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Los desiguales efectos de la inflación

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Siempre me ha parecido muy interesante estudiar los efectos de ciertos fenómenos o políticas económicas sobre la desigualdad, con el afán de analizar cómo, en multitud de ocasiones, algunas políticas públicas logran un efecto inverso al inicialmente planeado. De hecho, mi TFG, titulado A double-edged sword? The impact of quantitative easing on inequality in the Eurozone trataba precisamente de analizar los efectos que la política monetaria del BCE había tenido sobre la desigualdad en la Eurozona.

En esta línea, durante los últimos dos años aproximadamente, debido a los elevados niveles de inflación que se han vivido en gran parte del mundo, muchos economistas nos hemos preguntado sobre cómo la inflación afectaría de manera heterogénea a las distintas capas de la población. En este caso, recurrir a la literatura académica al respecto y especialmente a la teórica ha servido para plantear al menos un marco analítico que nos sirva para estudiar este fenómeno en detalle. Para ello, cabe plantear al menos tres canales a través de los cuales la inflación tiene efectos redistributivos sobre la riqueza: el canal de ingresos, el canal de riqueza o canal de Fisher y, por último, el canal de consumo real o inflación personal.

El canal de los ingresos

El primer canal suele ser el más comentado en medios de comunicación y prensa generalista cuando se estudian los efectos de la inflación, ya que es el más “tangible” y observable en el día a día por el efecto de la inflación sobre las principales fuentes de ingresos del grueso de la población: salarios y pensiones. La inflación, entendida como el aumento de precios de bienes y servicio y calculada a través de una cesta de consumo de bienes representativa de un hogar medio (IPC), devalúa los salarios reales siempre que el precio de dichos bienes y servicios crezca a un ritmo mayor que los salarios nominales. Esto, a su vez, disminuye nuestra capacidad de ahorro e inversión, ya que si debemos destinar una mayor parte de nuestro salario a bienes y servicios básicos, el monto restante para ahorro e inversión se verá disminuido.

El canal de la riqueza

El segundo canal, el canal de riqueza, procede de las teorías de Irving Fisher. La idea general se basa en que la inflación redistribuye riqueza de ahorradores a deudores a través de activos nominales, es decir, activos cuyo valor no se actualiza con la inflación, como un depósito bancario. Es decir, las deudas, en términos reales, se reducen con la inflación, incrementando la riqueza neta de los deudores, mientras el ahorro se devalúa con la inflación (pensemos en dinero metido en un depósito bancario), reduciendo la riqueza neta del ahorrador ceteris paribus (sin contemplar el efecto sobre activos bursátiles, valores de vivienda, etc.).

En este marco -quizás simplista, pero útil para una primera aproximación-, al aumentar la inflación y disminuir el valor de un activo nominal, la inflación reduce el valor de lo ahorrado, ya que el ahorro mantiene su valor expresado en una unidad monetaria, mientras el precio de los bienes y servicios aumenta, a la par que se reduce el valor nominal de las ya mencionadas deudas. Cabe destacar que este canal tiene efectos en ambas direcciones, empobreciendo y enriqueciendo a unos y otros dependiendo de nuestra posición ahorradora/deudora en activos nominales.

El canal del consumo

El tercer canal, de consumo personal, se basa en el hecho de que, aunque exista una cesta promedio de consumo basándose en la cual se calcula el IPC, la realidad es que cada uno de nosotros tiene una cesta de consumo distinta. Esto hace que, al no ser la tasa de inflación la misma sobre todos los productos, dependiendo de qué consumamos y en qué proporciones, la inflación nos afectará de manera heterogénea. Por lo tanto, cada consumidor experimentaremos una tasa de inflación personal distinta.

Si la diferencia entre la tasa de inflación general y nuestra tasa de inflación personal es positiva (la inflación general es mayor que la inflación personal), nuestra capacidad de ahorro incrementará en términos reales, ya que nuestro gasto será menor que el de la media de la población en proporción sobre ingresos, y lo contrario ocurrirá si nuestra inflación personal es mayor que la inflación general.

Estudio del Banco de España

Al analizar estos tres canales en conjunto surge la duda de cuál sería el efecto total de la inflación al combinarlos en un solo análisis, quedando claro que todo ello dependerá de la posición ahorradora/deudora, la evolución de los ingresos y su diferencial con la tasa de inflación y la cesta de consumo personal. Aunque todo ello es muy difícil de cuantificar y puede incluso resultar algo inexacto, pero un paper reciente, el Banco de España (2024) ha realizado una estimación bastante buena a partir de microdatos bancarios de los clientes de BBVA, a pesar de lo pequeño de la muestra. El trabajo se centra exclusivamente  en el año 2021 y combina información de activos y pasivos, ingresos y consumo desagregado con frecuencia mensual.

Los resultados del estudio muestran que las personas de entre 36 y 45 años, de media, no se vieron muy afectadas por la inflación, y algunas con elevadas deudas llegaron incluso a beneficiarse en neto de la inflación. La razón para esto es que, de media, este rango poblacional suele hallarse muy endeudada, especialmente con deudas nominales constituidas como hipotecas. Por lo tanto, aunque estos pierdan capacidad adquisitiva por el canal de ingresos (inflación mayor al crecimiento de los salarios nominales), estas perdidas se ven compensadas por el canal de riqueza al aumentar el patrimonio neto por la disminución del valor real de la deuda por la erosión generada por la inflación.

Los jubilados, los más perjudicados

Por otro lado, los jubilados, considerados estos como la capa poblacional de personas mayores de 65 años resultan ser los más perjudicados por la inflación, ya que la mayor parte de los ahorros de esta capa poblacional suelen hallarse en activos nominales como depósitos y cuentas corrientes. Sufren severas devaluaciones a causa de la inflación. Dentro de este grupo, además, el cuartil de ingresos menor fue el que más sufrió, con pérdidas reales de ingresos de más del 10%. Lo que sorprende, además, es que el cuartil menor de renta solo fue el que más sufrió en el caso de los rangos poblacionales de 56-65 años y más de 65, mientras en los demás rangos de edad aquellos cuartiles de mayores ingresos registraron una mayor pérdida de ingresos reales.

Por lo tanto, tal y como se puede observar, la inflación afecta a los individuos a través de varios y canales y de formas muy diferentes. Al contrario de lo que se piensa de manera generalizada entre la población, los efectos de la misma no son homogéneos, sino dependientes de la distribución de la riqueza, los activos en tenencia, la revalorización de los ingresos y las preferencias de consumo individuales.

Hemos tratado de dar una visión general de los efectos de la inflación por capas poblacionales para el caso de España combinando los tres canales. Pero dicho análisis aún encuentra muchas limitaciones y falta de matices. Haría falta una mayor granularidad de datos que el informe del Banco de España (2024) no presenta, a pesar de sus importantes aportaciones. Independientemente de ello, si algo queda claro es que los efectos de la inflación son heterogéneos sobre la población y sobre ello debemos centrar el análisis para mitigarla.

Referencias

Cardoso, M., Ferreira, C., Leiva, J. M., Nuño, G., Ortiz, Á., Rodrigo, T., & Vazquez, S. (2022). The heterogeneous impact of inflation on households balance sheets. Red Nacional de Investigadores en Economıa Working Paper, 176.

Nuño, G. (2024). Perdedores ¿y ganadores? de la inflación. Nada Es Gratis.

Ver también

El impacto de la inflación en las familias españolas. (Informe del Instituto Juan de Mariana).

El lenguaje económico (XVI): inflación. (José Hernández Cabrera).

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