El mes pasado una empresa poco conocida fuera del sector de la informática alcanzó su pico de popularidad. CrowdStrike liberó una nueva versión de su software para Windows con un error que provocaba un bucle infinito en el reinicio del sistema operativo. Cientos de miles de servidores y estaciones de trabajo de multitud de empresas dejaron de estar operativas en cuestión de horas. Curiosamente, los ordenadores particulares no se vieron apenas afectados al no hacer uso del software de CrowdStrike, ya que se trata de una herramienta de ciberseguridad orientada a empresas.
Las empresas asumen un mayor rol
Más allá del aprendizaje que las compañías van a hacer de este suceso, la lección que todos podemos extraer de lo ocurrido es que los procesos desasistidos excesivamente centralizados nos vuelven frágiles. Y esa fragilidad puede llevar a accidentes graves o a que otros agentes saquen provecho de nosotros.
Pertenezco a una generación que en su infancia tuvo la suerte de poseer los primeros ordenadores personales. Eran máquinas aisladas que obligaban a ser responsable de cada uno de los elementos que se ejecutaban en ellas. Era muy común que cualquier error te supusiera horas de investigación para ser resuelto.
Aunque muchos recordamos aquellos tiempos con mucho cariño, la universalización de los ordenadores y, sobre todo, de los smartphones y tablets cambiaron radicalmente la forma de utilizar los sistemas operativos. Hoy en día con extraer el dispositivo de la caja e indicar nuestra cuenta de usuario no se precisa de más configuración.
… y el Estado las utiliza como guiñoles
Esto no debería ser un problema en un mundo ideal. Cualquier persona es libre de acordar con una empresa delegar la gestión de determinados servicios para no tener que dedicar su tiempo a entender cómo funcionan y dónde acaban sus datos. El problema es que hace mucho tiempo que los Estados occidentales aprendieron que las empresas privadas eran la mejor vía para limitar los derechos individuales. Así que delegar nuestros dispositivos, que es donde volcamos gran parte de nuestra vida, nos hace muy vulnerables.
La Unión Europea está comenzando una batería de medidas que hacen urgente tomar conciencia de esta realidad. Las CBDCs, las amenazas de sanción a la plataforma X por no plegarse a la censura y propuestas como Chat Control no dejan lugar a dudas. A los burócratas europeos no les gusta la descentralización que ha supuesto internet en la generación y consumo de información. Y todo apunta a que han decidido mirar a China para buscar formas de volver a un statu quo más cómodo.
Elon Musk nos ha conseguido algo de tiempo gracias a su heroica compra de Twitter, pero no sabemos cuánto va a durar. Su apoyo a Trump es un arma de doble filo, y aunque en noviembre volviéramos a tener al republicano en la Casa Blanca, eso no garantiza que la Unión Europea no desate totalmente las hostilidades contra su plataforma X.
Cypherpunks
Por suerte tenemos de nuestro lado más herramientas, como explicó muy bien el profesor Bastos. Los cypherpunks allanaron el camino para que nuestras comunicaciones por internet puedan seguir siendo confidenciales. Pero para poder mantener este logro vamos a tener que eliminar a las empresas de la ecuación.
Para que dos dispositivos puedan comunicarse entre sí por internet se necesita que ambos estén encendidos y conectados a la red al mismo tiempo (comunicación síncrona), o que un servidor haga de intermediario (comunicación asíncrona). Aunque cada vez es más común que nuestros dispositivos estén siempre encendidos, hemos heredado la necesidad de disponer de servidores centralizados que hagan de intermediarios en nuestra comunicación. Nos facilita las cosas. Las vuelve cómodas.
Pero hay una solución que puede ser casi igual de sencilla, y que elimina a las empresas de la ecuación: tener tu propio servidor en casa. Disponer de un ordenador constantemente encendido y conectado a internet que sirva de servidor central para todos los dispositivos que quieras conectar a él, y sea tu pasarela para comunicarte con el mundo.
Nodos domésticos
A los bitcoiners les sonará bastante natural. Para participar en la red de Bitcoin (BTC) es muy recomendable tener tu propio nodo. Un nodo no es otra cosa que un servidor de BTC ejecutándose las 24 horas del día para tener siempre actualizada la cadena de bloques. El objetivo es que cualquier operación que hagas en la red pueda ser canalizada a través de él, sin que ningún tercero pueda monitorizar tu actividad.
Es la red de cientos de miles de nodos de BTC la que está doblegando a políticos y Estados. No hay razón para que no se pueda replicar lo mismo para establecer un sistema de comunicaciones libre de la interferencia estatal.
La tecnología ya existe, solo hay que aprender a utilizarla. Los mini PC, ordenadores con un procesador cuyo consumo es igual al de una pequeña bombilla led, se pueden combinar con Tor, protocolos como Nostr y aplicaciones como SimpleX. Ello nos permitiría tener comunicaciones privadas y contenido en texto, audio o vídeo incensurable.
No va a ser un camino de rosas, pero es prometedor. Normalmente, oponerse a un Estado censor conlleva unas herramientas y destrezas mucho más difíciles de adquirir. Aquí estamos hablando de un hardware de poco más de cien euros y pasar una docena de horas viendo tutoriales. Y una vez configurado, es el servidor (del tamaño de una caja de puros) el que va a trabajar 24 horas al día para garantizar tu libertad de expresión y la confidencialidad de tus comunicaciones. Y gracias a empresas como Umbrel o Start9 cada vez será más sencillo.
Vamos a una época donde el conocimiento y las herramientas van a marcar unas diferencias enormes en la vida de las personas. Tener educación financiera, poseer BTC y tener tu propio nodo pueden ser lo que dé libertad a un individuo en las próximas décadas. Las tres cosas están al alcance de cualquiera con una conexión a internet. Vale la pena ir familiarizándose con las tres. Es posible que en unos años no sea tan fácil acceder a este tipo de información.
Ver también
Privacidad y fungibilidad en bitcoin. (Manuel Polavieja).
Nuevos ataques contra la libertad y la privacidad. (Manuel Polavieja).
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