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Los excesos, cuanto antes se purgan menos traumáticos resultan

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La pasada -y tristemente aún presente- crisis económica acaecida en España es un fantástico ejemplo ilustrativo de lo importante que es tener un marco institucional sólido que garantice seguridad jurídica y respete los derechos de propiedad y los contratos voluntarios, así como unos mercados flexibles y dinámicos que permitan una rápida y poco traumática transición del modelo productivo cuando este sea manifiestamente insostenible. Son muchos los ejemplos que podemos encontrar de que la economía española adolece de esas características tan necesarias para la prosperidad económica pero puede que el mercado de la vivienda sea probablemente uno de los mejores ejemplos para ilustrarlo.

Como muchos saben, el precio de la vivienda en España subió de forma vertiginosa desde finales de los años 90 hasta el año 2007, llegando incluso algunos años a subir a tasas de doble dígito. La caída, inevitablemente, iba a ser muy significativa. Hoy mismo podemos leer que el precio de la vivienda de segunda mano por fin parece que ha tocado suelo y ha mostrado signos de un ligero alza. Desde el 2007 el valor medio del metro cuadrado acumula una caída acumulada de un 58%. Las viviendas de segunda mano se han revalorizado en tasa interanual por primera vez desde el ejercicio 2010. Por tanto, podemos hablar del fin en la caída del precio de la vivienda. Y, ¿cuántos años ha tardado la vivienda en ajustar su precio? Pues unos interminables 8 años, casi una década. Por poner en contexto esta cifra, en Estados Unidos se produjo en el estado de Florida una caída del precio de la vivienda cercano al 50% en apenas 12 meses desde el pinchazo de la crisis subprime.

¿Por qué lo que en Estados Unidos apenas tarda un año en ajustarse aquí tarda cerca de 8? La diferencia es gigantesca y además es algo fundamental. El problema fundamental que ha sufrido la economía española para que este ajuste sea tan lento (y por ello más costoso si cabe) es la negativa de la banca de afrontar la cruda realidad económica. Sin el rol de la banca en su intento de contener el precio de la vivienda, el precio se habría ajustado de forma mucho más acelerada. Han sido los bancos los que, por interés, se han negado a reconocer que el valor de mercado de las viviendas que formaban parte de sus balances no valían lo que decían sus libros. Han sido los bancos los que, de manera coordinada, han evitado un ajuste rápido que diese salida al inmenso stock de vivienda que se había acumulado en sus balances. Daba igual que eso significase no vender apenas pisos. Todo con tal de ganar tiempo. Pero, ¿para qué querían ganar tiempo los bancos españoles? Como dicen los anglosajones, esta es la estrategia de «extend and pretend» o alargar y pretender. Patada hacía delante pero de arreglar el problema, nada. Lógicamente, la nada competitiva banca comercial española (con las ya extintas Cajas de Ahorro) no existiría en una economía de libre mercado.

Cuanto más libres son las economías, más flexibles son a la hora de reajustar el valor de los activos. El proceso de ajuste de activos, desapalancamiento financiero, es una sana y muy necesaria vuelta a la realidad tras los ciclos económicos que provoca el intervencionismo estatal en materia monetaria y bancaria. Cuanto menor es el tiempo en que se produce ese ajuste, menor es el sufrimiento de los agentes económicos. No saber quién es solvente y quién no y cuál será el ajuste final de ciertos activos es fundamental. Los españoles hemos necesitado 8 años para saber que la vivienda estaba sobrevalorada en más de un 50%. De haberlo sabido en un año, los bancos habrían hecho el doloroso ejercicio de reconocer la realidad rápido, sus balances habrían mostrado su insostenible realidad a todos los agentes y, aunque pueda parecer contraintuitivo, permitiría estar hoy en día en una situación mejor. Pero sucedió justo lo contrario. Los bancos, por el fortísimo interés que tenían en no reconocer su situación de insolvencia y necesidades de recapitalización demoraron a sabiendas el ajuste del precio de la vivienda y retrasaron -parcialmente- la recuperación económica de nuestra economía. Ojalá en la próxima crisis -que con el sistema actual la habrá- tengamos unos mercados más libres que permitan que los agentes se ajusten con rapidez y no nos encontremos con zombis insolventes con ningún interés en que la cruda realidad esté a la vista de todos.

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