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Memoria numismática

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Este mes de noviembre hemos visto cómo Correos, sociedad estatal regida por un compañero del Partido Socialista y sueldo de 200.000€ anuales, sacaba a la venta un sello “conmemorando” la fundación hace cien años del Partido Comunista de España. Correos, recordemos, es una empresa estatal con pérdidas millonarias (96 millones de euros en pérdidas en 2021 y una previsión de 150 en 2022, aunque las ha reducido vendiendo su sede valenciana) que realiza competencia desleal al resto de empresas que se dedican a la paquetería.

El caso es que una sociedad que sostenemos todos con nuestros impuestos, especialmente con los beneficios de sus competidores que tienen que aguantarse viendo cómo les sustraen parte de sus ganancias para financiar a un competidor perpetuamente en pérdidas, ha decido felicitar el cumpleaños al partido nacido en nuestro país para convertirse en un satélite de Moscú. Esta filial de los bolcheviques siempre defendió con acalorado entusiasmo el golpe de Estado llevado a cabo por Lenin en 1917. Más bien, habría que decir golpes de Estado. Primero lo intentaron en julio y no les salió bien. Lenin y sus secuaces terminaron exiliados en Finlandia. Volvieron a la carga en octubre (noviembre para nosotros) tras el fracaso de la ofensiva Kérénski durante el verano de 1917 que le costó el poco crédito que tenía al Gobierno Provisional. Pero ahí únicamente se hicieron con el poder legislativo, ya que no pudieron suspender las elecciones a cortes constituyentes programadas para diciembre. Posteriormente, intentaron manipularlas, pero su poca implantación en el campo dio el triunfo al Partido Social-Revolucionario (los eseristas). En enero de 1918, cuando la asamblea se reunió el primer día y salió elegido presidente de esta el fundador de los eseristas, Víctor Chernov, Lenin ordenó rodear el Palacio de Tauride e impedir a los diputados electos que siguieran deliberando sobre el proyecto constitucional.

Pero aún no había sido fundador el PCE, como decimos, hasta 1921. Y no fue el único partido comunista durante la II República española. El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) se convirtió en el gran rival por el alma comunista de los españoles, pero con un matiz: no se trataba de un país controlado por la III Internacional Comunista (Komintern), esto es, el gobierno soviético, esto es, por Stalin, sino que seguía los postulados internacionalistas de Troski. El POUM fue purgado por el gobierno de Negrín en las Jornadas de Mayo de 1937: a su secretario general Andreu Nín lo despellejaron vivo agentes de Stalin y al escritor Eric Blair (acá George Orwell) casi lo fusilan, algo que contó posteriormente en su libro Homenaje a Cataluña. El PCE culpó entonces a agentes de la Gestapo.

Pero el gran momento del PCE llegó tras la derrota en la Guerra Civil. Con la mayoría de sus cuadros exiliados en Moscú y colocados en diversos organismos soviéticos, cabría esperar una feroz oposición por su parte al pacto Ribbentrop-Mólotov. Pero ahí estaba Dolores Ibárruri, La Pasionaria, para mantener firme al Partido. Enrique Castro, asistente personal de José Díaz, cuenta en Mi fe se perdió en Moscú cómo se fue desencantando con el régimen de economía planificada debido a las privaciones que tanto él como su mujer sufrían, así como la toma del poder por parte de Ibárruri cuando Díaz, asqueado y acosado, se tiró por una ventana en 1942. Es en este periodo cuando abundan las obras de comunistas españoles exiliados que se fueron alejando de la ideología. Cabe citar a los dos tomos de Jesús Hernández: Yo fui un ministro de Stalin, cuando aún intentaba traer el comunismo a España desde las filas del Frente Popular, y En el país de la gran mentira, cuando ya se había exiliado en la Unión Soviética y pudo conocer de primera mano la miseria en la que vivía el soviético medio durante el régimen de Stalin.

La historia del PCE puede rastrearse hasta la Transición, ya que se trataba del partido más organizado y beligerante contra la dictadura franquista, pero el liderazgo de Carrillo terminó abruptamente en 1982 tras hundir electoralmente el Partido. Posteriores intentos de reflotar la extrema izquierda sólo han sido posibles gracias a coaliciones infinitas cada vez con más partidos, lo cual ha hecho que la marca PCE, aunque siga existiendo, esté prácticamente desaparecida.

Pues bien, en España, desde apenas un mes antes, tenemos vigente una Ley de Memoria Democrática que, entre otras cuestiones, castiga con elevadas multas cualquier tipo de ensalzamiento del golpe de Estado del general Franco de julio de 1936. Los anteriores golpes de Estado sufridos por la República a manos de comunistas y socialistas no han sufrido legislación contraria. Si por algo destaca la ideología comunista en la actualidad es por su ignorancia absoluta del s.XX. Nunca existió el golpe de Estado de octubre del 37, la política económica de Allende, las nacionalizaciones castristas, la NPE, el chavismo, los jemeres rojos, el Gran Salto Adelante o las purgas estalinistas. Pero no se queda ahí, ya que han sido capaces de colonizar el concepto de democracia, aunque se hayan tirado siglo y medio luchando contra él. Pese a sus furibundos intentos por acabar, por ejemplo, con la II República, la legislación actual nos invita a ver el PCE como el baluarte de la democracia, como los luchadores infatigables por mantener en pie el régimen republicano contra el fascismo. Ahí tenemos un sello para conmemorarlo.

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