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Por qué fracasan las naciones

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Como sociedad debemos elegir si queremos ser los Estados Unidos de Franklin D. Roosevelt o una nación fracasada como la Argentina de Perón.

«Es un cambio, una modificación dentro de los equipos de la Guardia Civil. No tiene ninguna otra razón, ninguna otra cuestión». Así explicaba el exjuez azote del entorno etarra, ahora metido a político como ministro del Interior, la destitución del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos como jefe de la comandancia de la Guardia Civil de Madrid.

Su objetivo en aquella rueda de prensa era negar que la destitución del coronel tuviera relación con su negativa a desvelar datos del informe que preparaba el Instituto Armado sobre las manifestaciones del 8-M para el proceso que instruye la magistrada Carmen Rodríguez Medel, la misma juez que puso en jaque el liderazgo de Pablo Casado al frente del PP.

¿Nos encontramos ante un nuevo caso del circulo vicioso que describe James A. Robinson en su libro Por qué fracasan las naciones? De ser así, de encontrarnos ante un nuevo caso de injerencia, palo en la rueda o coqueteo del poder político con el trabajo del poder judicial, se trataría de un nuevo menoscabo a la ya imperfecta separación de poderes de nuestro país y de una gran tentación para abrir la barra libre por parte de los partidos político a que, el día de mañana, quien sitúe a su candidato en el Palacio de la Moncloa, actúe con la misma arbitrariedad y apropiación de los resortes judiciales.

Este círculo vicioso ya lo hemos visto en numerosas ocasiones en nuestro país por parte de todos los partidos políticos. En 1985, y tras ese a España no lo va a conocer ni la madre que lo parió, se reformó la Ley Orgánica del Poder Judicial para que sus veinte vocales fueran elegidos por el Congreso y el Senado, o lo que es lo mismo, por las direccione de los partidos políticos. Y todo esto, se hizo con la contestación del principal partido de la oposición. Pero estamos en el año 2020 y, a pesar de ciertas reformas, el sistema sigue siendo el mismo que aprobó el Gobierno de Felipe González. En la nada quedó la promesa electoral del Partido Popular en 2012 para que 12 de los vocales fueran elegidos entre jueces y magistrados por los miembros en activo de la judicatura. Y mal precedente sembró el nuevo PP de Pablo Casado con aquel malogrado acuerdo para renovar el Consejo General del Poder Judicial en 2018.

Que decir de la Radio Televisión Pública o de las televisiones autonómicas. Todos los partidos políticos se rasgan las vestiduras por la politización de los entes públicos cuando están en la oposición y comienzan las purgas en cuanto llegan al poder. ¿En que han quedado las promesas de todos para hacer de TVE una BBC a la española? ¿Qué fue de aquel concurso público para elegir el Consejo de Administración de RTVE? ¿Y de la interinidad de Rosa María Mateo como administradora única?

Nuestra democracia lleva años retorciendo las leyes y la Constitución y adentrándonos en un círculo vicioso, provocado por la irresponsabilidad de los partidos políticos con su cortoplacismo, que tiene como consecuencia la creación de dinámicas extractivas como las que describe James A. Robinson en su famoso Por qué fracasan las naciones.

Desde mi punto de vista no puedo decir que se haya llegado al punto de crear unas instituciones extractivas en las que el poder político se une al poder económico para impedir que su población ahorre, invierta e innove y por lo tanto se genere una sociedad con los recursos suficientes para que podamos vivir con un estatus de vida cómodo. Pero sí podemos decir que tanto el poder central, como el poder autonómico y local apoyan una serie de dinámicas encaminadas a consolidar su poder.

Estas dinámicas se caracterizan por los elementos esenciales que el autor señala como representativas de las instituciones extractivas. Se atenta contra la propiedad privada y la inversión extranjera con una política fiscal orientada a que nuestro bienestar dependa de un estado elefantiásico y no de nuestro ingenio y emprendimiento. Hay un claro control de los medios de comunicación públicos y una clara capacidad de influir en los privados. Por último, nuestra democracia, cuenta con una débil separación de poderes.

La actuación del exjuez Grande Marlaska con la investigación sobre la posible responsabilidad penal del Gobierno por la gestión de la covid abre un peligroso precedente en nuestra maltrecha separación de poderes. Cualquier nuevo inquilino de la Moncloa o ministro del interior, ante una situación similar, puede llegar a realizar la siguiente reflexión: si Marlaska pudo influir a favor del Gobierno ante una investigación judicial que nos perjudica, ¿por qué no lo voy a hacer yo? Power is power, que diría Pablo Manuel Iglesias.

Por eso, como sociedad, los ciudadanos, los individuos que vivimos en España, tenemos una responsabilidad. James A. Robinson nos ponía dos ejemplos sobre como actuar ante las tentaciones del poder político para socavar la independencia del judicial: la de Estados Unidos y Argentina.

En Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, cuando el Tribunal Supremo comenzó a tumbar algunos puntos de su famoso New Deal por considerarlos inconstitucionales, tuvo la tentación de modificar las leyes para forzar que todos los jueces se jubilaran a los setenta años y poder nombrar otros seis nuevos de su cuerda. Pero, por suerte, tanto la sociedad americana, como la mayoría demócrata en ambas cámaras del Capitolio, no consintieron un atropello a la independencia judicial y al cambio de las reglas a mitad del partido.

Peor fortuna corrió la Corte Suprema de Argentina en 1943 cuando Perón llegó al poder. Los diputados del Parlamento argentino sí votaron a favor de realizar impeachments (juicios políticos que terminan con la destitución) a cuatro jueces. Casos similares al de Argentina también se dieron en los 90 en el Perú de Fujimori, nuevamente en la Argentina de Menem y la Venezuela de Chávez.

Como sociedad, como patriotas, como individuos o como cualquier otra cosa con la que queramos identificarnos, debemos elegir si queremos ser los Estados Unidos de Franklin D. Roosevelt o una nación fracasada como la Argentina de Perón, el Perú de Fujimori o la Venezuela de Chávez y Maduro.

De momento tenemos de ministro del Interior a Grande Marlaska, no sabemos qué hará el día de mañana su sustituto en la cartera y, ni la izquierda ni la derecha han terminado con una elección por motivos políticos de todos los vocales del órgano de gobierno de los jueces. Qué decir de las televisiones públicas con o sin Rosa María Mateo.

1 Comentario

  1. Vamos con todo el descaro del
    Vamos con todo el descaro del mundo, hacia la Venezuela de Chaves.


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