición.
Los militantes políticos de la disidencia, los activistas de derechos humanos y los periodistas independientes encarcelados en aquella ocasión fueron sustituidos por un grupo que la dictadura no podía imaginar y que se convirtió en uno de sus mayores quebraderos de cabeza: las Damas de Blanco. Durante los más de siete largos años que aquellos opositores pasaron en prisión, sus mujeres, madres, hermanas e hijas se convirtieron en una presencia visible con sus valientes marchas por las calles cubanas para reclamar la libertad de sus familiares injustamente presos.
La dictadura se encontró con algo que no podía imaginar que existiera: sociedad civil en Cuba. Las Damas de Blanco son, en efecto, sociedad civil en estado puro. Son un grupo de ciudadanas unidas de forma voluntaria con un objetivo común, que en este caso es el más noble que puede existir: la libertad. Y lo que consiguieron tiene un mérito difícil de medir. Sus marchas con gladiolos en la mano lograron concienciar a gran parte de la opinión pública mundial sobre el horror de la tiranía castrista. Y lo hicieron a pesar de los insultos y agresiones que sufrían procedentes de los agentes del régimen comunista. Tal fue el pulso que echaron a los hermanos Castro que su constante actuación fue una de las claves que explican la excarcelación de los miembros del Grupo de los 75.
Entre aquellos liberados tras más de siete años y medio en prisión, está el marido de Laura Pollán, Héctor Maseda. Sin embargo, la alegría duró poco. La portavoz de las Damas de Blanco falleció este fin de semana, víctima de graves problemas de salud. En sentido estricto, no fue asesinada por el castrismo, pero sí es una víctima de este régimen comunista.
Durante su largo periodo como cara visible de las Damas de Blanco, sufría numerosos cortes en el agua corriente de su casa. Esto último es algo común para muchos cubanos, pero en su caso le ocurría incluso cuando sus vecinas sí disponían del líquido elemento accesible en sus grifos. Esto tiene, no puede ser de otra manera, un efecto negativo en la salud de cada persona. Súmese el daño que supone para cualquier ser humano la tortura permanente del encarcelamiento injusto, en unas prisiones con unas condiciones infrahumanas, de un ser querido.
Su salud no pudo dejar de resentirse. La neumonía se juntó con el dengue y una diabetes que supusieron una mezcla mortal. Para hacer frente a todos estos problemas de salud tan sólo contó con la sanidad pública cubana. Aunque en este caso no se hiciera como con otros disidentes y se pusiera todo el empeño por salvarla, el sistema sanitario cubano es lo contrario de lo que cuenta la propaganda. Para quien no es un alto dirigente, los recursos son muy limitados y las condiciones son pésimas. Cualquier problema de salud que puede ser tratado con facilidad en otros lugares, en Cuba se agrava hasta puntos difíciles de imaginar.
La dictadura es incapaz, y tal vez no esté interesada, de dar el tratamiento médico adecuado a los cubanos. Ha destruido su propio sistema sanitario. Por tanto, muchos de los cubanos que fallecen tras ser atendidos en los hospitales de su país son víctimas del comunismo castrista. Entre ellos está Laura Pollán, la valiente Dama de Blanco.
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