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No hay lugar para Sopranos

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Está claro. Los Soprano, a pesar de arrasar en los Emmys, a pesar de ser considerada por la crítica internacional como una de las mejores series de la historia de la televisión, no triunfa en nuestro país.

Relegadas a la televisión de pago, fuera del prime time en las generalistas, las andanzas de unos mafiosos italoamericanos de Nueva Jersey no parecen haber calado en los gustos de los televidentes españoles. En su lugar, series más cercanas a la idiosincrasia española, a nuestra forma de ser, como Los Hombres de Paco o Cuéntame, así como programas de entretenimiento como Mira quién Baila en los que famosos como Ortega Cano despliegan sus habilidades danzantes, copan la pequeña pantalla.

Aquí no hay nada que decir. Como buen liberal, me parece que sobre gustos no hay nada escrito y que cada espectador debe poder elegir sus programas favoritos (otra cosa es que las televisiones públicas habría que cerrarlas mañana mismo).

Pero este artículo no va de modelos de televisión, ni de series. Aquí lo que me interesa es la razón de que en nuestro país, el modelo de familia mafiosa, como los Soprano en la ficción o los Gotti o Genovese en la vida real, no tengan la gran presencia que tienen en otros países, muy especialmente en Estados Unidos.

Efectivamente, excepto clanes muy localizados y vinculados a actividades ilícitas muy concretas, como los famosos Charlines del narcotráfico gallego, el modelo Soprano brilla por su ausencia en España. Y otro modelo de familia, de clan, como los Chaves, encabezados por "la persona más honrada de Andalucía", ZP dixit, es perfectamente legal y en ningún modo puede ser considerado mafioso como ha quedado perfectamente claro después de la sesión de control en el Congreso sobre el particular.

Así, actividades que en otros países son infestadas por la mafia, como el sindicalismo, las contratas de basuras, la explotación de locales nocturnos o la concesión de licencias urbanísticas, aquí se han podido ver libres de dicha plaga.

Y creo que la razón es la existencia de partidos políticos y sindicatos que gracias a su estructura, a su fuerte imbricación en la sociedad y a su omnipresencia en casi todas las actividades económicas no han permitido que mafias privadas al estilo sopranil se desarrollen.

Un ejemplo. Un sindicalismo independiente puede ser fácilmente penetrado por la mafia. En cambio, UGT o Comisiones Obreras, apoyadas por el estado y subvencionadas con dinero público, no dejan lugar a que las mafias convencionales entren. La competencia es demasiado fuerte.

Otro. Un bar estilo Bada Bing en Madrid hubiese tenido que pasar por la criba que representa la concesión de licencias por parte del ayuntamiento y posiblemente operase en un local de propiedad municipal, como el caso del tristemente famoso Balcón de Rosales. En estas condiciones, la mafia clásica lo tiene muy difícil.

Otro más. Como vemos en Los Soprano, los intereses de la famiglia también abarcan el terreno de la construcción y la especulación urbanística, corrompiendo a cargos municipales y sobornando a políticos. Esto aquí no sucede. Como representantes de partidos políticos que son, en España es prácticamente imposible sobornar de forma individual a un concejal o a un alcalde, pues están metidos en una férrea estructura de partido que hace que los casos de corrupción individual que empiecen y acaben en el propio individuo corrupto sean muy limitados.

Está claro. Cuanto más consiga el poder político, a través de sindicatos y partidos, meterse en todos los ámbitos de la sociedad, cuanto más consiga el Estado controlar y dominar la vida de las personas, menos sitio tendrán las mafias tradicionales. Así, con los nazis, con Mussolini, en la Unión Soviética o en la Cuba de Fidel, las mafias privadas brillaban por su ausencia… el Estado era la única y todopoderosa mafia.

Y aunque algún malpensado pudiera creer que en nuestra Nación de Naciones pudiese darse el mismo caso, esto no va a pasar. Efectivamente, las mafias tradicionales como Los Soprano lo tienen difícil aquí, lo cual es una gran noticia para el ciudadano de a pie, pero, afortunadamente, no corremos el riesgo de que el Estado español con sus partidos y sindicatos omnipresentes, se convierta en una supermafia única y todo poderosa.

Gracias al Estado de Derecho en el que vivimos, a la independencia del Poder Judicial y a la labor de control que se lleva a cabo en el Senado y el Congreso, así como a las elecciones que cada cuatro años se celebran y en las que el pueblo español puede expresarse democráticamente, y, por supuesto, a la gran labor de la Corona, ese peligro está muy, pero que muy lejano.

Nota del autor: Si os gustan Los Soprano, tenéis que descargaros, legalmente y previo pago del canon, The Wire No tengo palabras.

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