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Libertad, propiedad y vínculos sociales

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Más sociedad puede implicar menos necesidad de Estado, sin duda. Pero no necesariamente cualquier tipo de institución social no estatal supone que la libertad esté garantizada. La libertad está estrechamente vinculada a la voluntariedad y el centro decisorio de esta es el individuo. Praxeológicamente es este quien define fines y selecciona medios, y moralmente solo existe una sociedad libre no solo cuando el Estado es mínimo o inexistente, sino cuando las instituciones no estatales de carácter coercitivo, o este aspecto de ellas, son débiles.

En la evolución social existen instituciones tradicionales que han jugado un papel muy importante en cuanto que aportaron mecanismos "entre el instinto y la razón" de elevada eficacia para el desarrollo. Y no cabe duda de que muchas de esas instituciones han estado en relación de relativa complementariedad con la que se puede considerar más importante en el proceso de civilización: la propiedad privada. Pero que determinadas instituciones que se hayan mostrado eficaces en ciertas etapas no las consagra como eternas ni como las mejoras defensoras de la libertad.

Las familias en sentido amplio han jugado y siguen jugando un papel muy importante en este sentido. Han sido estructuradoras de las propiedades y en muchos casos se vinculaban a ellas más que a los individuos concretos que las componían. La vida del individuo en estas instituciones familiares fuertes estaba bajo una protección y unas posibilidades de desarrollo que no eran posibles fuera de ellas.

No obstante, la fortaleza de esta institución estaba vinculada también al escaso desarrollo de esa otra, la de la propiedad privada, cuyas potestades estaban restringidas precisamente por la gerencia familiar de la misma. Es así que con el desarrollo de la propiedad privada y su mayor vinculación al individuo, la libertad se presenta con otras opciones. La cooperación voluntaria, de esta manera, se desvincula del concepto fuerte de familia y se facilitan asociaciones voluntarias de individuos que estructuran una sociedad no estatal más libre. Los individuos, sin dejar de hacer girar su vida alrededor de comunidades afectivas familiares, dejan de sentir a estas como coerciones a su vida y desarrollan sus proyectos vitales asociándose con individuos que comparten sus propios y mucho más variados fines.

Las sociedades más libres, por tanto, no son solo las que tienen menos Estado, sino las que han llegado a un grado de evolución social en el que determinadas instituciones tradicionales, o más bien, en el que el componente coercitivo de las mismas tiene menos peso.

Cuando, por lo tanto, se habla de la catástrofe que supone la crisis de la familia tradicional o del debilitamiento de ciertas obligaciones sociales religiosas tenemos que mantener la perspectiva de que tales instituciones también han de evolucionar a la par de la complejidad de la propiedad privada y de la liberación del individuo como eje decisorio moral de su destino.

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