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Por un 8 de marzo liberal

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“Somos antimilitaristas y estamos en contra de las guerras, que son producto y extensión del patriarcado y del capitalismo” se podía leer en el manifiesto oficial del trágico 8 de marzo de 2020. En el de 2019 nos decían “son muchos los motivos para apoyar la huelga: […] Para construir una economía sostenible, justa y solidaria que gestione los recursos naturales de forma pública y comunitaria, que esté en función de las necesidades humanas y no del beneficio capitalista […] Somos un movimiento internacional diverso que planta cara al orden patriarcal, racista, colonizador, capitalista y depredador con el medio ambiente”. Y en el de 2018: “Somos las que reproducen la vida. El trabajo doméstico y de cuidados que hacemos las mujeres es imprescindible para el sostenimiento de la vida. Que mayoritariamente sea gratuito o esté devaluado es una trampa en el desarrollo del capitalismo […] Llamamos a la rebeldía y a la lucha ante la alianza entre el patriarcado y el capitalismo que nos quiere dóciles, sumisas y calladas.”

El feminismo hegemónico que ha movilizado a varios miles de mujeres en España durante los últimos años, y quizá a millones alrededor de las democracias occidentales; se muestra contrario a un modelo económico y político que ha conseguido que desde el año 1990 al año 2015 se haya reducido la pobreza extrema del 36% de la población mundial (1.900 millones de personas) a tan solo el 10 % (734 millones).

Por eso no se puede permitir que el 8 de marzo sea liderado por personas, pero sobre todo por ideas, que promueven la colectivización de los recursos naturales y los medios de producción. Sería revertir un modelo económico y político de éxito que está permitiendo tener un proyecto vital a millones de personas, muchas de ellas mujeres.

Es más, ceder la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres a un comunismo disfrazado de feminismo es condenar al individuo, y muy en concreto a las mujeres, a un sistema y unas ideas que lo que realmente quieren es hacernos víctimas, e ironías de la vida, dóciles, “sumises” y “callades”.
El falso feminismo que lidera el 8 de marzo, realmente es un caballo de troya postmarxista que, a través de movimientos sociales, como los que abanderan la causa feminista o la ecologista, quieren devolvernos a la historia de Fukuyama. Es un feminismo fake y victimista que transmite a las mujeres falsos mensajes como: el sistema no te permite emprender y abrir una startup, el sistema te condena a elegir carreras de letras o vinculadas a la salud y los cuidados, el sistema no te empodera, el sistema te hace ama de casa, el sistema, el sistema… el sistema te condena y solo un masplaning colectivizador, paternalista y comunista te permitirá ser una buena mujer empoderada.

La crítica colectivista es falsa. Es cierto que aún hay muchas barreras sociales, culturales y económicas que nos protegen a los hombres, cual arancel a las exportaciones, que tenemos que remover; como dirían John Stuart Mill y Harriet Taylor. Pero el mensaje del feminismo hegemónico, ese que clama en sus manifiestos que las mujeres están “siendo victimizadas”, solo transmite la idea de: no lo hagas, no quieras ser nada porque vives en un mundo heteropatrialcal y cruel que te lo va a impedir todo. Quédate en casa esperando la mesiánica salvación morada.

Nada más alejado de la realidad. Con este sistema, el 48,4% de las personas que emprendieron en 2019 en España fueron mujeres. Sin un sistema de cuotas obligatorias, en una década, hemos pasado de un 10,56% de presencia femenina en los consejos de administración de las empresas del IBEX a un 31,17%. Con este sistema, el 54% de los miembros del Poder Judicial en España son mujeres. Además, hemos tenido las primeras presidentas de Comunidades Autónomas, alcaldesas en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, ministras de defensa o vicepresidentas (con un poder muy real) del gobierno de la nación.

Por eso los líderes, pero sobre todo las lideresas, que, dentro del Partido Popular, Ciudadanos o Vox se definen y creen en los principios del liberalismo (es una utopía pensar que alguno de los tres partidos lo es); tienen que plantear una alternativa liberal al 8 de marzo. Una alternativa que promueva el principio de la igualdad perfeta, sin admitir ningún poder o privilegio. Que vuelva a sus orígenes. Que beba de Mary Wollstonecraft cuando clamaba que “cuanta más igualdad haya entre los hombres, y, por tanto, menos poder de los hombres sobre los hombres, más virtud y felicidad reinarán en la sociedad”.

Y si no se promueve una alternativa desde la política, tenemos que proponerla desde la sociedad civil. Lo contrario sería caer en la trampa y el marco mental morado de quédate en casa esperando la salvación mesiánica. Las mujeres tenéis que salir y emprender, porque el sistema os lo permite y cada día sois más. Las mujeres podéis ser, si es lo que queréis, consejeras del IBEX, porque cada día sois más. Las mujeres si queréis podéis ser jueces, porque de hecho ya son la mayoría en el Poder Judicial.

Eso es lo que tiene que ser el 8 de marzo. Una vindicación de que las mujeres podéis ser y sois lo que queráis. No necesitáis un paternalismo colectivizador que os defienda. Como tampoco lo necesitamos los hombres. Todo proyecto que no pase por la democracia liberal y la economía de mercado nos condenará a los hombres y, muy especialmente, a las mujeres a la esclavitud.

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