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¿Por qué todo el mundo quiere un iPhone?

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La telefonía móvil es el invento reciente que mayor y más rápida difusión y aceptación ha tenido entre el público de todo el mundo. Los aparatos que llevamos ahora en el bolsillo eran impensables hace sólo 20 años más allá de las películas de ciencia-ficción. Y no sólo por su tamaño y el despliegue de tecnología del que alardean en unos pocos centímetros cuadrados, sino por el bajísimo precio por el que adquirimos el último modelo de teléfono que, además, sirve de agenda digital, de reproductor de música, de cámara fotográfica y de consola de videojuegos.

El mercado de la movilidad telefónica creció de un modo exponencial durante el segundo lustro de los años 90 y el primero del nuevo siglo para estabilizarse en una feroz competencia por el tamaño, las prestaciones y, ya al final del ciclo, el diseño y la apariencia del interfaz gráfico. Entonces, cuando todos pensábamos que en telefonía móvil estaba todo inventado y los nuevos modelos no harían sino perfeccionar lo ya existente abaratando aun más el precio, ocurrió lo inesperado. Apple, una compañía californiana que hace una década se encontraba al borde de la quiebra, anunció un teléfono que hacía lo que todos los demás, pero con un estilo muy personal y algún que otro chisporrotazo de tecnología nunca visto antes.

Se trataba del iPhone, el teléfono móvil que reinventaba el mismo concepto de teléfono móvil, una suerte de año cero de la nueva tecnología desde el cual empezaría a datarse hacia detrás y hacia delante la historia de esa industria. Dicho así parece un plan pretencioso e irreal, pero sus creadores sabían muy bien lo que se hacían. Tan bien que, un año después de su lanzamiento, quien no tiene aun un iPhone quiere hacerse con uno lo antes posible, aunque sólo sea por probarlo, por tener entre sus manos la leyenda en metal, silicio y cristal de nuestra época.

¿Por qué deseamos tanto un teléfono nuevo, caro y difícil de comprar en un mercado saturado, donde todos tenemos ya un móvil moderno y barato? ¿Por qué todos o casi todos queremos tener un iPhone a pesar de que, para obtenerlo, tengamos que hacer primero cola y después casarnos con la compañía telefónica? El marketing, evidentemente, ha tenido mucho que ver, pero otras marcas también cuentan con competentes departamentos comerciales y no han conseguido lo mismo. El diseño ha influido, pero el iPhone no es el único teléfono bonito del mercado. La tecnología importa, la pantalla multitáctil del iPhone es una virguería de la que disfruta en régimen de monopolio, pero hay muchos modelos que equipan grandes avances tecnológicos exclusivos a un precio inferior.

Nos gusta el iPhone por una mezcla de todo. Nos gusta porque nos lo han vendido bien, nos gusta porque es una preciosidad y nos gusta porque hace cosas que otros no hacen y las hace de un modo muy vistoso. Pero, sobre todo, nos gusta porque todos hablan de él, porque está de moda y porque tiene algo que no se puede ni explicar ni racionalizar. Ese intangible e incuantificable atractivo es el que ha marcado la diferencia. Apple ha sabido capturar el zeitgeist, el espíritu del momento, en algo tan aparentemente prosaico como un teléfono móvil. El consumidor, que no toma siempre decisiones racionales, lo ha entendido a la primera y se ha lanzado a poseerlo demostrando a los teóricos de la economía que dos y dos no siempre suman cuatro, unas veces suman tres y otras, como en el caso del iPhone, suman diez.

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