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Mascarillas: Desenmascarando otros sesgos y fraudes científicos

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El asunto de las máscaras, tratado con extensión en 2 partes aquí y aquí, parece que sigue siendo controvertido para algunos. Especialmente en el primero de los artículos expuse cómo se generaron estudios con diversas formas de manipulación y sesgos para forzar una ciencia que defendiera las máscaras contra virus, y ello a pesar de décadas de ciencia opuesta a ello.

Añadamos aquí algún otro sesgo como confirmación de dicha ciencia basura, que intentó desde 2020 contradecir la evidencia. Lo explica en este artículo titulado ‘Por qué las máscaras no funcionan en el mundo real’ el popular comentarista conservador Daniel Horowitz, quien comienza su artículo diciendo que ‘No hay un solo lugar en el planeta donde las máscaras hayan demostrado frenar la propagación. Y esto no debería sorprendernos’. Al margen, como comentamos en artículos anteriores, de que hasta la FPP2 no filtra lo suficiente para un virus. Aunque lo hiciera, el ajuste que siempre prácticamente es imperfecto la haría inútil.

En concreto, un 3.2% de apertura en el ajuste la hace totalmente inservible (aun suponiendo que filtrara lo suficiente, que no lo hace). Como comenta el higienista industrial Petty, las micropartículas siempre van a viajar y dirigirse hacia el punto de escape. Un estudio alemán concluyó que sólo un 1% de apertura hace bastante inútil cualquier máscara. Un estudio americano determinó que cualquier ámbito de efectividad (y que nunca sería para virus) de una FPP2 se destruye al 88% con sólo un 1% de apertura.

En cualquier caso, el 2021 se estableció que no menos del 90% de partículas del covid son menores de 0,3 micrones, lo que significa más pequeños que la mejor máscara FPP2 sellada y pegada a la cara aun con cemento y pegamento. Además, dicho estudio establece que cuando la persona tiene mayor carga viral y es más infecciosa, se incrementan aún más las partículas más pequeñas: las máscaras son extraordinariamente inútiles cuanto más contagioso es alguien. En el gráfico inferior de dicho estudio vemos que siendo en el día 7 el pico de contagiosidad se incrementan aún más las partículas inferiores a 0,3 micrones (barra azul oscura). Ninguna premisa puede cumplirse: ni llevar una máscara te puede proteger a ti de otros, ni puede proteger a otros de ti.

Siendo el humo de tabaco un buen ejemplo para visibilizar el tipo de aerosoles contagiosos con virus, podemos ver aquí que una FPP2 correctamente puesta en cara y orejas deja salir perfectamente el humo del tabaco. Una máscara quirúrgica por estructura y tejido además siempre va a tener un desajuste aún mucho mayor por defecto. Un ajuste del 100% en el mundo real con cualquier máscara es prácticamente imposible, incluyendo una sofocante FPP3 que empezaría a mostrar cierta efectividad sólo si estuviera perfectamente sellada a la cara.

Pero no perdamos nunca de vista, insisto, que aún con el mejor sellado concebible hasta una FPP2 es básicamente inútil contra virus. El siguiente gráfico sobre el tamaño de aerosoles por respiración puede ser bastante ilustrativo. En la zona roja cae todo tamaño que puede traspasar perfectamente una N95 o FFP2 totalmente sellada, lo que supone la mayor parte de los aerosoles por respiración y como vimos no menos del 90% de partículas contagiosas de covid. ¿En qué parte del espectro de partículas de respiración una máscara de las que usamos puede ser efectiva? En el lado verde, ¡partículas tan grandes en las que los virus nunca están presentes!

Todos los estudios modelizados en laboratorio que nos bombardearon desde 2020 sobre las maravillas de las máscaras contra el covid eluden los inevitables desajustes. Todos esos estudios por tanto son, objetivamente, pura basura científica.

Y esto concuerda perfectamente con el hecho de que esos estudios tan prometedores sobre las máscaras son típicamente estudios mecánicos de laboratorio, en ciencia el tipo de estudio más sesgable y manipulable de peor calidad (sólo un artículo de opinión es científicamente más pobre que esto). Por el contrario, como ya expuse en artículos anteriores, los estudios controlados (el estudio DANMASK-2 de Dinamarca, probablemente el mejor y mayor hecho sobre máscaras) han sido siempre consistentes, concluyendo que las máscaras no funcionan para virus.

Aparte, pues, de eludir el problema de los desajustes inevitables que echa por tierra la efectividad de la mejor máscara posible, una manipulación claramente más burda la encontramos incluso en estudios promovidos por la autoridad sanitaria norteamericana, el CDC. Es el caso de este estudio promocionado por el CDC a comienzos de 2021 sobre la supuesta efectividad de llevar doble máscara y realmente cuesta creer una manipulación tan manifiesta. ¿De qué se trata? Teniendo el covid en aerosoles un tamaño predominante alrededor de 0,1 micrones (0,07 a 0,15), el CDC se quedó más ancho que largo con un estudio que medía la efectividad en un rango de 0,1 a (atentos) ¡7 micrones! Aún estamos por descubrir virus con ese tamaño que, en efecto, empezarían a ser visibles para el ojo humano. Y sin duda no tiene desperdicio esta afirmación del CDC en la que dicen que el covid tiene menos de 10 micrones, lo cual es como decir que tiene menos de medio kilogramo. Es difícil encontrar ejemplos tan llamativos de ciencia basura; inventarse el tamaño del virus para hacer que funcionen cosas que no funcionan.

 

Como era de esperar, pues, en EEUU que es un gran país de estudio por su diversidad entre estados tanto en política como uso de máscaras, que no se encuentra ninguna asociación entre mayor uso de máscaras en un estado determinado con la mortalidad por covid. Hay similar proporción de baja y alta mortalidad covid con uso elevado de máscaras, como alta y baja mortalidad covid con uso bajo de máscaras.

Sin embargo, sí hay una fuerte correlación entre mayor uso de máscaras y mayor nivel de desempleo.

Resulta francamente desesperante que artilugios clínicamente tan inútiles hayan tenido un impacto social tan negativo. El uso elevado de máscaras se ha correlacionado fuertemente con mayor sensación de pánico y terror al virus, mayor sensación de soledad y aislamiento y menos tiempo de interacción con los demás (curiosamente las personas que se creían más protegidas con sus máscaras son las que más han evitado mantener relaciones sociales).

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