De todas las polémicas entre identidades prefabricadas que están apareciendo en los últimos años, una de las más divertidas es la de zoomerscontra boomers. Tiene la gracia de los enfrentamientos entre los partidarios de la tortilla con o sin cebolla, pero con bastante más variedad de argumentos.
Los zoomers tienen unas cuantas cosas que reprochar a los boomers. Veamos; la vivienda es bastante más cara (según dónde) que en la juventud boomer. Conseguir trabajo es ciertamente más difícil. El gasto de pensiones va a peor, y todo apunta a que va a ser una losa de por vida para toda su vida laboral. El sistema político deja bastante que desear, y va degradándose cada vez más.
Los boomers contraatacan con sus propios reproches: los zoomers han recibido la educación más cara de la historia, no tienen cultura del esfuerzo y han vivido en un sistema democráticoconsolidado que no valoran.
Cada grupo tiene parte de razón, como siempre pasa en este tipo de polémicas. Al igual que si divides a la gente entre ricos y pobres, hombres y mujeres o urbanitas y camperos puedes achacar todo el mal que hace una pequeña parte del grupo rival a toda la categoría.
Personalmente, al haber nacido en 1981, tengo una perspectiva bastante más completa que los zoomerssobre las generaciones que me han precedido. No tengo ningún romanticismo por la vida que llevaban los adultos en mi niñez, pero sé de primera mano que lo que llevamos de siglo no ha sido un camino de rosas para quienes nos ha tocado empezar nuestra vida adulta en esta época.
Pero del mismo modo, en estos últimos años me ha llamado la atención un fenómeno que me hace simpatizar con los zoomers, especialmente con el sector facha: cada vez que leo un periódico, enciendo la televisión o escucho la radio me encuentro con las mismas voces que ya estaban allí cuando era un adolescente y, lo que es más preocupante, los mismos discursos.
La última experiencia ha sido leer un artículo de Ansón alabando un libro de Pablo Iglesias. Dejando a un lado la capacidad de cierta derecha para respetar a personajes siniestros, siempre que estén a su izquierda, la sensación de incomprensión que uno siente al seguir leyendo a un tipo como Ansón es enorme. Me explico: hace 20 años nadie de mi edad leía a este señor. De hecho, su línea editorial era antigua hasta para nuestros padres. ¿Por qué sigue siendo importante lo que dice?
Pues porque en España la derecha lleva siendo pastoreada por un círculo extremadamente pequeño de periodistas e intelectuales desde hace décadas. Entiendo perfectamente que para una generación que se ha criado con internet la sensación de ver a un montón de señores mayores intentando convencerles de que el mundo es igual que en 1990, que personajes como Feijóo son la solución a todos nuestros problemas, o que Pablo Iglesias era perfectamente asimilable en el régimen del 78, sea una experiencia psicodélica.
Por lo tanto, en estos casos y hasta que el aire se renueve un poco, la respuesta que se merece todo el sector periodístico de centro derecha es un tajante: OK, boomer.
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