No es posible que el mismo programa político sea en un caso la quintaesencia del progreso y en otro una peste a erradicar.
Una vez asentado Donald Trump en la Casa Blanca, Marine Le Pen es el personaje político del momento. Las posibilidades ciertas de que alguien clasificado en lo que se conoce comúnmente como extrema derecha pueda llegar a la presidencia de la República francesa ha encendido, como no podía ser de otra manera dados los usos y costumbres de la aplastante mayoría de medios de comunicación y del politicastrerío, todas las alarmas. Nos encontramos ante un fenómeno, el de la nieta del viejo Jean-Marie Le Pen, que trasciende las fronteras del país vecino.
El asunto, no obstante, resulta curiosísimo. Y es que la mayor parte de las propuestas de Marine Le Pen son un calco, cuando no suponen un paso más allá, de las clásicas reivindicaciones de la extrema izquierda: recuperación del control político del banco central para salir del euro y poder recurrir a la emisión masiva de moneda nacional, fortalecimiento del Estado de bienestar con grandes programas sociales, retórica contra las multinacionales, responsabilización al fraude fiscal de todos los males, nacionalizaciones de industrias clave, bajada del precio del gas y la electricidad, prohibición del fracking, promoción de energías renovables, programa de infraestructuras públicas, control de bienes y capitales internacionales, críticas a las privatizaciones de servicios públicos, derogación de la reforma laboral, subvenciones a empresas no competitivas, jubilaciones a los 60 años, subidas de pensiones o jornada laboral de 35 horas.
Por tanto, algo falla. No es posible que el mismo programa político sea en un caso la quintaesencia del progreso y en otro una peste a erradicar.
La explicación la encontramos en la inadecuada definición de izquierda y derecha que se empezó a inocular en la sociedad con la llegada del nacionalsocialismo. Lo explica Erik von Kuehnelt-Leddihn:
En Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, los nacionalsocialistas, por desgracia, se sentaron en la extrema derecha como consecuencia de la simpleza mental de la gente de asociar nacionalismo con derechismo e, incluso, con el conservadurismo -una idea grotesca si uno recuerda el antinacionalismo (antietnicismo) de los Metternich, de las familias monárquicas y de los ultraconservadores europeos. El etnicismo (nacionalismo), además, fue un subproducto de la Revolución Francesa (como lo fue el militarismo). El nacionalismo (tal como el término se entiende en Europa, si bien no en América) es, antes que nada, identitario, una manera de conformidad.
Esta mala colocación de los nacionalsocialistas en el Reichstag ha dado lugar a una confusión semántica y lógica que empezó un tiempo antes. Los comunistas, socialistas y anarquistas se identificaban con la izquierda; los fascistas y nacionalsocialistas con la derecha. Al mismo tiempo, era evidente que había un gran número de similitudes entre los nacionalsocialistas, por un lado, y los comunistas, por el otro. Esto dio lugar a la famosa e idiota fórmula: Nos oponemos a todo extremismo, venga de la izquierda o de la derecha. Es más, rojos y pardos son prácticamente idénticos: los extremos siempre se tocan.
Pero como señala el propio Kuehnelt-Leddihn, «esta manera de pensar es increíblemente confusa: los extremos nunca se tocan. El frío extremo y el calor extremo, la lejanía extrema y la cercanía extrema, la fuerza extrema y la debilidad extrema, la velocidad extrema y la lentitud extrema… nunca se tocan. Nunca devienen iguales ni siquiera similares». Así, solo se puede llegar a la conclusión de que la izquierda radical y Le Pen no se tocan por los extremos, un imposible, como se ha señalado, sino por ser realmente la misma cosa.
Se podrá replicar que hay una sustancial diferencia entre la extrema izquierda y la mal llamada extrema derecha: la visión que ofrecen de la inmigración. Y es cierto que la izquierda se muestra en este punto abierta y tolerante y Le Pen, en cambio, promueve estrictos controles. Pero esta desavenencia cabe acaso interpretarla como una desviación por parte de la actual izquierda del verdadero izquierdismo y como una confirmación de Le Pen en, precisamente, el izquierdismo más fetén. De nuevo, el polígrafo austrohúngaro:
La izquierda es la enemiga de la diversidad y una fanática propulsora de la identidad. La uniformidad se recalca como la utopía izquierdista, el paraíso en el que todo el mundo es igual, la envidia ha desaparecido y el enemigo ha muerto, vive fuera del reino o ha sido totalmente humillado. La izquierda aborrece las diferencias, las desviaciones, las estratificaciones. La única jerarquía que puede aceptar es funcional. La palabra «uno» es su símbolo: un lenguaje, una raza, una clase, una ideología, un mismo ritual, un único tipo de escuela, una ley para todo el mundo, una bandera, un escudo, un centralizado estado mundial.
6 Comentarios
Fascismo es, por definición,
Fascismo es, por definición, izquierda nacionalista. Los filósofos socialistas, por coherencia, defendían la eliminación de las naciones (qué igualdad puede existir con naciones). George Sorel es el padre del fascismo: afirma que el socialismo debe abandonar la pretensión de ser coherente, y que ha de utilizar la demagogia, y que no existe mejor demagogia que el nacionalismo.
Benito Mussolini lee y cita a Sorel, y lo pone en práctica, y dice que el fascismo es el socialismo que ha descubierto la pasión patriótica. También Hitler afirma que el socialismo y el nacionalismo por separado serán siempre derrotados, que deben aplicarse juntos. »
Tras el Manifiesto fascista de Verona, lo deja claro Mussolini: «Nuestros programas son definitivamente iguales a nuestras ideas revolucionarias y ellas pertenecen a lo que en régimen democrático se llama «izquierda»; … En este caso no puede haber duda: nosotros somos la clase trabajadora en lucha por la vida y la muerte, contra el capitalismo. »
En España son fascistas la ERC, las CUP, la ETA, el BNG, etc. (hasta el Psoe, que podríamos llamar polifascista, según qué comunidad defiende una nación u otra, o muchas, socialista polinacionalista, polifascista diría yo).
BAS, el fascismo es lo que
BAS, el fascismo es lo que dices, pero en cualquier sitio puedes encontrar que surgió en Italia con Benito Mussolini (esto es correcto) y que es un movimiento derechista (esto no es correcto). El «saludo romano» es una buena prueba de ello. No sé que tiene que ver el Imperio Romano con el concepto de derecha que surge después de la Revolución Francesa. Y encima este gesto se relaciona con la extrema derecha, ya es que tiene traca el asunto. Ni siquiera los que se puedan denominar hoy en día de extrema derecha saben lo que dicen.
En fin, como me gusta decir: la arrogancia es lo que tiene.
La izquierda es que para no contradecirse debe ostentar un mayor grado de igualdad que de libertad. Por eso nos podemos encontrar frases como: no hay libertad sin igualdad.
Digamos que si el gráfico de Nolan en lugar de la variable libertad, contemplara la variable igualdad, quedaría así: igualdad personal e igualdad económica.
La izquierda tendría más igualdad económica que libertad económica (aquí no es que se prohíba la igualdad sino que se permite la desigualdad) y menos igualdad personal que libertad personal (aquí no es que se prohíba la libertad sino que se permitiría la esclavitud).
De ahí que el concepto de «igualdad ante la ley» no encaje tanto como en la derecha y se intente justificar la esclavitud en harás de algún supuesto fin predeterminado que tiene la humanidad. De ahí que sean más compatibles con los totalitarismos y por eso dijera eso Kuehnelt-Leddihn.
Si el gráfico de Nolan estuviera compuesto por: fraternidad personal y fraternidad económica (aquí un poco para completar su lema: libertad, fraternidad e igualdad). La izquierda tendría más fraternidad económica y menos fraternidad personal. Digamos que sería más de dar limosnas que de acompañar al «limosnado». La mayoría de la gente suele ser más izquierdista en este aspecto.
Esta por supuesto sería la disección por partes de la izquierda conforme a su lema y para que no digan que faltan conceptos y que sólo se habla de libertad.
Para terminar decir que este hombre dice eso sobre el nacionalismo, porque es cierto que es identitario y requiere de homogeneidad y esto a su vez de igualdad. Esto es más compatible con la izquierda, yo nunca lo he negado cuando lo defendía. En cuanto a la inmigración, la derecha lo que estaría es en contra de las «externalidades negativas»; nunca se ha prohibido en ningún lugar la inmigración al 100 % aún gobernando la derecha. Digamos pues que no acepta lo «extranjero» que sea intrusivo (de ahí que lo asocie incluso con la invasión), pero no tiene tanto que ver con buscar o conservar una homogeneidad, uniformidad, etc.
Anonimo está sumergido en la
Anonimo está sumergido en la confusion
Los Socialistas deberían
Los Socialistas deberían releer a Kaustky. Ser Socialista y Nacionalista es el Fascismo en estado puro. Se de algo se preciaba el Socialismo era de su Internacionalismo y del Concepto de Solidaridad. Ahora mismo no sustenta ni lo uno , ni lo otro. Es puro oportunismo y rentabilidad política. No conocen , ni les interesa conocer su Historia. De porqué de la I a la II Internacional y a la III . No pueden ser más incongruentes.
Fernando González,
Fernando González, solidaridad económica concretamente y vía terceros, es decir, coactiva. El individuo no puede elegir a quien ayudar ni negarse a que le ayuden por consecuencia lógica con sus ideales. ¿Porqué? porque si la gente no quisiera ayuda, no podrías ayudar al prójimo lógicamente.
En cuanto al internacionalismo, esto es más de izquierdas en sí, no del socialismo en particular y vuelve a centrarse en lo económico. Por eso cuadra el nacionalismo en temas de cultura, idioma…
DIEGOVIZ, ¿no será que lo
DIEGOVIZ, ¿no será que lo estás tú en la ignorancia?
Explícanos tu tesis pues, que me quiero reír un poco.