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Modernidad y libertad

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El liberalismo y la modernidad comparten la misma edad del hombre, y tienen una vinculación con la Ilustración. La misma idea de la modernidad entronca con lo que puede entenderse que es un ideal propio del liberalismo. Con la modernidad, el individuo adquiere una nueva autonomía. El individuo adquiría su persona en función de la comunidad en la que vive, su sexo y edad, oficio y extracción social, y según un conjunto de usos muy definidos. El individuo, en la modernidad, ya no adquiere ese rol, sino que lo fija él mismo. Fija sus expectativas, que ya no le vienen dadas por su condición social y por las escasas posibilidades de salir de ella. Y no se guía ya por lo que le dictan las normas, sino por su propio juicio, guiado por la razón.

Esa razón se aplica a la naturaleza, tanto para conocerla como para manipularla. De ahí el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Esa aplicación de la razón a los recursos para satisfacer las necesidades del individuo, de la que se ocupa la ciencia económica, se da la mano con una experiencia histórica que se ha llamado capitalismo. El capitalismo contribuye al desarrollo de la modernidad, porque le ofrece al individuo más medios para construir su persona, para fijar nuevas expectativas.

Esa razón se aplica, también, al Estado. El Estado experimenta toda una transformación durante la aparición de la modernidad. En la era medieval, las relaciones entre personas (marcadas, como he recordado, por la posición que ocupan en la sociedad), están basadas en usos que se asemejan a contratos. Dado que tras el derrumbe de la antigüedad, el poder estaba muy difuminado, las instituciones que surgieron durante el medievo no llevaron inmediatamente a una tiranía tipo oriental, sino que llevaron (lo explica Powelson) a la creación de compromisos que evitaban el conflicto, y que tendían a repartir o, más bien, dividir el poder. Los reyes eran, muchas veces, primus inter pares, y su sucesión estaba abierta a la creación de diversas alianzas. Su poder sobre la gente era muy importante, pero estaba a su vez limitado.

La aparición del Estado moderno viene de que el comercio y las ciudades surten de medios económicos a la Corona, y ésta crea una nueva corte profesionalizada, y organizada en una combinación de la lógica del poder y la aplicación de la razón. El Estado, con la modernidad, pierde por un lado los lazos de dependencia con los grupos sociales: El Parlamento se ha convertido en un instrumento más del propio Estado, y la banca privilegiada o pública le ha dado nuevos medios financieros sin el control de la sociedad. Y por otro, se convierte en un instrumento más al servicio de las nuevas y crecientes expectativas del hombre moderno. No sólo quiere mantener a su familia, cumplir con las normas sociales y salvar su alma, sino que busca crear una sociedad perfecta y participar de ella. El Estado es la tecnología de esa pretensión. La modernidad, que ha ido de la mano del liberalismo, ha traído como uno de sus hijos al socialismo.

El liberalismo histórico ha sido agente de la modernidad y, por esa vía, ha contribuido al crecimiento del Estado: Le ha querido dotar de racionalidad, emancipación de las viejas servidumbres, sujeción a un conjunto de normas, sí, pero también actuación en función de un conjunto de objetivos acotados y definibles en el juego político.

La modernidad, en definitiva, ha permitido la emancipación del individuo, pero también ha permitido que se plantee la implantación de los sueños de la razón que, como decía el pintor, produce monstruos.

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