Por Sergio Martínez. El artículo Por qué Méjico va por el camino de servidumbre fue publicado originalmente por FEE.
Hace ochenta años, Friedrich Hayek observaba con angustia cómo las democracias liberales occidentales parecían abrazar las tendencias autoritarias que habían dado origen al nazismo en Alemania. En Camino de servidumbre (1944), dedicó su obra «a los socialistas de todos los partidos», advirtiendo que tanto el socialismo de izquierdas como el nacionalsocialismo eran ramas del mismo árbol. Hayek temía que Inglaterra repitiera la historia que había presenciado en Alemania cuando escribió lo siguiente
Cuando uno escucha por segunda vez opiniones expresadas o medidas defendidas que ha conocido por primera vez hace veinte o veinticinco años, asumen un nuevo significado como síntomas de una tendencia definida. Sugieren, si no la necesidad, al menos la probabilidad, de que los acontecimientos sigan un curso similar.
Friedrich A. Hayek. Camino de servidumbre.
Paralelismos en Hispanoamérica
Hispanoamérica ha experimentado numerosas manifestaciones de gobiernos totalitarios, por lo que es fácil para los de la región, como yo, simpatizar con las advertencias de Hayek. Desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumió el cargo en 2018 en México, mis amigos venezolanos han advertido repetidamente sobre las similitudes autoritarias entre el gobierno de Obrador y los de Chávez y Maduro. Obrador, un político de fuertes convicciones socialistas, publicó en 2018 un libro en el que denunciaba la corrupción como el principal problema de México. Lo que parecía una declaración inofensiva enmascaraba una creencia peligrosa: para Obrador, la corrupción era sinónimo de privatización y propiedad privada.
El gobierno de Obrador prometió inicialmente un alto crecimiento económico; sin embargo, durante su sexenio, el crecimiento del PIB per cápita de México apenas se movió, manteniéndose cercano a cero. A pesar de estos mediocres resultados, su partido obtuvo una aplastante victoria en las recientes elecciones presidenciales, en las que Claudia Sheinbaum, una leal aliada, se aseguró la presidencia. No sólo eso, sino que Morena, el partido de Obrador y Sheinbaum, se aseguró una mayoría legislativa capaz de realizar profundos cambios constitucionales.
Su éxito radica en una estrategia de aumentar las transferencias gubernamentales a los jóvenes y los ancianos, comprando eficazmente su apoyo electoral. Políticos como Obrador prosperan cuando la cultura económica de un país es débil, donde los beneficios a corto plazo ocultan los sacrificios a largo plazo necesarios para financiar estos programas.
Amenazas al poder judicial
Con una mayoría legislativa en la mano, uno de los últimos actos autoritarios de Obrador fue proponer una reforma constitucional al poder judicial. Durante el mandato de Obrador, el poder judicial mexicano bloqueó varias propuestas del gobierno, incluida una reforma del sector eléctrico que pretendía beneficiar a la empresa estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE). Sin embargo, el 11 de septiembre, a pesar de la oposición civil generalizada, el Senado aprobó la reforma.
Esta reforma obliga a los mexicanos a votar por cientos de candidatos judiciales seleccionados por el poder ejecutivo, amañando el proceso desde el principio. El expresidente Ernesto Zedillo criticó la reforma diciendo: «Habrá jueces y magistrados que no obedezcan a la ley, sino al poder político dominante». El gobierno tendrá el poder de perseguir, censurar o castigar a los jueces que desafíen sus intereses.
Con la reforma, la próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum, tendrá la capacidad de impulsar una amplia gama de leyes que promuevan la visión estatista de Obrador: mayor control sobre el sector energético, mayor centralización del poder político, medidas proteccionistas y una regulación más estricta de la actividad privada. Obrador cree en las falacias de las políticas económicas que históricamente han conducido al empobrecimiento, como la sustitución de importaciones, la redistribución y la confiscación de la riqueza. Las reformas corren el riesgo de tensar las relaciones comerciales de México con Estados Unidos y Canadá, ya que los inversores temen que sus inversiones estén mal protegidas.
¿Retorno al aislacionismo económico?
México depende de unas relaciones comerciales sanas con sus vecinos para cosechar los beneficios de la especialización y el intercambio. Sin embargo, las políticas de Obrador complican estas relaciones. Como mexicano, economista y libertario, no puedo evitar sentirme descorazonado por la dirección que está tomando mi país. El colectivismo gana terreno y el gobierno ha convencido a millones de mexicanos de que los críticos de sus reformas son enemigos del pueblo.
México ha realizado importantes esfuerzos institucionales desde la década de 1990 para abrirse al comercio, desnacionalizar empresas, proteger los derechos de propiedad y garantizar una democracia participativa con controles más estrictos. La autonomía del banco central ha protegido al país de una grave inflación, y la integración económica internacional ha mejorado el nivel de vida. Sin embargo, el gobierno actual ha hecho más por empeorar los problemas más acuciantes de la nación (es decir, la violencia de las bandas criminales y un mercado laboral hiperregulado) que por resolverlos.
Las condiciones institucionales necesarias para el crecimiento económico de México y la reducción de la pobreza requieren un gobierno que respete los derechos de propiedad y evite las acciones arbitrarias. Con la reciente reforma judicial, México parece estar retrocediendo, adoptando las mismas políticas que durante mucho tiempo han obstaculizado su desarrollo.
Mi esperanza es que los esfuerzos educativos que hacemos en organizaciones como la FEE alerten a la población sobre los peligros de un gobierno que concentra demasiado poder. Es crucial que los ciudadanos reconozcan los riesgos y aboguen por políticas que fomenten la libertad económica. México está a punto de convertirse en un régimen colectivista. Pero no todo estará perdido si hay suficiente valor en mis compatriotas mexicanos para seguir luchando por la libertad individual.
Ver también
Ponerse la soga al cuello. (Santos Mercado).
Los frutos podridos de López Obrador. (José Carlos Rodríguez).
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