Desde que existe el Estado han existido los impuestos. Hoy por hoy el ciudadano medio se ha acostumbrado a tener unos impuestos tremendamente abusivos. Financiar al Estado mediante estas imposiciones es algo tan natural como cualquier otra acción cotidiana de nuestra vida.
Pero no siempre ha sido así; los impuestos llevan aparejados también disconformidad. Cuando el Estado no era tan omnipotente como ahora, los dirigentes tenían menos poder para imponer su voluntad. La historia del ser humano es una pugna continua contra las imposiciones estatales. Aunque en ocasiones el individuo haya aceptado o incluso defendido más autoridad, en la mayoría de los casos ha sido por ignorancia y no por convicción. Hasta los movimientos más autoritarios de la historia han defendido sus regímenes bajo la bandera de la libertad, aunque, por supuesto, mal entendida.
Como ejemplo de lucha contra la tiranía, los movimientos antifiscales han existido en todas las épocas históricas alrededor de todo el mundo. Aunque a veces no seamos conscientes, las personas tenemos una tendencia hacia la libertad, y estos movimientos antiestatistas son una clara manifestación de ello. A continuación, vamos a poner algunos ejemplos de estos movimientos antifiscales en orden cronológico.
A finales del S.VI a.C, el Imperio persa se extendía desde el actual Pakistán hasta Estambul. El territorio estaba dividido por satrapías gobernadas por un sátrapa que cobraba impuestos a sus súbditos para financiar la monarquía. Hacia el final de siglo, el Imperio persa conquistó los territorios de Asia Menor, territorio situado en la actual Turquía. Las ciudades griegas allí situadas estaban sometidas militarmente y el Imperio les cobraban unos altísimos tributos, gravados sobre el floreciente comercio de la zona. En el 499 a.C, Aristágoras, gobernador de la ciudad de Mileto, harto de servilismo y de los altos impuestos, se levantó en armas contra el rey, fue el inicio de las Guerras médicas.
Situándonos ya en la Edad Media, encontramos infinidad de estos movimientos. Hacia el 777 Carlomagno quería proteger su imperio, por lo que realizará una serie de marcas alrededor de sus fronteras. En el sur quería defenderse de los musulmanes que controlaban la península ibérica, buena parte del territorio estaba controlado por Córdoba. Es aquí donde la ciudad de Zaragoza tomará un papel principal: los zaragozanos no querían estar sometidos a Abderramán I y no querían pagar tributos a Córdoba. La aristocracia zaragozana se vio amenazada por el norte y por el sur, los zaragozanos enviaron una embajada a Aquisgrán con una propuesta: la Zaragoza musulmana se entregaría a Carlomagno a cambio de que la reconociera y la defendiera de Abderramán. El germen del Reino de Aragón será un movimiento antitributario.
Ya en la Baja Edad Media, encontramos otros ejemplos como la Rebelión de Wat Tyler en Inglaterra. Muerto el rey Eduardo III, le sucedió su nieto de once años, Ricardo II. Pero como era demasiado joven, gobernaron en su nombre de los duques de Lancaster, York y Gloucester. En ese momento, Inglaterra pasaba por un momento económico complicado debido a las consecuencias de la peste negra y la aprobación del Estatuto de los Trabajadores que congelaba los salarios de los jornaleros. Debido a esto y las enormes cargas impositivas del Estado, se unieron sectores campesinos, clero popular, pequeña nobleza, artesanos y habitantes de las ciudades contra el gobierno. La causa inmediata en 1381 fue la subida del impuesto especial cobrado desde 1377 para financiar la guerra de los Cien Años. Uno de los dirigentes fue Thomas Baker, terrateniente local que se opuso al cobro del impuesto en sus tierras de Essex, y expusó a los recaudadores de impuestos.
Un año después, en 1382, en París, se produjo otra revuelta como respuesta a las nuevas tasas impositivas de Carlos VI y sus regentes. Más de 40.000 personas se levantaron bajo la consigna “abajo los impuestos”. Asaltaron el Châletet para robar armas y mazas de hierro (maillotins) que dieron nombre a la revuelta. Los sublevados saquearon mansiones y mataron a recaudadores de impuestos. Hubo una dura represión por parte del ejercito real en 1383, con el ajusticiamiento de los principales líderes.
Ya en la modernidad, en Castilla tendremos las Comunidades, tras la muerte de Fernando de Aragón, Carlos I se convertía en el nuevo monarca, convocaría urgentemente Cortes en Santiago de Compostela donde se dirigiría con el fin de ganar tiempo y embarcarse en la Coruña con destino a Flandes. El objeto de la convocatoria no era otro que solicitar un subsidio de 300 millones de maravedíes para financiar los gastos de la coronación, lo que desencadenarían en Castilla motines populares. Esto daría lugar a uno de los acontecimientos más importantes del reinado de Carlos. Las consecuencias, según Joseph Pérez, fueron la sustitución de las instituciones de los antiguos regimientos aristocráticos por instituciones representativas, más que una lucha de clases fue una revolución moderna, posiblemente la primera revolución moderna, pero también una revolución prematura.
Un siglo después encontramos más movimientos antifiscales como por ejemplo la Fronda francesa a partir de 1648, son una concatenación de eventos que se alargaron cinco años, en un momento en el que en el panorama europeo pasaba por una situación muy convulsa. Todo se produjo a raíz de la renovación del impuesto de la Paulette, era un impuesto que podían pagar los parlamentarios si querían asegurar el cargo a sus hijos. Tuvo tres fases diferentes, pero llego a un punto final tras la subida de Luis XIV al poder tras alcanzar su mayoría de edad, esta vez la monarquía absoluta obtuvo una victoria incontestable.
Prácticamente entrados ya en la contemporaneidad tendremos la tríada revolucionaria más importante de la historia, la Revolución de las Trece Colonias, la Revolución francesa y la Revolución rusa. Las dos primeras tendrán como germen las tasas impositivas. Comenzaremos con los Estados Unidos, seguramente el ejemplo más conocido de movimiento antifiscal. El Imperio británico decidió adoptar una medida muy impopular que era la de subir los impuestos a las colonias para financiar el costo del mantenimiento imperial. En 1773 se firmó la Ley del Té que convertía a la Compañía de las Indias Orientales en prácticamente un monopolio sobre esta mercancía, la noche del 16 de diciembre en Boston, un centenar de personas asaltaron los barcos y arrojaron las cajas de té por la borda, la ocupación militar de Boston por parte del gobierno británico fue el germen de la guerra entre las colonias y su metrópoli, muchos de aquellos colonos luchaban bajo el lema “no taxation without representation”, aunque el derecho romano ya recogía aquella premisa: quod omnes tangit ab omnibus approbari debet (“lo que a todos toca, todos deben aprobarlo”).
Como último ejemplo, hay que destacar lo que seguramente es la Revolución más importante de la Historia, la Revolución francesa. El alto endeudamiento del Estado francés obligó a la monarquía a subir las tasas impositivas, sin embargo, era el tercer estado quien sustentaba el gasto estatal. El ministro Calonne le propuso al rey que los nobles y el clero pagaran impuestos también, ya que era la única manera de sufragar todos los gastos, este ministro fue sustituido por el arzobispo de Toulouse que propuso la misma medida. Ante la negativa de los estamentos privilegiados, se declararon los Estados Generales, que desde 1614 no se reunían. Comenzó así una paradoja, porque de un movimiento antifiscal nació el germen del Estado omnipotente que sufrimos hoy en día.
Estos han sido únicamente algunos de los numerosísimos ejemplos que hay a lo largo de la historia. ¿Podríamos los historiadores libertarios considerar los movimientos antifiscales o antiestatistas como el motor de la historia igual que los marxistas la dialéctica de clases? Es un mundo todavía por explorar. Lo que queda claro, es que en el devenir histórico, el individuo siempre ha tenido presente el engrandecimiento estatal. Parece que hoy día los impuestos son mejor vistos y más defendidos que nunca en la historia. Es por ello por lo que hace falta una nueva historia del Estado desde sus orígenes hasta hoy para defender lo más preciado que tenemos, la libertad.
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