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Madrid me mata… de sucio

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Vivimos en esta situación dos tragedias: la de los comunes y la de la nefasta gestión pública.

Una de las consecuencias que, a título personal, me ha provocado el cierre por mantenimiento de la Línea 5 del Metro es que, por las mañanas, el tramo entre la Puerta del Sol y la Puerta de Toledo, donde trabajo, lo tengo que hacer andando. Es, o debería ser, un paseo agradable. Saliendo de Sol y tomando la calle Mayor, pronto me desvío por la calle Postas, atravieso la Plaza Mayor saliendo por la calle Toledo, que recorro hasta la Puerta del mismo nombre, pasando por la Iglesia de San Isidro que, hasta que La Almudena le arrebató su condición, fue la Catedral de la Villa y Corte.

Es un paseo que recorre una parte del Madrid antiguo, del Madrid de los Austrias, una parte en la que te cruzas con madrileños que van trabajar o a desayunar, o a ambas cosas, y con repartidores de todo tipo que se apresuran a dejar sus cargamentos antes de que los municipales les indiquen amablemente que la hora para esta labor se acaba o porque marchan presurosos a otros puntos de entrega.

También te cruzas con muchos turistas, incluso a esas horas, sobre todo a esas horas. He llegado a contabilizar hasta cuatro idiomas distintos del castellano en un tramo tan corto como el que va de Postas al principio de la calle Toledo. El turista, ahora maldito, ese turista que sacia su curiosidad por conocer nuevos lugares y gentes, ese que se deja el dinero que es suyo, y no de otros, en la ciudad, ese turista que ahora es perseguido por la extrema izquierda, reina durante esas tempranas horas. Quién lo iba a decir.

Pero hay una cosa que me llama mucho más la atención que todo esto: la suciedad. Madrid, amigos, está sucio y cada vez más. El centro de la ciudad está en unas condiciones penosas. Yo, que por edad me acuerdo del Madrid de la Movida, del Madrid que mal gobernaba el Viejo Profesor, Enrique Tierno-Galván, del Madrid de los drogatas, del Vaquilla, de las bandas y del chute, del Madrid de la contaminación, del Madrid negro de los scalextrics, el de Atocha o el de Cuatro Caminos, del Madrid de los 80, incluso del Madrid en el que la M-30 era un descampado, veo que estamos en un proceso lento pero continuado de deterioro, al menos en algunos aspectos.

No, la culpa no es sólo de Ahora Madrid, que gobierna con el apoyo del PSOE en el Consistorio. Si tengo que buscar un origen cercano tendría que asignárselo a Alberto Ruiz-Gallardón, que con su megalómana gestión de grandes obras dejó endeudado hasta las trancas al Ayuntamiento y a los madrileños y, como consecuencia de ello, se descuidaron servicios fundamentales como el de la limpieza. Ana Botella, su sucesora en la alcaldía, hizo lo que pudo y supo, que no fue mucho, para solucionar algo que no tenía ni tiene solución fácil. Al menos en el régimen político que vivimos.

Y en eso estábamos, con la corrupción de un PP cada vez más metido en cuestiones judiciales, cuando los madrileños votaron y lo hicieron de forma que la izquierda consiguió más concejales que el centro y la derecha, lo que hizo que Ahora Madrid llegara al poder. El problema es que estos nuevos gestores no han hecho nada por solucionar esta situación; por el contrario, a su ideología basada en el enfrentamiento, el victimismo, la búsqueda de antagonistas y culpables le gusta que se den este tipo de escenarios, que la degradación y el descontento se extiendan.

Madrid está sucio. Pero no me refiero a que haya mucha basura por las calles, que también, sobre todo en las vías secundarias, las que no son principales. Esta basura se puede quitar en un momento dado. Me refiero a que el suelo está lleno de manchas: manchas de comida y bebida derramadas, manchas de grasas de distintos orígenes, manchas de heces y orines, caninos o sospechosamente humanos, manchas de sustancias cuyo origen prefiero no imaginar…

Me refiero a que Madrid tiene sus paredes sucias: carteles, enteros o medio rotos, pintadas de mayor o menor gusto, olores que sorprenden a nuestras pituitarias y que son compañeros de esos orines, comidas y restos que cubren las calles.

Me refiero a que el mantenimiento brilla por su ausencia, a esas baldosas rotas que destrozan los tobillos, a los bolardos arrancados y sustituidos, en el mejor de los casos, por un improvisado cono o dejando al aire los peligrosos hierros que esperan el pie de un descuidado andante.

¿Se imaginan, amigos, la reacción de esos turistas que ven el centro y lo encuentran literalmente asqueroso? Ahora entiendo a gente que siendo muy, pero que muy madrileña, se ha ido, con viento fresco, a lugares más limpios y serranos.

Vivimos en esta situación dos tragedias. La primera, la tragedia de los comunes, la de aquellas cosas que, no siendo de nadie en concreto y a la vez de todos, no las cuidamos. Si en España lo de la propiedad privada es algo difícil de interiorizar, lo de la propiedad compartida o lo de la propiedad pública es imposible. Es lo que hay, también hay que tenerlo en cuenta.

La otra tragedia es la de la nefasta gestión pública. La del PSOE en esos años 80 y principio de los 90, la del PP después, sobre todo la de Ruíz-Gallardón, y en estos tiempos que corren, la de Ahora Madrid con el apoyo de los socialistas. Cada uno a su manera no ha sabido gestionar lo que tenía entre manos, quizá con meritorias y poco conocidas y reconocidas excepciones. Viven de la foto, del anuncio. No sabría decir cuántas veces se ha inaugurado la reforma “definitiva” de la de la Gran Vía, inauguración que reporta más fotos para el alcalde de turno que el gasto en la necesaria limpieza y mantenimiento.

No sé si Madrid se merece unos mejores gestores, menos corruptos, menos ideologizados, menos interesados en su propia supervivencia política y más en la gestión de eso que llaman “público” y que cada vez debería serlo menos. O quizá no, quizá lo merezcamos, porque no hemos sabido encontrar otra cosa, exigir otra algo diferente, quizá los madrileños tenemos lo que nos merecemos. Es una cuestión de asumir las consecuencias de nuestros actos. Madrid me mata… de suciedad, caos y mala gestión.

4 Comentarios

  1. Ese trayecto muy conocido por
    Ese trayecto muy conocido por mi donde pegamentos invisibles parecen querer atrapar tus zapatos ocurre también en muchas otras ciudades en los barrios de la periferia. El caso es que no sucede en el Barrio de Salamanca y si en los alrededores de Sol. Madrid cada día es menos amigables y para los mayores la sensación de inseguridad es creciente. El carnet de identidad en un bolsillo y las llaves en otro.

  2. ¿Y si esto es una estrategia
    ¿Y si esto es una estrategia de la extrema izquierda (escudándose en los contratos de limpieza de anteriores gestiones) para, como dices, que reine el sucio y el caos y, con ello, atacar la imagen de la ciudad, entregarla a comités barriales y alejar aires cosmopolitas y turísticos?

  3. En Barcelona se da un
    En Barcelona se da un fenómeno muy silimar. Y creo que no es producto de un desbordamiento de gestión, sino más bien de algo intencional. Conocerás la situación en la Ciudad Condal. Y no es tampoco casual que allá donde reina el sucio y el caos, estén los delincuentes que violan el derecho dd propiedad privada (los llamados okupas) o la permisividad con la venta ambulante y los desechos que genera (los conocidos manteros).

  4. https://itsgoingdown.org
    https://itsgoingdown.org/portland-anarchists-fixing-potholes-city-streets/

    A finales de febrero de este año, un grupo anarquista de la ciudad de Portland, Oregón, decidió pasar a la acción directa contra el Estado Soviético-Fascista: se pusieron a reparar baches.

    Cinco baches, cinco. En este vídeo (https://www.youtube.com/watch?v=nu4tB9hP3xc) podemos ver a un esbirro del Estado «preocupado por el riesgo» al que se exponían los rebeldes anarquistas.

    Resulta que los funcionarios al mando no «tenían» dinero para gastarlo en cosas útiles y necesarias, como cuidar el asfalto. Los anarquistas, siempre tan antisociales y destructivos, decidieron tomarse la justicia por su mano. Ahí estaban, embozados como corresponde a todos los enemigos de la Ley. Con un saquito de asfalto y la herramienta adecuada («asphalt hand tamper», un compactador manual) para aplanar el parche y hacer una reparación correcta y duradera. Todo para beneficiar a los desconocidos que pasen por esa carretera. Para que los coches no sufran averías evitables ni accidentes mortales. Para evitar que se formen peligrosos charcos. Para que nadie se caiga y se rompa la pierna, o algo peor. (¿Recordáis la película de «El día de la marmota» (Groundhog Day), la escena en la que Bill Murray mete la pierna en un charco profundo?)

    Qué malos son los anarquistas. Mira que competir con las autoridades democráticamente elegidas… ¡qué locura!

    Me pregunto qué pasaría si los madrileños decidieran limpiar su ciudad. ¿Se ofenderían los políticos? ¿Llegaría la policía a detener a la gente? ¿Hay alguna ley que impida a la gente limpiar su calle? Recordemos que usando el sagrado nombre de la «seguridad pública» cualquier locura puede convertirse en ley.

    Los liberales creemos en la división del trabajo. Es bueno que un señor que está especializado en cirugía torácica no pierda el tiempo limpiando la calle. Por su especialización, este hombre puede hacer mucho más bien en su trabajo que en labores de limpieza pública. Los que no saben hacer nada muy especial puede capacitarse rápida y fácilmente en limpiar la vía pública. Todos salimos beneficiados, porque se aprovecha mejor el tiempo y fluye el dinero. La vida cotidiana es más agradable.

    Pero los gobernantes y los sindicalistas no creen en la división del trabajo. No creen en la cooperación voluntaria. No creen en el poder civilizatorio del dinero y el capital. Para demostrar que su fe se corresponde con la verdad, nos hacen la vida imposible.

    No solo las ciudades están descuidadas. Lo peor es que la gente sufre moralmente porque no se le permite hacer lo que tiene que hacer, mediante amenazas de sanciones. Ese es el verdadero problema del paro. Cuando la ley eleva el coste del trabajo, hay menos demanda de trabajo, y los que ofrecen su trabajo se ven completamente marginados y desesperados.

    Cómo no, la culpa es del neoliberalismo y hace falta más regulación y más gasto público.

    El egoísmo es un gran problema de la humanidad. Sería bueno extirpar el egoísmo de los reglamentos y normas, dejando a la gente en paz.

    Hay que rebelarse contra la estupidez de los gobernantes. Tenemos que hacer justicia limpiando y reparando nuestras ciudades. Hay que desnacionalizar el mantenimiento de la vía pública. Basta ya de chapuzas y retrasos.


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