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Por qué nos tiene que importar la posición fiscal de nuestro gobierno

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Esta no es una lista exhaustiva de motivos por los que la política fiscal nos debería de importar y seguramente tampoco una lista de los principales, pero sí algunos de los que creo que merece la pena hablar. En un mundo ideal, no se habría política fiscal—ni política—. Mientras no vivamos en ese mundo, puede tener sentido hablar de cómo funciona este.

Políticas contracíclicas

En primer lugar, tenemos las políticas contracíclicas, las cuales son políticas fiscales o monetarias contrarias al ciclo económico: cuando la economía está en recesión, el gobierno debe gastar más, y cuando la economía está en auge, el gobierno debe gastar menos. Su objetivo es suavizar las fluctuaciones del ciclo económico: especialmente, minimizar la caída del PIB y el aumento del desempleo, así como acelerar la recuperación. Podemos dividirlas en monetarias (si usan la oferta monetaria para actuar sobre la demanda agregada) y fiscales (si utilizan el déficit público) y en expansivas (intentando aumentar la demanda agregada) y contractivas. La política fiscal, sobre la que doy motivos para interesarse en este artículo, puede adoptar dos formas: aumentos en el gasto público o reducción de impuestos. Un aumento del gasto público pone más gasto en manos del gobierno y una reducción de impuestos pone más gasto en manos del sector privado.

Las políticas fiscales expansivas tienen un coste: el efecto desplazamiento. El aumento del gasto público se financia mediante un aumento de los impuestos. Este aumento incrementa la demanda agregada en el corto plazo, pero genera efecto desplazamiento por la reducción de la renta disponible de las empresas- También se pueden financiar con un aumento del déficit, que también aumenta la demanda agregada en el corto plazo, pero genera efecto desplazamiento por la reducción de las inversiones privadas.

Efecto desplazamiento y equivalencia ricardiana

Los gobiernos financian los recortes impositivos endeudándose más, lo que podría causar dos alternativas: que, como cuando aumenta el gasto público, aumente la DA y se genere efecto desplazamiento o que se dé la equivalencia ricardiana, según la cual los ciudadanos entienden que, para un nivel dado de gasto público, unos impuestos más bajos hoy significan unos impuestos más altos en el futuro y, por tanto, ahorran el dinero de una rebaja fiscal para pagar impuestos futuros. Cuando se cumple la equivalencia ricardiana, una bajada de impuestos no aumenta la demanda agregada, ni siquiera a corto plazo. Así que la equivalencia ricardiana probablemente describe a algunas personas, pero no a la mayoría. En cualquier caso, en la medida en que la equivalencia ricardiana refleja cómo planifica la gente, los recortes fiscales financiados con bonos son menos eficaces a corto plazo que en caso contrario.

La política fiscal expansiva también puede generar una deuda financiera insostenible que llegue a reducir el crecimiento real, pues al pasar un umbral de deuda, esta genera rendimientos negativos. Este umbral es la productividad marginal de la deuda o ∆PIB/∆deuda (riqueza adicional creada por 1 euro de deuda adicional). En algún momento, la productividad marginal de la deuda puede ser negativa y destruir riqueza y causar crisis. Algunos países están tan endeudados que cualquier nuevo endeudamiento público corre el riesgo de provocar un colapso económico total.

Políticas contracíclicas

Además, la deuda pública puede usarse para rescatar empresas que deberían quebrar, que al mantenerlas operativas se genera un desperdicio de recursos en la economía. Las políticas fiscales contracíclicas suelen ser muy recomendadas entre economistas, pero no muy seguidas por los gobiernos. Incluso cuando los gobiernos gastan más en las recesiones, como recomiendan los economistas, a los políticos no les gusta seguir la segunda parte de la receta: gastar menos durante los auges.

El mejor uso para las políticas fiscales contracíclicas expansivas es en el caso de que merezca la pena incurrir en costes a largo plazo para obtener un impulso económico a corto plazo, como los causados por una emergencia inmediata como una guerra o una catástrofe natural. O si existe alguna inversión pública con un retorno claramente positivo, las depresiones son el mejor momento para ejecutarlo. Idóneamente, el mercado se haría cargo de ella, pero es posible pensar que el sector esté intervenido y a corto plazo solo tenga sentido que sea el Estado el que ahí invierta.

El efecto desplazamiento en los mercados de capitales

Un motivo por el que nos debería importar la política fiscal del país es por el efecto desplazamiento. Supongamos que, como en la mayoría de los años de la historia reciente, hay un déficit público y el gobierno debe pedir prestado para financiar la diferencia entre sus ingresos y sus gastos. La principal preocupación sobre los déficits públicos es que el endeudamiento del gobierno nacional podría competir con el endeudamiento de las empresas privadas. Es decir, si se utiliza una oferta fija de ahorro para financiar tanto el capital de las empresas privadas como el endeudamiento del gobierno, entonces el endeudamiento del gobierno puede desplazar el endeudamiento del sector privado y conducir a un menor nivel de acumulación de capital.

La incorporación del endeudamiento público al mercado de capitales reduce la oferta de fondos ahorrados disponibles para el mercado privado de capitales, ya que el Estado utiliza parte de esa oferta de ahorro para financiar su déficit. Por lo tanto, el endeudamiento público para financiar un déficit hace que disminuya la oferta de ahorro al mercado de capital privado, por lo que la curva de oferta se desplaza a la izquierda.

Política fiscal, integración económica y ahorro

Esta reducción de la oferta genera un tipo de interés mayor y, consecuentemente, una menor cantidad de capital demandado por los inversores. Por lo tanto, este menor nivel de capital puede reducir el crecimiento económico, al hacer que cada unidad de trabajo sea menos productiva. Así, cuando el gobierno compite con el sector privado por el ahorro privado limitado, el sector privado termina con menos recursos para financiar las inversiones de capital que impulsan el crecimiento.

Es cierto que este efecto queda mitigado por el papel de los mercados de capitales internacionales. Si un país estuviera perfectamente integrado en los mercados internacionales y su stock de ahorro no estuviese limitado por los tipos de interés, sino que es esencialmente ilimitado (es decir, que la reserva de ahorro disponible para financiar tanto la inversión privada como el endeudamiento público fuera casi perfectamente elástica, de modo que incluso pequeñas subidas de los tipos de interés exigieran un ahorro adicional) los déficits públicos solo causarían pequeñas subidas de los tipos de interés, y habría poco desplazamiento de la acumulación de capital privado por el endeudamiento público. Pero esto no es el caso ni de Estados Unidos, por lo que seguramente sí que tengas que preocuparte por las consecuencias del efecto desplazamiento.

El valor de la moneda

La política fiscal del gobierno también debería importarnos, pues es el principal determinante del nivel general de precios, como explica la Teoría Fiscal del Nivel de Precios. La TFNP entiende el dinero como acciones del gobierno. Por lo tanto, la forma de evaluar el dinero es similar a la de las acciones: calculando el descuento a presente de sus flujos de caja futuros esperados. Por la misma razón en que si crees que una acción no va a pagar dividendos dentro de 20 años, la vendes y el precio baja, si crees que el gobierno no pagará sus deudas, el valor del dinero cae. El valor del dinero fiat lo podemos obtener por el descuento de sus flujos de caja futuros esperados. Es decir, el valor del dinero fiat viene del peso de la deuda de la que nos libre.

Un gobierno que quiera mantener un nivel de precios estable deberá seguir un principio de disciplina fiscal manteniendo un presupuesto equilibrado, pues los déficits generarán inflación y con esto una caída del valor del dinero fiat. Además, la expectativa de que esta inflación no pueda ser controlada, aun sin una necesaria mayor emisión de dinero fiat, provocará una mayor caída del valor del dinero fiat, pues caerá la demanda.

Por tanto, el superávit debería ser el objetivo de los gobiernos que se preocupen por no destrozar riqueza. Los cambios en el nivel general de precios causador por el acortamiento de nuestra herramienta para medir utilidades marginales—el dinero—, suponen que tenemos que cambiar los precios relativos de todos los bienes de la economía, lo cual es costoso, pues los agentes económicos tienen que dedicarle tiempo a pensar cómo cambiar los precios, se enfrentan a información contable errónea, existen costes asociados a la renegociación de contratos y no todos los precios son igual de rígidos. 

Equidad intergeneracional

Una última razón por la que podrían preocuparnos las deudas y los déficits es la equidad intergeneracional, o el trato que reciben las generaciones futuras en relación con las actuales. Al igual que la sociedad puede preocuparse más por sus miembros más desfavorecidos que por los más acomodados, también puede preocuparse más por sus generaciones más desfavorecidas que por las más acomodadas. Al igual que los gastos comunes de una sociedad los sufragamos, como mínimo, de forma proporcional, haciendo que los más ricos sean los que más paguen, también debemos tener en cuenta la financiación de estos gastos durante varias generaciones.

Por un lado, no es justo transportar todo el peso del coste a generaciones futuras, no solo porque no hayan tenido un dicho sobre este gasto (la gran mayoría de la generación actual tampoco), sino porque nosotros lo estamos disfrutando ahora y, por tanto, algo deberíamos pagar por ello. La política gubernamental actual se caracteriza por gravar a las generaciones futuras en beneficio de las actuales, empeorando así la situación de las generaciones futuras.

Thomas Macaulay

Por otro lado, tampoco sería justo que las generaciones actuales cargáramos con todo el peso de la financiación de ciertos bienes y servicios que provea el estado. Algunas infraestructuras como las carreteras van a ser disfrutadas durante generaciones, por lo que el coste de ellas debería repartirse entre el número de generaciones que se espere que vaya a disfrutar de estas. Además, hay que tener en cuenta que el continuo aumento de la productividad en todo el mundo hace que cada generación disponga de más recursos que la anterior.

Así, aunque las generaciones futuras tendrán que hacer frente a deudas mayores, también se beneficiarán de un mejor nivel de vida (como correctamente predijo Thomas Macaulay). Al considerar la equidad intergeneracional, es posible que queramos tener en cuenta no solo la carga absoluta de la deuda, sino esa carga en relación con el nivel de vida. Sin embargo, lo que dificulta esta comparación es que el tamaño de la deuda puede determinar el nivel de vida futuro a través del crecimiento económico (motivado por el ahorro y posteriormente la inversión), y por la alteración del valor del dinero. Así, un gran déficit, puede reducir el nivel de vida de la futura generación a la que se transmite la deuda al desplazar el ahorro privado y al generar inflación.

Por lo tanto, debido a que tenemos un estado que financia su actuación mediante el cobro de impuestos y la emisión de deuda, puede considerarse que socialmente merece la pena igualar estas cargas, sin excedernos transportando parte del coste al futuro, pero sin olvidarnos que las próximas generaciones algo deberían pagar y que, al aumentar el nivel de vida, el coste relativo será menor.

Ver también

Teoría Fiscal del Nivel de Precios: una introducción. (César Táboas).

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