En Estados Unidos éste es año de elecciones. En el mes de Noviembre se celebrarán las Midterm elections, en las que se renueva por completo la Cámara de Representantes y el 33% del Senado. El propio Presidente Barack Obama se ocupó de inaugurar el año, en el debate del Estado de la Unión, dando el pistoletazo de salida de la que será una larga campaña electoral. Es hora de sacar la demagogia de la chistera. Y es que la estrategia del Partido Demócrata apunta a centrar una especial atención en torno al debate sobre el salario mínimo en Estados Unidos.
La propuesta lanzada por Obama al Congreso, y querepite casi a diario en sus continuos discursos, consiste en elevar el salario mínimo a $10,10 la hora. Los Demócratas ya han recibido, hace escasos días, un primer varapalo en el Congreso, pero amenazan con seguir insistiendo hasta que salga adelante. La idea es meter presión de cara a las elecciones. El propio Obama no tardó en mostrar su cara más populista cuando recientemente se dirigió a la Nación argumentando que los Republicanos en el Congreso están rechazando "ayudar a millones de trabajadores a salir de la pobreza".
Actualmente el salario mínimo a nivel federal es de $7,25 la hora, sobre el que algunos estados fijan salarios mínimos superiores. Estados como Hawaii, Connecticut o Maryland se han sumado al carro y han subido el salario mínimo a los $10,10 propuestos por el Presidente. De adoptarse a nivel federal, la propuesta de Obama supone un incremento del salario mínimo nada más y nada menos que del 40%. ¿Es ésta una genial idea que revolucionará, para bien, la sociedad americana? ¿O es un completo disparate?
El salario mínimo es una de esas políticas económicas en las que la opinión de la gran mayoría de la población no coincide con la de los economistas. Según el popular profesor de economía de Harvard Greg Mankiw, alrededor de un 70% de los economistas consideran que el salario mínimo esperjudicial para jóvenes y trabajadores de baja cualificación. ¿Por qué existe esta discrepancia entre expertos y opinión pública? Mi opinión es que la mayoría de la gente piensa en la ley del salario mínimo como si fuera una especie de suelo salarial, que al elevarse provoca el aumento de los salarios de quienes antes obtenían salarios más bajos. No podemos negar que las intenciones son loables. Toda persona con un mínimo de sensibilidad querría que los que menos ganan tuvieran una mayor capacidad adquisitiva y pasaran menos dificultades. ¿Quién estaría en contra de eso? El problema, sin embargo, es que no es así como funciona la ley de salario mínimo.
La teoría económica nos dice que los salarios en el mercado tienden hacia lo que se denomina la productividad marginal descontada. Esto sería algo así como el ingreso adicional que se espera que el trabajador genere para la empresa una vez descontado el tiempo y el riesgo de recibir dicho ingreso. Si el trabajador costara mucho menos que eso, otros empresarios pujarían por él y su salario tendería a subir; si costara más, el empresario estaría perdiendo dinero, así que lo despediría, le rebajaría el sueldo o procuraría no verse en esa situación, y el salario tendería a bajar. En todo caso, hay que tener presente que ésta es una ley de tendencia a largo plazo hacia un equilibrio en continuo movimiento, no un mecanismo automático que se ajuste de manera inmediata.
La ley de salario mínimo lo que dice es que es ilegal contratar a un empleado por debajo de un determinado salario. Esto puede provocar dos situaciones posibles. La primera es que el salario mínimo fijado por el gobierno quede por debajo del salario de mercado para un determinado tipo de trabajadores. En este caso la ley no tendría ningún efecto en absoluto; simplemente seguiría cobrándose el salario de mercado. La segunda posibilidad sería que el salario mínimo quedara por encima del salario de mercado. ¿Qué pasaría entonces? La consecuencia sería que aquellos trabajadores con una productividad descontada menor al salario mínimo no verían su salario incrementarse, sino que tenderían a ser despedidos. Las empresas procuran no mantener en plantilla a un trabajador si estiman que está suponiendo una pérdida de dinero. Subir el salario mínimo tiende a aumentar el desempleo estructural en la medida en la que el salario mínimo sea superior al de mercado, y en particular se ceba con los trabajadores más jóvenes y menos cualificados.
Éste no es el único efecto perjudicial de un aumento del salario mínimo. Además, se produciría un desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo. Mientras en un mercado libre se tiende a igualar la oferta y la demanda vía salarios, el salario mínimo provoca que haya más trabajadores dispuestos a trabajar por ese salario que puestos de trabajo disponibles. Para que el empresario elija entre los trabajadores disponibles para cubrir sus relativamente escasos puestos de trabajo, será necesario que discrimine de alguna otra manera que no sea mediante los salarios. Pasará a ser fundamental tener enchufe, buenos contactos, un currículum extraordinario o el aspecto físico. Este desajuste entre oferta y demanda que provoca el salario mínimo, por tanto, genera el caldo de cultivo para la aparición de discriminación arbitraria y conflictos sociales.
Es muy sugerente pensar que el salario mínimo es un suelo que al elevarse mejora el nivel de vida de los que cobran menos. El propio Obama cometía este mismo error en su discurso en Hawaii: "esta ley supone una subida salarial a más de 28 millones de americanos que trabajan duro". Sin embargo, como dice Walter Block, profesor de la Loyola University de Nueva Orleans, el salario mínimo no es una base que al subir aumenta los sueldos, sino que es una barrera que es preciso saltar para obtener un trabajo. Cuanto más alta sea dicha barrera, más difícil será para los trabajadores más jóvenes y menos cualificados acceder al mercado laboral. En resumen, se generará más desempleo y más conflicto entre aquellas personas a las que precisamente se pretendía ayudar.
Es ingenuo pensar que para ser más ricos no hace falta más que plasmar nuestros deseos en un decreto gubernamental. No es así. ¿Qué impediría si no subirlo a $100 la hora? ¿O a un millón? Pero, como se preguntaba Juan Ramón Rallo, ¿qué salario mínimo le impondría a su peor enemigo? ¿Cero? Al contrario. Probablemente el más alto posible. Por este motivo, propuestas como la de Obama de elevar el salario mínimo en un 40% no sólo es ingenuo; además es muy peligroso. Si termina saliendo adelante, lo que se puede esperar es un hundimiento de la situación de los trabajadores menos cualificados, un aumento general del desempleo y el empeoramiento de la frágil situación económica de Estados Unidos.
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