Nos demoramos dos años, pero finalmente el Gobierno parece haber encontrado el origen del problema.
Garret Hardin escribió un artículo en 1968 titulado “La tragedia de los comunes” en el que describe una situación en la cual varios individuos, motivados solo por el interés personal y actuando independiente pero racionalmente, terminan por destruir un recurso compartido limitado (el común) aunque a ninguno de ellos, ya sea como individuos o en conjunto, les convenga que tal destrucción suceda.
Se da un caso de trampa social en el que se enfatiza un conflicto sobre el uso de los recursos comunes al implicar una contradicción entre los intereses o beneficios de los individuos y los bienes comunes o públicos. En palabras de Barry Schwartz: ¿Cómo escapar del dilema en el que muchos individuos actuando racionalmente en su propio interés pueden en última instancia destruir un recurso compartido y limitado, incluso cuando es evidente que esto no beneficia a nadie a largo plazo?
La política económica argentina está presa hoy de esta misma tragedia tal como lo relató Hardin hace exactamente 50 años. ¿Quiénes son estos individuos y qué objetivos contrapuestos persiguen?
El objetivo común de todos los ministros del área económica es que la economía deje atrás décadas de estancamiento y emerja una sociedad pujante, insertada en el mundo. Para ello es necesario sortear varios desequilibrios heredados alcanzando una serie de objetivos secundarios como el equilibrio fiscal (Nicolás Dujovne), la estabilidad monetaria (Federico Sturzenegger), un nivel de impuestos moderado o bajo (Leandro Cuccioli), una infraestructura energética y de transporte adecuada (Juan José Aranguren y Guillermo Dietrich) que permita alcanzar el potencial de producción (Francisco Cabrera) y de la agroindustria (Luis Miguel Etchevehere), con un tipo de cambio competitivo que permita el turismo (José Gustavo Santos) y garantice el pleno empleo (Jorge Triaca). Claro está que el Gobierno eligió un camino gradual para cubrir estos objetivos donde es vital la financiación externa (Luis Caputo), pero los desencuentros han sido la norma.
Algunos ejemplos recientes muestran las contradicciones entre ministros: Dujovne acepta la propuesta de la oposición y Cuccioli reglamenta el impuesto a la renta financiera propuesto por la oposición, pero esto complica a Caputo y la financiación del déficit fiscal; mientras se devalúa el dólar, Santos celebra que el turismo local se vuelve más atractivo, pero Sturzenegger se preocupa porque se acelera la inflación; mientras el propio Sturzenegger sube tasas de interés para evitar la crisis cambiaria, la actividad económica se resiente, y con ello Cabrera encuentra nuevos obstáculos para animar la producción, a la vez que Dujovne pierde puntos de recaudación; mientras Dietrich impulsa la obra pública en infraestructura para acelerar el crecimiento, el déficit fiscal financiero se incrementa, a lo que de nuevo Caputo debe encontrar financiación.
Gustavo Lopetegui y Mario Quintana coordinaban en los papeles a los ministros, pero no parecían tener el poder suficiente.
Nicolás Dujovne acaba de ser elegido como el Súper-Ministro de Economía que muchos pedíamos. Y es que los esfuerzos individuales no parecían confluir a buen puerto. Dujovne podrá vetar de aquí aquellas políticas que los distintos ministros propongan y vayan en contradicción con sus objetivos. Esto, a priori, nos deja tres buenas señales para el mercado: 1) su formación como economista lo muestra mejor preparado que Lopetegui y Quintana para cubrir esta función; 2) el Gobierno parece reconocer con esta “nueva función coordinadora” las incompatibilidades comentadas; 3) que sea Dujovne y no otro, prioriza de alguna forma que el foco esté puesto en Hacienda, es decir, en el desequilibrio fiscal.
Después de todo, si se reduce el desequilibrio fiscal, la autoridad monetaria reducirá la emisión de pesos tanto para monetizar el déficit fiscal como para comprar los dólares que adquiere el Tesoro al tomar deuda, además de que pueden empezar a evaluarse reducciones de impuestos. Sin emisión monetaria se baja la inflación y sin deuda externa se resuelve el atraso cambiario que promueve un enorme déficit de cuenta corriente. Sin inflación, ni atraso cambiario, y con menos impuestos se promueve la inversión, lo que fomenta el crecimiento, y con ello un mayor bienestar. La bajada del gasto público puede postergar la inversión en obra pública e infraestructura, lo que puede resentir en el cortísimo plazo la actividad económica, pero el desafío es atraer inversión privada para estos sectores.
Nos demoramos dos años, pero finalmente el Gobierno parece haber encontrado el origen del problema. Eso al menos puede deducirse del discurso del presidente Macri, y de esta nueva función que adquiere el Súper-Ministro.
3 Comentarios
Al margen de la decisión,
Al margen de la decisión, probablemente apropiada, de nombrar un superministro coordinador todo parece indicar que el problema de Argentina es mucho más profundo. Son muchas décadas de ciclos repetidos para volver al sitio de partida. La solución sin duda es compleja. La principal barrera al desarrollo argentino, es probablemente de tipo cultural: una sustancial porción del electorado, de los medios artísticos y de la intelectualidad adhieren a visiones populistas que difícilmente permitan el tiempo necesario para implementar políticas racionales. Además existe un profundo entramado corporativo que abarca desde sindicatos autoritarios de naturaleza fascistoide hasta empresarios prebendarios que viven de contratos con el Estado, pasando por multitud de organizaciones sociales que a través de diversos subsidios mantienen electorados clientelares. Y todo esto a pocos años del gigantesco robo que fue la expropiacion de YPF o el “corralito” que volatilizó los ahorros de miles de argentinos dejando la confianza por los suelos. En conclusión, ningún superministro ni ningun superhéroe arreglará fácilmente semejante desorden. Argentina y su gobierno necesitan tiempo pero la sociedad y la oposición difícilmente se lo brinde.
Excelente comentario osvaldo.
Excelente comentario osvaldo.
Buen articulo y mejor
Buen articulo y mejor comentario