El pasado verano el físico Manuel Toharia impartió una lección magistral en Valencia sobre el mito y realidad del cambio climático.
El pasado verano el físico Manuel Toharia impartió una lección magistral en Valencia sobre el mito y realidad del cambio climático (cfr. minutos 11 al 51). Resumo las palabras de este notable comunicador, el que fuera el “hombre del tiempo” en TVE de los años setenta:
El cambio climático tiene -según él- mucho de mito pues se confunde con el tiempo atmosférico. Este último es muy cambiante espacial y temporalmente de manera constante e imparable. El clima, por el contrario, es el promedio estadístico de variaciones del tiempo a muy largo plazo. Se pueden comparar parámetros estadísticos de unos periodos con otros y tratar de calcular sus variaciones. Se sabe que a lo largo de la historia de la tierra ha habido muchas variaciones climáticas: hubo épocas geológicas en que nuestro planeta estuvo recubierto de hielo en su totalidad (la última hace unos 600 millones de años), otras ha estado completamente desprovista de hielo (ni siquiera en los polos ni en pleno invierno, por ejemplo en el Carbonífero y buena parte del Jurásico) y actualmente tiene unos pocos hielos en los polos y se disfruta de un clima promedio en general agradable (por eso hay mucha biodiversidad).
En el espacio hace mucho frío: 271 grados centígrados bajo cero, pero la tierra disfruta de una temperatura de equilibrio gracias a nuestra atmósfera que retiene parte del calor y no vaya durante la noche a parar todo al espacio exterior y se pierda. Eso hace que la temperatura de régimen (promedio) de la atmósfera terrestre no sea de 18º bajo cero -como le correspondería- sino de 15º sobre cero (como es en estos momentos); lo que significa 33 grados de diferencia (!). Esto se lo debemos en gran medida al benéfico efecto invernadero del vapor de agua y del dióxido de carbono, nuestros gases aliados de de la vida. Al quemar combustible fósil se suelta CO2 junto a vapor de agua, ambos se componen de los elementos más estables de la naturaleza (el carbono y el hidrógeno) que son, además, unos gases estupendos para la vida (el CO2 es lo más contrario a un contaminante para la vida, pues es el único gas que permite la biomasa en la tierra como bien dice el Sr. Toharia).
No obstante, si aumenta la proporción de estos gases en la atmósfera podría hacer subir la temperatura de la atmósfera. El vapor de agua es el gas de efecto invernadero más potente pero, a pesar de no saber medir bien sus emisiones a resultas de la quema de combustibles fósiles, su proporción en la atmósfera es despreciable con respecto a su ciclo natural. Por el contrario, se sabe que desde el último siglo se ha emitido un 30% más de CO2 (antropogénico) a la atmósfera y, aunque sigue siendo una contribución pequeña en comparación a su ciclo natural, no es una proporción tan pequeña como el vapor de agua permaneciendo, además, mucho más tiempo en la atmósfera.
Con buen criterio científico, nos recuerda Toharia que existen una serie de deficiencias en el conocimiento humano sobre el clima terrestre tales como el efecto real del calentamiento del sol mediante el denominado viento solar en la ionosfera o la influencia de las corrientes marinas en las zonas costeras del planeta. Estas áreas de conocimiento incompleto pueden tener una incidencia en el clima tan importante como el efecto invernadero. A esto se añade que las mediciones de modernos satélites y observatorios son recientes y carecemos de registros mínimamente fiables de anteriores periodos. Hay demasiadas incógnitas.
Sabemos poco e ignoramos mucho. La capacidad predictiva depende de dominar las leyes que rigen cada área de conocimiento. En el caso de la meteorología las predicciones no pueden sino ser defectuosas. Con el clima las dificultades se multiplican aún más pues reposan sobre una realidad sometida por el caos que hace enormemente vulnerables y problemáticas dichas predicciones. Hasta aquí lo más interesante de la conferencia.
Luego el disertador empieza a entrar en el terreno ético y económico… y desbarra. Como buen malthusiano comunica memes de lo políticamente correcto. Se alarma el Sr. Toharia de que el 18% de la humanidad consuma el 80% de los recursos finitos de la tierra y que seamos muchos humanos en la tierra (7.000 millones, casi 100 millones más cada año), que vivamos cada vez más (los ricos de media 80 años, los pobres 40 años y los intermedios chinos e indios ya 65 “y siguen subiendo a toda pastilla”), comamos mucho y gastemos mucha energía (casi un 80% quemando combustibles fósiles, carbón e hidrocarburos).
Ni una palabra sobre el escandaloso climategate del año pasado. La conclusión de Manuel Toharia es clara: “Aunque no hubiera cambio climático habría que hacer lo mismo que se nos dice que tenemos que hacer por si el cambio climático es dramático y horroroso… y aunque no lo hubiera y no fuera dramático ni horroroso”…por si acaso. Un desproporcionado principio de precaución sin tener en cuenta los altísimos costes que un supuesto riesgo cero decretado políticamente implicaría al conjunto de la humanidad. Decepcionante.
Dice nuestro físico no ser ingenuo y no piensa que “la parte rica de la humanidad vaya a ser buenísima y vaya a ayudar de buena gana a los pobres para que dejen de ser pobres” pero “todo lo que consigamos en la buena línea” (es decir, intervenciones y planificaciones de todo tipo desde el poder) será “eso que habremos ganado”. Defiende la dimensión ética de los problemas medioambientales no por amor a la “mamá naturaleza” sino por “amor a los pobres que se mueren de hambre porque (sic) a nosotros nos sobra de todo”. Un ejemplo más del zeitgeist actual, el que más dinero atrae. Pena que un divulgador tan capaz ignore el origen de la riqueza, las ventajas de la ética de la acción humana libre y férreamente sometida a reglas abstractas y la mitigación y adaptación a dicho cambio climático incierto (1, 2); ni siquiera se plantea las posibles alternativas que pueda ofrecer el futuro abierto del hombre (1, 2). Con ello hubiese podido bordar su intervención pero sería probablemente marginado y dejaría de ser invitado a dar conferencias.
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