Cada parte o región del planeta está gobernada por una organización estatal, y dado que esta situación no parece que vaya a cambiar en un futuro cercano, la cuestión de las relaciones interestatales (políticas exteriores) toma importancia. Concretamente, nos interesaría dar respuesta a la pregunta de si existe algún criterio liberal para valorar una determinada política exterior.
El objetivo liberal es el de reducir al mínimo el grado de coacción ejercido por el Estado sobre las personas concretas, ya sean nacionales o extranjeras. Para cumplir este objetivo, el principal elemento de una política exterior liberal debe ser la neutralidad o no-intervención. Ningún país puede pretender gobernar y dirigir el mundo o una de sus partes. Su soberanía no puede traspasar sus fronteras. Las intervenciones de unos países sobre otros están injustificadas.
Un motivo que aleja claramente al liberalismo del intervencionismo militar es que al apostar por este último, el Gobierno incrementa la posibilidad de entrar en guerra y fomenta la hostilidad de los países intervenidos. Esto es lo que ha provocado el Gobierno estadounidense en mayor o menor medida al aplicar sanciones económicas; al intervenir y tomar partido en conflictos; al estacionar tropas en decenas de países; y, sobre todo, al tratar de vigilar y "hacer un mundo mejor, libre y democrático" para todas las naciones, convirtiéndose así en una especie de super-estado que busca ejercer y detentar el monopolio de la fuerza sobre todas las regiones del planeta. Con su activismo intrusivo interior y exterior, no deja de poner en peligro la vida de sus ciudadanos. Los presidentes de los Estados Unidos harían bien en escuchar y seguir las ideas de Ron Paul, no-intervencionista convencido, al que muchos consideran el "descendiente directo" de los Padres Fundadores (George Washington y Thomas Jefferson apostaban claramente por el no-intervencionismo unido con la libertad para comerciar y el libre intercambio cultural).
Otro efecto nefasto del intervencionismo militar es la violación sistemática y creciente de derechos individuales y la expansión de la organización estatal. Es decir, la tiranía interior. Se supone que la principal función de los estados es protegernos. Sin embargo, observamos continuamente que no sólo son incapaces de prevenir ataques terroristas sino que, además, utilizan las crisis para ampliar e incrementar su poder a expensas de las libertades y propiedades de sus ciudadanos/súbditos. No dudan en explotar las crisis a fin de proporcionar una poderosa justificación para sus irresponsables acciones políticas, legales, militares y fiscales. Toda guerra es la ocasión más propicia para un Estado para aumentar y ampliar la agresión fiscal contra el propio pueblo. La guerra es, sin duda, el alimento del Estado (Randolph Bourne), ya que gracias a ella los estados incrementan su poder absoluto sobre la economía y la sociedad.
Lo cual no significa que la política exterior liberal sea pacifista. El axioma principal de la teoría liberal propugna que nadie puede agredir la vida o propiedades de otra persona. No defiende el derecho a usar la violencia contra un no-agresor, pero sí el derecho a protegerse de una agresión. La política exterior liberal tampoco es aislacionista. El aislacionismo ciertamente es no-intervencionista, pero implica también el proteccionismo económico nacional. Este elemento es evidentemente contrario a lo defendido por los liberales, que apuestan por unir a las personas de los distintos países del planeta mediante el libre comercio.
Pese a que los casos concretos pueden ser difíciles de evaluar por la falta de información y por su complejidad, la evaluación de una política exterior debería basarse y tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Seguridad. En qué medida las acciones de un gobierno protegen o ponen en peligro la seguridad de sus ciudadanos.
- Libertades individuales. La capacidad de los gobiernos de proveer seguridad sin violar los derechos individuales de sus ciudadanos.
- Apertura y prosperidad económica. En qué medida los gobiernos favorecen o dificultan con sus acciones la armonía, la cooperación y la amistad entre los ciudadanos del país y la gente de otras naciones. Los gobiernos deberían reducir los impuestos, el gasto militar y fomentar el libre comercio con otras naciones.
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