Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas (frase atribuida a Orwell).
Durante los últimos años hemos visto en infinidad de ocasiones a Angela Merkel retratada como una especie de reencarnación femenina de Adolf Hitler. Desde la prensa autoproclamada «progresista» se ha alimentado una poco disimulada germanofobia –una forma de xenofobia que por algún motivo resulta políticamente correcta– que no duda en banalizar el nazismo y que personifica en la canciller germana todos los males que se atribuyen al gigante centroeuropeo.
Esa caricatura de Merkel, a la que se presenta como personificación de Alemania, como la nueva Hitler, aguanta muy mal cualquier mirada a la realidad. Eso si hablamos en términos generales. Si además observamos su actitud ante la libertad en ámbitos que son determinantes en las sociedades abiertas, lo que nos encontramos es precisamente una gobernante muy alejada del nacionalsocialismo.
Eso es al menos lo que ocurre con la postura de Merkel, y sus ministros, frente a la libertad de expresión. Mientras que, por ejemplo, la argentina Cristina Fernández de Kirchner lleva años atacando de todas las maneras posibles a la prensa que no controla (con leyes mordaza o comparándola con los grupos de torturadores y matones de la dictadura militar), la alemana no ha dudado en enfrentarse a su propio fiscal general en defensa del derecho a ofrecer y recibir información libremente. Y lo ha hecho hasta el punto de que su Ejecutivo ha destituido al máximo responsable del Ministerio Público, que acusó de traición a un blog por informar sobre los servicios secretos interiores.
Netzpolitik.org había publicado partes de documentos internos de la Oficina Federal de Protección de la Constitución (BfV, por sus siglas en inglés) sobre la creación de una nueva unidad para vigilar internet y detectar y analizar a radicales y extremistas en las redes sociales. Esta información molestó a la Fiscalía, que imputó a los responsables de la web periodística un cargo de traición por revelar documentos secretos. Antes incluso de que se supiera si estos eran o no tan confidenciales como pretendía la fiscalía, Merkel y sus ministros salieron en defensa de los acusados.
Realmente da envidia este comportamiento de la canciller y los miembros de su Gobierno. En España resulta inimaginable que un gobernante, da igual que sea Rajoy o cualquiera de sus antecesores, se pusiera de parte de los periodistas de manera automática. Y lo mismo puede decirse de muchos otros países. En algunos, como la Venezuela bolivariana o la Argentina de Cristina K, directamente sería el Gobierno el que lanzaría los organismos estatales sobre los profesionales de la información. Por mucho que se le pueda criticar en otros aspectos, parece claro que el compromiso de Merkel con la libertad de expresión en general, y con la prensa en particular, es sincero.
Sin embargo, todo puede mejorar. Al final, la Fiscalía ha retirado los cargos debido a que los documentos publicados no son «secretos de Estado». El problema radica en que incluso aunque lo fueran, su publicación no debería ser delito. No al menos por parte del medio y sus profesionales. Es lógico que se persiga penalmente al funcionario o agente filtrador (puesto que está sujeto a unas normas de confidencialidad), pero para que el periodismo sea libre debe poder informar de aquello que los Estados no quieren que se cuente. Mientras el periodista no cometa un delito para conseguir una información (como chantaje, soborno o hackear un servidor informático), debe ser legal que la haga pública con independencia de cómo la haya logrado su fuente.
Para que Merkel demuestre todavía más su compromiso con la libertad, debería encabezar una iniciativa destinada a cambiar la ley que permite perseguir a los periodistas que cuenten en sus medios secretos de Estado. La norma es antigua, no la creó ella, pero sigue ahí después de décadas y gobiernos alemanes de distinto signo. Es deseable que desaparezca, en Alemania y en todos los países en los que exista algo parecido.
Se le atribuye a George Orwell la siguiente frase:
Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas.
Ya va siendo hora de que deje de haber periodistas que se vean obligados a elegir entre ser relaciones públicas o carne de tribunal. Una auténtica libertad de prensa, y, por extensión, de opinión, es fundamental para que exista una sociedad libre.
2 Comentarios
Para un libertario, la señora
Para un libertario, la señora Merkel es un dragón estatalista con cuernos, garras y flameantes bocanadas.
El hecho de que haya otros estatalistas como hidras de 30 cabezas que matan con la mirada, puede ser comparativamente peor pero eso no convierte a la señora Merkel en San Jorge.
Pretender que el Estado, monopolista de la violencia y la ley, promulgue leyes que lo cuestionen y que posibiliten la existencia de una sociedad libre… del Estado, es un desiderátum que suscribo pero no preveo.
El compromiso de la señora Merkel con la libertad me parece trilerías sobre quién tiene la liberalidad más larga entre socialdemócratas para aplauso de las opiniones públicas.
Socialdemocracia: (fem) –
Socialdemocracia: (fem) – «todos somos iguales pero algunos.son mas iguales que otros».