Nunca falla. Si se juntan dos o tres liberales, o dos centenares como los que se reúnen cada año para la Cena de la Libertad, antes o después alguien se referirá a "los socialistas de todos los partidos". Puede que lo haga en un tono muy serio o, tal vez, con un toque de humor, pero alguno de los presentes citará la expresión contenida en la famosa dedicatoria del Camino de servidumbre de Hayek. En el caso español, como el de otros muchos países, la expresión no puede ser más acertada.
Todos los partidos que consiguen representación en cualquier parlamento (autonómico, Cortes Generales o Eurocámara) son en mayor o menor medida socialistas. Hasta los autodefinidos como liberales (por ejemplo, CDC) lo son. Esas cámaras legislativas son la plasmación electoral del "consenso socialdemócrata" del que también tanto nos gusta hablar.
Como cualquier otro grupo humano (ya sea profesional, ideológico, geográfico o de aficionados a determinada actividad), los liberales comparten entre sí una serie de expresiones, cuyo significado dan por sabido y que, además, consideran que responden a una realidad evidente. Ningún defensor de las ideas de la libertad pondrá en duda, por ejemplo, lo que se ha citado al arrancar este artículo: hay socialistas en todos los partidos (o incluso que todos los partidos, al menos los importantes, son socialistas) y existe un consenso socialdemócrata compartido por la inmensa mayoría de la sociedad.
Estas certezas, y el modo de expresarlas, pueden suponer una traba importante a la hora de expandir nuestras ideas. Sin duda es cierto que el ministro de Hacienda español, con sus imparables subidas de impuestos y sus contantes búsquedas de métodos para seguir estrujando nuestras carteras y cuentas corrientes, es un socialdemócrata convencido. Pero haga usted la prueba de decir "Montoro es socialista" delante de alguien que no comparta las ideas liberales. No sólo no le van a enteder, sino que además puede incluso generarse una reacción de rechazo al considerar que quien pronuncia esas palabras es alguien desconectado de la realidad.
Cada vez hay más gente convencida de que vive inmersa en un modelo social y económico neoliberal, cuando no ultraliberal o sometido a la dictadura de los mercados y los poderes financieros. Defender ante quienes piensan así la existencia de un "consenso socialdemócrata" es, en la mayor parte de los casos, una tarea tan titánica como inútil. Una vez más, al usar esos términos tan del gusto de los liberales, se corre el riesgo de ser incomprendido y hasta generar rechazo.
No se trata tan sólo de la presencia en los medios de comunicación, sino incluso del día a día. Quienes defendemos las ideas de la libertad, y queremos expandirlas, hemos de hablar y de escribir de forma de que se entienda lo que queremos decir. Y que resulte atractivo. Lo queramos o no, para gran parte de la población un socialista sólo puede ser "de izquierdas", por ejemplo. Hay más casos, por citar uno más, lo "público" es percibido como un "patrimonio común" (como si cada español tuviera acciones de Paradores o de AENA, entre otras compañías estatales) en vez de como algo controlado por el poder político y con cuya propiedad en realidad nada tenemos que ver.
Al utilizar términos de uso corriente con un sentido, o una carga valorativa, diferente que el que le otorga la mayor parte de la población, nuestro mensaje pierde fuerza; o incluso parece que queremos decir una cosa distinta a lo que intentamos expresar. En realidad, muchas veces los liberales hablamos marciano, pero una variedad muy peculiar. Nuestros interlocutores creen entendernos pero no lo hacen; las palabras que usamos son las mismas, pero el significado es diferente. A ello hay que sumar que, en ocasiones, lo que decimos les suena a extraterrestre sin más.
Hemos de romper ese elitismo intelectual que, acertadamente, nos atribuye Mariano Rodríguez y tratar de ser capaces de hablar en un idioma comprensible para los demás. Debemos aprender, por ejemplo, de algunos de los últimos premiados por este Instituto Juan de Mariana, como Pedro Schwartz o Carlos Rodríguez Braún. Ellos, como varios más de los galardonados, llevan años siendo capaces de mantener el rigor en su defensa de la libertad al tiempo que saben traducir nuestro marciano a terrícola común.
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