Desde hace unos días, el Gobierno español y las fuerzas vivas de nuestra política parecen exultantes. Zapatero estará el próximo sábado en Washington para asistir a la reunión del grupo de los G-20. ¿Hay que acompañarles en el regocijo? No sé. Me parece muy descarado felicitar a alguien por su fabulosa “labor de pasillo”, por el “peloteo” recompensado. Antes de hacerlo me gustaría saber cuánto nos ha costado en euros a los españoles las llamadas, viajes y reuniones. Si el esfuerzo mereció la pena o no, lo sabremos el domingo cuando comprobemos la oportunidad de la presencia de Zapatero, la relevancia de sus aportaciones y la influencia real que tienen en los miembros por derecho propio del G 20.
La causa última aducida por el Ejecutivo socialista para este tráfico de influencias a cara descubierta es que España “debería” estar en ese grupo por su relevancia en el mundo. Estoy de acuerdo con Fernando Díaz Villanueva cuando considera que es la falta de espíritu lo que explica la poca influencia de España en el mundo en los últimos tiempos. Pero, además, es importante señalar que no estamos en el grupo de los 20 porque no tenemos que estar. En caso contrario, nos hallaríamos ante la evidencia de que la Unión Europea es una pantomima, cara, esos sí, pero sin razón de ser.
El origen de los G-20 lo constituyen el G-8, la Unión Europea y los países emergentes. Y España ya está representada por el enviado de la UE, como el resto de los 25, y no cabe considerar a nuestro país como uno de los emergentes. ¿Podría aducirse que deberíamos estar en el G-8? Eso es harina de otro costal.
Este grupo se formó entre 1973 y 1977 y agrupaba a los países más desarrollados. Más adelante, una vez cayó el “muro de Berlín” se unió Rusia poniendo de manifiesto la nueva realidad económica y política. Los miembros del G-8 son, además de Rusia, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Japón y Canadá. Uno de los argumentos del presidente Rodríguez Zapatero, hacía referencia a que en términos de PIB, España está por delante de Italia, por ejemplo. Sin embargo, el desarrollo y la influencia económicos no se miden solamente a partir del PIB. Ya puestos, hay que recordar que Italia tiene un PIB a valores de Paridad del Poder Adquisitivo mayor que el nuestro desde hace unos años, de acuerdo con los datos de Fondo Monetario Internacional.
Pero, me pregunto, en cualquier caso, ¿por qué no se ha presionado tanto para que España se incorpore a este selecto grupo antes y es precisamente ahora? La respuesta es inmediata: por la crisis. Se trata de una reunión en la que se pretenden redefinir los términos en los que se desenvuelve el mundo financiero mundial, se intentará ofrecer una respuesta común a la crisis mundial, se habla de un nuevo Bretton Woods. La expectación es lógica. Todos quieren estar. Y España también. Lo que me preocupan son dos cosas.
Primero, no es muy digno asistir a una fiesta sin haber sido invitado, sino después de una cadena de súplicas y peticiones para figurar, por muy importante que sea “salir en la foto”. Segundo, y esto es aún más grave, si el argumento es que Francia ocupa dos lugares por ser Sarkozy presidente de Francia y presidente (por turno) de la Unión Europea, ¿por qué habría de ser España quien represente a la Unión Europea? ¿No debería ser Durao Barroso, como presidente de la Comisión Europea o Václav Havel como presidente entrante? ¿No sería más razonable que alguno de los países del Este, o Irlanda, o alguno de los países nórdicos reclamara su presencia?
La única respuesta a esta paradoja es que no nos sentimos representados por el enviado europeo. Y en ese caso ¿qué sentido tiene nuestra pertenencia además de recibir fondos hasta que se acabe la leche de la ubre europea? Ninguno. Y cerrando el razonamiento: esa es la razón por la que no deberíamos estar en la cumbre de los 20. Somos un país “buscador de rentas”, no aportamos nada, estamos representados como mediterráneos, latinos, europeos… pero queremos ir a toda costa para ver qué podemos rascar. Esa es la relevancia de España en el mundo y ese es el espíritu europeo de nuestros dirigentes.
Los Hombres G son un grupo pop que tomó su nombre del apodo con el que se conocía a los agentes especiales del FBI en Contra el Imperio del Crimen. Hoy podríamos hablar de los 20 hombres G del siglo XXI para designar a los presidentes de grupo de países que se reúnen para tomar decisiones de gran calado. ¿Podría nuestro presidente ser un nuevo Hombre G?
Ya imagino a Zapatero ante el micrófono expresando su preocupación por los pobres y por la paz mundial. Tendría más sentido proponer su candidatura a Miss G-20. No lo haré, no quisiera influir con mi opinión en la marcha de la reunión del sábado… los Blanco somos así.
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