En una sociedad libre donde los individuos persiguen fines particulares de manera competitiva en un entorno institucional basado en la propiedad privada, la mayoría de ellos termina acumulando cierta riqueza. Los ricos, denominados así por ser propietarios de suficientes bienes de capital como para que sólo con las rentas que éstos generen poder alcanzar un alto nivel de vida, son una consecuencia inevitable de la libertad individual.
El rico puede serlo por diferentes caminos: teniendo un notable éxito empresarial, produciendo bienes o servicios muy valorados; siendo un trabajador altamente especializado con un salario extraordinario; o lográndolo por herencia, juegos de azar, o por su pertenencia a una determinada familia, propietaria de una gran cantidad de bienes de capital y empresas. En cualquiera de los casos, el rico lo será dentro de un ámbito institucional, en relación y dependencia absoluta con el resto de agentes.
Los ricos, además de ahorrar, invertir en nuevos bienes de capital y reponer los ya existentes, son grandes y selectos consumidores. Con su gasto y elección, contribuyen a que los empresarios apuesten por nuevos bienes y servicios, investiguen, prueben, mejoren sus productos, y provean al mercado de calidades y aplicaciones mejores y alternativas. Los ricos gastan en tecnología, premian la innovación y lo hacen con la intensidad suficiente como para que todos esos nuevos bienes y sus aplicaciones sean menos costosos y, por tanto, accesibles a un público creciente.
Los ricos, más allá de su carácter productivo y como meros consumidores, patrocinan un tipo de solidaridad que tiende a no enquistar situaciones de dependencia y marginalidad. La competencia caritativa hace que se cubran las necesidades de un número mayor de causas de desamparo. La sensibilidad del individuo y la necesidad que tiene de corregir las tragedias que le rodean, y compensar, de algún modo, el infortunio más evidente, guía a quien dispone de suficiente riqueza como para vivir sin restricciones hasta convertirlo en un agente solidario perspicaz y creativo. La caridad que procede de la voluntaria aportación y movilización de los individuos no estabiliza la dependencia, sino que crea instrumentos que la reducen o transforman, cuando esto es posible. En los casos más críticos, los medios que se emplean tienden a ser mayores y mejor distribuidos entre las distintas causas benéficas.
La persecución fiscal se justifica en la idea falaz de que el individuo, libremente, nunca llegará a compensar las situaciones de desequilibrio e infortunio que resulten del propio proceso social. En este sentido, se defiende la centralización en la toma de decisiones sobre la redistribución de la riqueza, negando casi por completo esta facultad a todos y cada uno de los ciudadanos, quienes, por culpa de la política fiscal, terminan convirtiéndose en contribuyentes forzosos de un gran entramado estatal de pseudocompensación. La progresividad fiscal pretende penalizar a los ricos, exigiéndoles una contribución exponencialmente mayor que al resto.
La Política, con mayúsculas, representa la antítesis del panorama descrito al principio de este artículo, donde los ricos lo son o llegan a serlo porque son capaces de proporcionar al resto de individuos esos bienes y servicios más útiles para perseguir los fines más valorados por la mayoría. Muy al contrario, un orden social que reserva la riqueza a quienes, a través de la Política, expropiando, interviniendo o regulando en el mercado, alcanzan cotas de poder y prebendas equivalentes a las que en una sociedad libre sólo se lograría de la manera antes descrita, es un sistema basado en la violencia, el fraude y el expolio de la mayoría a favor de una casta privilegiada de dirigentes. Poco importa que éstos sean políticos con "cargo público", o políticos con "empresa privada".
La ideología que no llega a entender el papel de los ricos en la sociedad, porque tampoco entiende que su mera existencia es una consecuencia inevitable de la libertad individual, recurre al argumento moral para desprestigiar a quienes más riqueza acumulan. Existe cierta conexión con la persecución fiscal, dado que se utiliza el argumento de que los ricos nunca pagan suficientes impuestos, y que cuando pueden, los evitan o huyen a algún refugio fiscal.
De acuerdo con este principio, como los ricos "pagan pocos impuestos" (o "menos de los que deberían…"), ha de exigírseles una extraordinaria generosidad en proyectos de caridad. No es raro comprobar cómo muchos de esos ricos terminan cayendo en esta trampa, demostrando una absurda "mala conciencia" que no es sino el resultado de la injusta propaganda que promueven sus enemigos, que lo son también de la libertad individual.
Lo cierto es que sin necesidad de esta presión moral, en entornos de libertad, cuanto más tienen los individuos, más tienden a hacer donativos (voluntarios) a quienes consideran necesitados de atención. Sus enemigos, sin embargo, nunca lo entenderán de ese modo, sino que incidirán en el discurso de la mala conciencia, porque en realidad, "los ricos no aportan tanto como reciben de la sociedad". Los enemigos de los ricos defienden además que la riqueza de los que más tienen, procede precisamente de la explotación de trabajadores, de la destrucción del medio ambiente, de la creación de bienes y servicios que idiotizan o alienan a los consumidores con falsas necesidades…
Pero la realidad es tozuda, y la demagogia cae por su propio peso. El único mundo donde podría no haber ricos, en los términos descritos para una sociedad libre, sería muy parecido a la antigua URSS, donde el poder político se confundía con el económico, y sus detentadores lo obtenían sirviéndose de medios ilegítimos, la conspiración, la purga y el engaño, y sobre todo, gracias a la violencia atroz y generalizada ejercida precisamente sobre el resto de individuos, a quienes se les condenaba a ser más pobres y dependientes de lo que lo serían en un mercado libre.
Los enemigos de los ricos, con sus discursos hueros y cargados de inquina, no afrontan la gran contradicción unida a su defensa a ultranza del Estado frente al Mercado. Las grandes mansiones, los mejores coches y el lujo más obsceno seguirían estando al alcance de unos pocos. Pero a costa de que esta nueva élite de Partido, seguramente inferior en número y mucho más cerrada de lo que son los más ricos de una sociedad libre, disfrutase de los placeres que reporta el control ilegítimo de los medios de producción, el resto, un número mayor y mucho más homogéneo de ciudadanos, viviría terriblemente peor y sin libertad.
Las importantísimas funciones que cumplen los ricos en las sociedades libres no las puede suplir ninguna organización burocrática estatal. La conservación e incremento del capital, la innovación tecnológica y una caridad potente, descentralizada y perspicaz, sólo son posibles cuando los individuos pueden amasar fortunas sin otra restricción que el Derecho, la propiedad privada y la libertad del resto de individuos.
@JCHerran
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!