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Los fallos de mercado de David Friedman

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En enero, tuvimos la fortuna de tener en Madrid a David Friedman, hijo del premio Nobel Milton Friedman, y reconocido anarco-capitalista. Hasta en tres ocasiones pudo cualquier interesado en escucharle hacerlo, pues dictó dos conferencias y además mantuvo un coloquio organizado por nuestro Instituto.

Personalmente, me sorprendió que, partiendo de unos postulados mainstream, de la Escuela de Chicago, llegue a proponer el anarco-capitalismo como sistema óptimo para el bienestar social, algo que se deduce más naturalmente desde la Escuela Austriaca. Esta discrepancia de inicio hace que Friedman acepte la existencia de fallos en el mercado (libre), algo que resulta muy difícil de aceptar para los austriacos. De hecho, Friedman llega al anarco-capitalismo aceptando la existencia de fallos de mercado, pero constatando que los fallos del Estado son aún más catastróficos y dañinos, por lo que es preferible convivir con el primer tipo de fallos que con el segundo. Por su parte, desde la Escuela Austriaca se defiende el anarco-capitalismo, por considerar que no se puede determinar la existencia de fallos en el mercado (libre), por lo que este funcionamiento es a priori el óptimo para la sociedad.

Friedman ilustra la existencia de fallos de mercado con algunos ejemplos, el más conocido de los cuales es el del ejército antes de la batalla.

Supongamos quinientos individuos armados y pertrechados esperando en su línea la embestida del enemigo. Si pierden la batalla, su poblado será arrasado y sus familias muertas. Cuando comienza el ataque, cada uno sabe que si los quinientos mantienen el frente, ganarán la batalla, aunque algunos perderán la vida. También saben que si uno o unos pocos huyen, se ganará la batalla, y el huido salvará la vida. Y si todos huyen, se pierde la batalla y mueren todos.

En estas condiciones, explica Friedman, el óptimo social resulta de que todos se mantengan en su puesto, pues así ganan la batalla. Sin embargo, el óptimo individual es huir y ser el único en huir, pues así se asegura la supervivencia. En resumen, la decisión racional de cada individuo es incoherente con la decisión racional para el colectivo, por lo que se produce lo que Friedman llama un fallo de mercado.

Pero, ¿es esto de verdad un fallo de mercado? ¿Es una situación realista la que propone Friedman? ¿Qué asunciones implícitas se realizan en este ejemplo?

Lo primero que llama la atención es la presencia de alguien sobre-humano, capaz de saber a priori lo que va a pasar en cada caso. Evidentemente, para alguien que sabe el futuro y todos los posibles futuros, para alguien que tiene información perfecta, sí se puede producir un fallo en el mercado.

Pero en la realidad, nadie tiene información perfecta. Es más, ni siquiera aunque supusiéramos que todos los individuos tienen información perfecta, se podría asumir que va a ser procesada de la misma forma, pues cada individuo es diferente, y lo son sus preferencias, sus conocimientos y su experiencia previa. Los mismos datos van a dar lugar a conocimiento empresarial completamente diferente en cada uno de los quinientos individuos presentes en la línea de defensa, que puede desembocar en diferentes acciones óptimas para cada uno.

Por tanto, en el ejemplo de Friedman tenemos una instancia del planificador central omnímodo para el que sí pueden existir fallos de mercado y que sí puede tomar acciones correctoras. Los demás sabemos que tal es, no solo práctica, sino teóricamente imposible (para una demostración ver la obra de J. Huerta de Soto: Socialismo, cálculo económico y función empresarial), por lo que hemos de desechar el ejemplo de supuesto fallo de mercado.

Además, Friedman únicamente propone dos alternativas para sus individuos: quedarse a luchar o huir. Este es un presupuesto típico del mainstream, incluida la Escuela de Chicago. Estos economistas eliminan de sus modelos la creatividad del ser humano, el emprendimiento, asumiendo que están predefinidos los recursos y los cursos de acción. Nada más lejos de la realidad, afortunadamente. El hombre imagina nuevos usos de los recursos para cumplir sus fines, los pone en práctica, y a veces acierta y mejora su situación, y otras se equivoca y la empeora. Y esta es la esencia misma del funcionamiento del mercado.

Parece, por tanto, poco adecuado tratar de ilustrar fallos en el mercado impidiendo a sus actores la innovación y asignándoles a priori un conjunto limitado de acciones. Es muy probable que, de los quinientos, la mayoría solo vean esas dos opciones. Pero, con uno que imagine una tercera mejor que las propuestas, y gracias al proceso de imitación, es posible que el bienestar social mejore considerablemente, sin que la solución óptima sea que todos se queden a luchar. Basta, a lo mejor, con que uno de los guerreros cuente un chiste o empiece a cantar, y quizá la batalla no tenga lugar y ambos bandos se vayan de fiesta.

Y es que, para poder identificar fallos de mercado, es necesario conocer cuál es el funcionamiento óptimo del mercado. La mayor parte de los economistas creen que dicho funcionamiento se corresponde con el mercado de competencia perfecta, pero ello es un grave error. Entre la múltiple bibliografía al respecto, me remito al trabajo Mitos sobre la regulación para la competencia (2012), donde analizo también esta cuestión (capítulo 4). Otros economistas, como Friedman, inventan situaciones estilizadas en que disponen de toda la información, por lo que atentan contra aspectos teóricos básicos para proponer su ejemplo.

Así pues, en ausencia de una estructura óptima para el funcionamiento del mercado libre (al menos, de una que se pueda predecir a priori), no existe referente teórico contra el que establecer fallos de mercado. Resumiendo: no existen fallos de mercado en el mercado libre, solo opiniones arbitrarias de los individuos que creen saber cómo debería funcionar el mercado. Y esto no tiene por qué suponer ningún problema mientras esos individuos no quieran imponer por la fuerza su visión ideal.

Gracias por provocar la reflexión, profesor Friedman.

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