Cada día resulta más difícil que la presentación de un informe sobre propuestas de reforma en un sector sorprenda al auditorio que lo recibe. La monotonía de estos estudios suele ser absoluta: que si hace falta un mayor compromiso político, que si hay que ampliar la financiación, que si hay que multiplicar las infraestructuras, que si hay que racionalizar la producción, que si hay que conducir la demanda con controles de precios o, por poner otro ejemplo típico, que si hay que concienciar a la población del verdadero valor de las cosas con gigantes campañas de información pública. Así que, para hacerse notar, los responsables de estos informes se apuntan a una carrera inflacionista de intervenciones y faraónicos proyectos estatales. ¿Y qué hay del elevado coste de estas medidas? Les da igual. Pocos serán los que identifiquen los problemas futuros con la deuda fruto de la financiación del sinfín de modernos mausoleos, puentes y calzadas imperiales. En cambio, todo el mundo identificará las inmensas pirámides con el político de turno que las erigió. Gallardón sabe bien de qué estoy hablando.
En este contexto, se puede explicar que la reciente presentación un informe sobre los problemas del transporte en el Reino Unido y las medidas de política económica necesarias para solucionarlos haya provocado un maremoto político que ha sacado a todos del muermo que sufríamos en estos eventos. El informe, liderado por Sir Rod Eddington, ex director ejecutivo de British Airways, reconoce los problemas de congestión en el transporte público británico pero rechaza frontalmente las soluciones que consisten en aprobar oceánicos gastos con cargo al contribuyente. En lugar de estas soluciones "a la francesa", Sir Rod asegura que las pequeñas mejoras de la infraestructura ya existente en aquellos puntos concretos en donde se satura es la vía correcta para las reformas de las redes de transporte comunicación.
A los políticos no suele gustarles este tipo de recomendaciones. Con pequeñas mejoras es difícil salir en la televisión y más complicado aún ponerse la medalla de redentor y político omnipotente. Por eso, esta clase de conclusiones en un informe oficial es de una especie en vías de extinción. Para perplejidad de propios y extraños, la segunda recomendación de este sensato caballero consiste en que las infraestructuras se paguen cuando se usen y en función de su escasez relativa. Esta idea tan de sentido común ha dejado outside a políticos y comentaristas del sector de transporte y las comunicaciones. De aplicarse estas dos ideas que acercan los transportes públicos al funcionamiento del mercado y sacan al Estado de los grandes proyectos majestuosos, la privatización de un buen número de servicios e infraestructuras de transporte podrían estar a la vuelta de la esquina, mientras que la iniciativa de mega proyectos como el Eurotúnel quedarían definitivamente en el reino de la propiedad privada y la responsabilidad de quien invierte su propio dinero en la empresa.
Hace 20 años Margaret Thatcher privatizó el sector ferroviario y el resultado ha sido el incremento espectacular del número de pasajeros y las toneladas de carga transportadas gracias a medidas de mejora incremental. Las nuevas recomendaciones de Sir Rod podrían facilitar la extensión de la filosofía thatcheriana y sus parabienes al resto del sector gracias a explicar que lo pequeño es hermoso. Al menos cuando se trata de la intromisión del estado en un sector como el transporte y las infraestructuras.
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