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Mascarillas: una afrenta a la ciencia y la evidencia

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El ser humano prefiere la seguridad antes que la verdad

Mario Sabán, filósofo y psicólogo

Una mentira es como una bola de nieve, cuanto más rueda, más grande se vuelve

Martin Lutero

Si bien es cierto que la mayoría de la población ya ha advertido el engaño que han supuesto las máscaras, muchos aún siguen aferrándose a ellas a pesar de que estudio tras estudio fracasan (te invito a llegar al segundo apartado de este artículo para demostrarte lo rayano en inexistente de la evidencia, incluso sorprendente para quien haya leído todos mis artículos previos). Lo cual sólo puede explicarse de un modo: el orgullo que imposibilita reconocer haber estado equivocado; incluso profundamente equivocado.

Así pues, los autodenominados expertos que en 2023 siguen defendiendo las políticas públicas de máscaras (aquí un ejemplo) son sin sorpresa alguna los que no han reconocido ni una sola equivocación o error por su parte, por ingente que se haya acumulado ya evidencia sólida en contra. Para aún más sonrojo y sorpresa, la administración Biden está aún en 2023 litigando para reimponer las máscaras en el transporte tras meses sin ellas (desde mayo 2022), y por supuesto, a pesar de que no se ha mostrado evidencia en su favor en este tiempo. Y en 2023 distritos escolares en EEUU, todos muy progresistas, están reimponiéndosela a alumnos sin evidencia.

Durante los últimos meses he intentado hacer una exposición tan minuciosa como clara sobre lo que la ciencia y evidencia dicen (1 y 2), analizar y refutar estudios ‘basura’ diseñados para decir lo que los autores (o autoridades) querían (3), así como mostrar que la imposición de máscaras siempre fue por doquier una medida estrictamente política y nunca científica (4).

Cochrane cierra el debate científico

Durante varios años, y aún persiste el problema, querer debatir siquiera sobre la efectividad y utilidad de las máscaras ha sido perseguido y censurado del mismo e idéntico modo que parece prohibido poder debatir sobre el llamado ‘cambio climático’, las actuales leyes de género, el modelo del Bienestar del Estado o la Guerra Civil Española. Hay asuntos que parecen tabú someterlos al debate mismo, pues ha parecido imponerse sobre ellos una verdad oficial incuestionable. Las máscaras han sido triste y clamoroso ejemplo de ello.

Por si aún quedaban dudas, en enero de 2023 el Cochrane publica un meta-análisis (considerado el patrón oro de la medicina basada en evidencias) sobre el uso de máscaras para virus respiratorios, considerándose la más sólida revisión científica probablemente hasta la fecha sobre este tema. En total se analizaron 78 estudios seleccionados de alta calidad que acumularon más de 600.000 participantes desde 2009 hasta 2022. Para casos de gripe y covid confirmada en laboratorio, los autores concluyen:

El análisis sugiere que llevar una máscara médica/quirúrgica probablemente marca muy poca o ninguna diferencia respecto a no llevarla.

Respecto a los estudios con N95/FPP2, los autores concluyen:

El análisis sugiere que llevar una máscara N95/FFP2 probablemente marca muy poca o ninguna diferencia

En la nota oficial de prensa de Cochrane sobre su meta-análisis, se afirma: “No existe certeza de que llevar una máscara N95/FPP2 ayude a reducir la propagación de virus respiratorios”

El Dr Vinay Prasad, oncólogo y hematólogo profesor de Medicina en el Departamento de Epidemiología de la U. de San Francisco fue de los pocos que desde el mismo inicio de 2020 estuvo en lo correcto al decir que no iban a servir de nada las máscaras para un virus. El Dr Prasad comenta el cierre del debate final del Cochrane aquí.

Recordemos y tengamos muy en cuenta este hecho: ninguna autoridad pública nunca pudo presentar ni tampoco realizó ningún estudio controlado para avalar su política pública de máscaras. Cuando aún no se había distorsionado la realidad científica, por ejemplo aquí en 2003 en plena epidemia del coronavirus SARS en Oriente, el The Sidney Morning Herald de Australia reportaba como las autoridades multaban a los fabricantes de máscaras que exageraban su utilidad. Incluso el rotativo australiano cita a médicos y expertos que afirmaron que una máscara sólo cumple su función durante no más de 15-20 minutos ya que al hidratarse con la respiración deja de servir.

Mascarillas en salas de operaciones: un uso meramente teórico (sí, has leído bien)

Hasta ahora siempre hemos hablado de la ausencia de efectividad y evidencia para máscaras contra virus respiratorios. En resumen, no son capaces de filtrar el tamaño de un virus aunque fueran selladas a la cara con cemento armado. Las máscaras quirúrgicas adquieren su nombre precisamente porque son tradicionalmente de uso en la sala de operaciones. Su finalidad es evitar que caigan microgotas de nariz o boca sobre heridas abiertas y generen sepsis (nunca se han usado para evitar contagios virales). Veamos pues si este uso quirúrgico realmente tiene una evidencia sólida o es meramente un beneficio teórico (parecería razonable en un acto quirúrgico extremar las precauciones incluso de beneficio hipotético).

· Ritter y otros (1975), estudio, “llevar una máscara quirúrgica no tuvo efectos sobre la contaminación ambiental en las salas de operaciones”

· Ha’eri y Wiley (1980), estudio en el que en múltiples operaciones de modo repetido impregnaron con microesferas de albúminas el interior de las máscaras de cirujanos para evaluar si éstas evitaban que se transmitieran al paciente. Los autores concluyen (negrita mía) que “hubo contaminación de partículas en heridas del paciente en todos los experimentos”

· Laslet y Sabin (1989), estudio de 504 operaciones de cirugía cardíaca con o sin uso de máscaras. “No hubo infecciones en ningún paciente con independencia de que se usaran o no máscaras”. Años después, en 2002, Sjol y Kelbaek revisan aquel estudio y en su revisión concluyen: “el uso rutinario de gorros y máscaras quirúrgicas no parece tener un impacto beneficioso en la incidencia de infecciones durante la cateterización cardíaca”.

· Tunevall (1991), estudio que analiza 1.537 cirugías con uso protocolario de máscaras quirúrgicas versus 1.551 cirugías sin ningún uso de máscaras. Las infecciones totales y porcentuales fueron mayores en el grupo que usó máscaras (4,7%) frente a los cirujanos que no las usaron en absoluto (3,5%).

· Skinner y Sutton (2001), revisión de la literatura y evidencia científicas sobre el uso de máscaras en el acto quirúrgico. “La evidencia para eliminar el uso de máscaras quirúrgicas [durante operaciones] parece ser más fuerte que la evidencia disponible para mantener su uso”

· Lahme y otros (2001), análisis de 72 operaciones con uso de máscaras por pacientes durante la anestesia. “El uso de máscaras por los pacientes durante la anestesia no produjo efectos sobre la contaminación aérea de bacterias. Por tanto, su uso es prescindible”

· Figuereido y otros (2001), análisis de 5 años de diálisis peritoneal en clínica sin uso de máscaras. No se hayan diferencias en infecciones frente a clínicas que usan máscaras durante el procedimiento.

· Bahli (2009) hace una minuciosa revisión de la literatura científica desde 1966 hasta 2007 en PubMed, Cochrane, Google Scholar o Medline sobre uso de máscaras en salas de operaciones. El autor afirma que “existe una controversia científica” sobre la utilidad de llevar máscaras durante el acto quirúrgico. Concluye que “no hay diferencia significativa en la incidencia de infecciones post-quirúrgicas observadas entre cirujanos con máscaras y cirujanos que no usan máscaras”

En 2010, la mayor institución médico-hospitalaria de los países nórdicos, el Karolinska Institute de Estocolmo de hecho modificó sus protocolos haciendo no obligatorio el uso de máscaras para los anestesistas. En la publicación científica al respecto afirman que “la evidencia científica para esta práctica es débil e insuficiente” y dicen que “reconocemos la falta de una evidencia científica sólida”.

La cuestión aquí, si incluso en su uso tradicional quirúrgico -contra gotas y microgotas incluso que sí pueden atrapar las máscaras- existe una controversia científica real sobre sus beneficios, ¿en qué punto íbamos a esperar que las máscaras tuvieran algún beneficio contra virus microscópicos decenas de veces más pequeños que el filtro de cualquier máscara?

Mascarillas: pocos o nulos beneficios, y múltiples perjuicios

De dramático a trágico se convierte el tema cuando descubrimos que las máscaras no sólo no son útiles para la salud pública, sino que de facto pueden llegar a ser bastante perjudiciales. Sin ánimos de ser exhaustivos, podemos citar algunos hechos establecidos:

· En cuanto a bacterias y virus se sabe de su potencial para aumentar el riesgo de infección. En 2022 se denominó efecto Foegen, por el que una máscara por la condensación que crean en la boca impide la expulsión de virus contribuyendo a mayor infección. Ya en 2020 un modelo animal con hámsteres halló mayor carga viral en los animales que tenían máscaras.

· Las máscaras en sí mismas no son inocuas. En febrero de 2022, Nature publicó un artículo sobre la presencia de dióxido de titanio en muchas máscaras, el cual está clasificado como un carcinógeno B2. En dicho estudio, la máscara que analizan con menos nivel de dióxido de titanio supera 5 veces lo aceptable para la salud. Y en julio de 2022, Nature publica otro estudio en el que con un solo uso aparecen más de 1600 colonias de bacterias y hongos en las máscaras, varios de ellos patogénicos. Piensen en los niños (y ancianos) que han tenido que llevar durante meses durante más de 6 o 10 horas al día esto.

· El riesgo de acidosis por reinhalar tu CO₂ constantemente con una máscara siempre ha existido. Un estudio de abril de 2021 reporta efectos en el uso constante de máscaras como la reducción de oxigenación, dolores de cabeza, aumento de la temperatura medida en la respiración… y concluye que “el uso prolongado de máscaras por la población podría conducir a efectos relevantes y consecuencias en muchos campos clínicos”. La acidosis prolongada en el tiempo está asociada, recordemos a problemas cardiovasculares, deterioro neuronal y problemas inmunes y riesgo de cáncer.

En resumen, por desgracia, las mascarillas pasarán a la historia como una de las mayores afrentas e ignominias de las políticas de salud pública de la historia, sin ningún base; sin ciencia ni evidencia. La erosión de la confianza en unas autoridades públicas que han impuesto por decreto semejante pseudociencia es incalculable. Como Guadalupe Sánchez escribía al respecto:

Pero no hay relato capaz de ocultar que el uso obligatorio de las mascarillas en el transporte constituye una evidencia más de cómo este gobierno se ha excusado en la sanidad para obrar con arbitrariedad. La pandemia fue la ventana de oportunidad que les permitió testar la docilidad de la sociedad en situaciones de excepcionalidad: no hay injusticia que no podamos tragar si la presentan en forma de papilla avalada por «expertos». La alarma sanitaria habilitó a nuestro gobierno para usar las restricciones como el amo del perro tensa la correa para demostrarle al animal quien manda. Las mascarillas son un símbolo del rebaño que fuimos y que somos.

Guadapupe Sánchez

2 Comentarios

  1. Seria conveniente iniciar procedimientos judiciales en todos los países contra las propias autoridades nacionales y supranacionales. Los abusos y tropelías cometidos no pueden quedar impunes.


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