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Posibles soluciones a la inmigración descontrolada (II)

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En el artículo anterior analicé diferentes posiciones sobre la inmigración dentro de la tradición de pensamiento libertaria, que se basa en el derecho de propiedad privada y en el principio de no agresión. Ahí expliqué a nivel teórico que defender las fronteras abiertas en la situación actual podía provocar daños mayores a la propiedad privada de los ciudadanos de un Estado al obligarles a aceptar inmigrantes que podrían o no querer en su propiedad.

En una sociedad libertaria, las calles son privadas. Pero es incoherente pensar que mientras exista un Estado las vías públicas son suyas. Más bien son de los contribuyentes, y el Estado tendrá que respetar mínimamente el bien común. No debe permitir que se ande desnudo o entren miles de inmigrantes sin permiso. A su vez, el profesor Jesús Huerta de Soto añadió que los servicios públicos no podían ser gratis para los inmigrantes (lo que se llama chovinismo del bienestar), a no ser que por ejemplo un hombre de negocios local decidiese voluntariamente pagar la sanidad o los seguros de trabajo a los jornaleros que el mismo invitase, y no podían tener nada similar a un «derecho» a voto, porque podía ser que se usase como arma arrojadiza.

Criminalidad

Pero sí que puedo contemplar que inmigrantes, aunque salten ilegalmente una valla, se asienten en territorios vírgenes despoblados y monten comunidades con sus propias leyes, ya que eso fomentaría la descentralización, y realmente así es como fue la próspera inmigración a Estados Unidos. Aunque habría que vigilar que no se violasen los derechos de los locales y no hubiese un reemplazo étnico, como les pasó a los indios. El partido político Liga Norte lo indicó correctamente en un cartel de campaña, en el que salía un indio nativo: “¡No pudieron poderle reglas a la inmigración, ahora viven en las reservas!”

Por tanto, en este artículo pretendo coger la teoría esbozada en el artículo anterior y tratar de valorar diversas medidas políticas, intentando seguir los principios libertarios, lo que implica violar lo menos posible los derechos de propiedad de los ciudadanos locales y de los inmigrantes para solucionar un problema real. Lo que es inaceptable y necesita cambios urgentes es que en 2021 el 12% de la población cometa el 32% de los delitos totales, y la criminalidad esté en aumento, mucho más la sensación de inseguridad. Aun así, como buen derechista viejo yo no creo en el nacionalismo ni mucho menos en el nacionalismo étnico, por lo que al final tengo una propuesta que he llamado taifas, para solucionar los problemas de cohesión social que causa la multiculturalidad.

Eliminar el reparto entre comunidades

Como argumenté en el artículo anterior, las decisiones sobre inmigración deben descentralizarse lo máximo posible, como según entiendo el principio de subsidiariedad. El principio de subsidiariedad implica que “ni el Estado ni ninguna sociedad más amplia deben suplantar la iniciativa y la responsabilidad de las personas y de las corporaciones intermedias” según el Catecismo de la Iglesia católica, por lo que las comunidades fronterizas son las que principalmente se deben encargar de la recepción de inmigrantes o de la vigilancia de fronteras, pero veo cierta ilegitimidad en que el gobierno central distribuya a los inmigrantes mediante un sistema de cuotas.

Mucho peor es que la Unión Europea fuerce a los Estados a aceptar un número determinado de inmigrantes, y creo que una medida correcta para evitarlo puede ser salirse del espacio Schengen, ya que el libre comercio no es compatible con la libre inmigración, como dice Hans-Hermann Hoppe: “el principio subyacente al libre comercio en realidad requiere tales restricciones.”

La tragedia de los comunes

Y no creo que sea injusto que determinades comunidades tengan que soportar una determinada presión inmigratoria mayor y además no poder distribuir a los inmigrantes. En el caso de España las fronteras con Francia, Portugal, Andorra y Gibraltar no son problemáticas debido a la similitud cultural y a unos niveles de renta similares (Andorra y Gibraltar en cambio limitan mucho la aceptación de inmigrantes también españoles, por la renta y seguramente por ideas socialistas).

Aun así, es adecuado vigilarlas, sobre todo en el caso de Francia, ya que pueden ser usadas como arma arrojadiza, quitándose ellos un problema que tienen dentro. Pero, la verdadera presión la tienen Ceuta, Melilla, Canarias y quizá Cádiz, ya que el nivel de renta y la cultura son muy distintos. Lo que propongo soluciona realmente la tragedia de los comunes que está ocurriendo, ya que, al no tener que soportar toda la presión inmigratoria esas comunidades, no tienen incentivos a construir un muro eficaz ni militarizar las aguas. En cambio, un gobierno pequeño, como puede ser el de Melilla, que soporte la invasión que vivimos tiene unos incentivos mucho mayores a solucionar el problema.

Control real de fronteras

No hay motivo alguno por el que el Estado, con el poder que tiene sobre nuestras vidas, sea incapaz de controlar las fronteras. Seguramente haya una ideología globalista detrás y verdaderamente piensan que las culturas y etnias europeas son malas y opresoras y deben mezclarse forzosamente con otras. Pero curiosamente en el caso contrario es colonialismo. Y si el Estado no quiere proteger las propiedades privadas de sus ciudadanos, sea por ineficiencia o no interés, la respuesta más lógica sería permitir que los ciudadanos se organizasen en milicias para vigilar sus propiedades, es decir, seguridad privada de fronteras. Por tanto, así la inmigración sería únicamente por invitación o respondería a los intereses más particulares que sean posibles en favor de los contribuyentes.

Aun así, seguiría habiendo solicitudes de asilo que tendrían que solucionar los gobiernos, por lo que creo adecuado rechazar medidas colectivistas, como la propuesta por Vox del cierre absoluto de fronteras con los países de mayoría musulmana que rodeaban a Israel. Los solicitantes de asilo deben valorarse por su potencial integración en la sociedad, por lo que habría que tener factores en cuenta como religión, riqueza o hasta una simple prueba en la que reflejen sus opiniones, tanto culturales como políticas. Pero eso no se puede extrapolar a todo un país, por ejemplo, allí donde hay en mayor cantidad ideologías ligadas a una religión que implican inmolarse para llegar a un paraíso lleno de vírgenes también puede haber cristianos de buena moral, lo único que habría que hacer es vigilar más al potencial candidato.

Eliminación de ayudas

Este punto no creo que necesite de una mayor explicación. Como indicó Jesús Huerta de Soto “los seres humanos que emigren deben hacerlo a su propio riesgo.” Eso no implica que no existan promotores, como pueden ser los hombres de negocios que necesiten trabajadores, o las familias deseosas de adoptar, que se hagan responsables de todos los costes sanitarios, educativos (y hasta de servicios como las carreteras) relacionados con los inmigrantes. También cabe la posibilidad de que existan agencias en determinados países que ofrezcan seguros a los inmigrantes, lo que provocaría que existiesen flujos migratorios asegurados. Todo ello promovería la libertad individual y acabaría con el “efecto llamada”, en el que mafias que se dedican a comerciar con seres humanos les mandan hacia Europa sin ninguna garantía, perdiendo muchos de ellos la vida en el mar. Se debería perseguir y condenar a los empresarios y ONG ligados a estas muertes.

Asambleas de vecinos para otorgar nacionalidades

Hace no mucho salió la noticia de que en el Congreso de España se había votado la regularización de 500.000 inmigrantes de manera centralizada. Las buenas decisiones sobre la inmigración deben estar descentralizadas, ya que solo los vecinos más cercanos saben si los inmigrantes con los que conviven son buenos vecinos, es decir, respetan los derechos de propiedad ajenos.

Quizá el modelo más coherente es que el inmigrante que quiere obtener la nacionalidad (el “derecho” a voto es otra cuestión), aparte de estar limpio de crímenes y haber aprendido entre otras cosas la lengua, obtenga la aceptación por sus vecinos más cercanos. Dependerá de la situación si se le acepta en el bloque, calle, barrio o pueblo tras haber estado conviviendo varios años con ellos. Esto evitaría que los vecinos, por ejemplo, tuviesen que aguantar a menores sueltos que consumen pegamento y cometen crímenes y robos de manera habitual. No tendrían que preocuparse de que se expulsase al dueño del kebab más barato del barrio.

El voto de los inmigrantes

El ”derecho” a voto creo que es una cuestión distinta al pasaporte. Yo no creo que exista nada similar a un derecho a controlar la vida de los demás, pero por desgracia vivimos en sistemas democráticos. El voto de los inmigrantes puede ser un arma arrojadiza que hay que evitar. Por ejemplo, un empresario con ideales socialistas invita a muchos inmigrantes socialistas a un área conservadora y con bajos impuestos. Asume los costes y tras varios años se acepta a los inmigrantes en la comunidad y obtienen la nacionalidad. Posteriormente hay elecciones y todos votan a partidos socialistas que promueven la expropiación de propiedades a los ciudadanos locales.

Se puede poner el mismo ejemplo en un área cristiana en la que musulmanes salafistas aplican medidas como velo obligatorio o cierre de Iglesias. Por tanto, otorgando la capacidad de votar a esos inmigrantes se llega a situaciones en donde se ataca con más frecuencia las propiedades y libertades de los locales. El “derecho” a voto no debería ser una opción, ni para segundas ni terceras generaciones.

Privatización de los centros de menas

Los centros de menas (menores extranjeros no acompañados) son uno de los mayores focos de violencia y de inseguridad. Instalaciones destrozadas, poco personal y menores de edad totalmente descontrolados que en un alto porcentaje atracan con violencia y en otro muy alto cometen delitos contra la integridad sexual de las mujeres, con una sensación total de impunidad. Casi todos los vecinos de las áreas afectadas se oponen a su existencia. Son los gobiernos los que mandan a ciudadanos de áreas más humildes aguantar sus efectos adversos, curiosamente no construyen ninguno en zonas con alto poder adquisitivo ni, mucho menos, donde viven las élites, desde los políticos hasta los periodistas que defienden a esos jóvenes. Muchas veces lo hacen tapando su nacionalidad cuando cometen crímenes.

Mi propuesta es sencilla, privatizar estos centros. En el momento que pasen a manos privadas, la empresa responsable de los menores tutelados sería responsable penalmente de cada uno de los delitos que causasen esos jóvenes. Si la empresa decidiese cerrarlo, tendría que traspasar esos derechos de tutela a familias deseosas de adoptar a un jovenlandés. Si no, el gobierno tendría que facilitar la deportación con sus padres. Aun así, esto no debería ocurrir, los políticos y periodistas que promueven su entrada masiva porque creen firmemente que van a ser el “motor de la sociedad” no deberían tener ninguna objeción a adoptarles y pasar a ser responsables legalmente. Aun así, queda añadir que habría que endurecer la responsabilidad penal.

Taifas

Como conclusión, si entran muchos individuos de una cultura hermética y hostil a un determinado área, se producen daños a la cultura local, ya que esa cultura hermética es muy probable que actúe como caballo de Troya. La multiculturalidad con ese tipo de culturas herméticas lleva a la ghettificación y a la imposición de esa cultura a los ciudadanos locales, que producen daños considerables a los derechos de propiedad existentes, haya o no componentes económicos (subvenciones) que lo agraven. Por tanto, ¿cuál es la solución a este problema?

Personalmente creo que la deportación masiva no es viable. Muchos individuos de esas culturas son inmigrantes de hasta tercera generación y tienen pasaportes. Y como además creo que saltar una valla de manera ilegal para ocupar un área no es una agresión, la solución más adecuada es promover que los individuos de estas culturas formasen en territorios vírgenes sus “taifas”. Consistirían en comunidades dentro del mismo Estado. Formarían su propio gobierno y de sus propias fronteras.

Por tanto, no existiría nada similar a una integración forzosa, como los ghettos actualmente existentes, sino diversas comunidades en competencia y con sus propias nacionalidades, que no estarían subvencionadas por los locales y gozarían de plena libertad de gestión en su área. El comercio entre locales y “taifas” promovería la paz, aunque siempre habría que vigilar que estas “taifas” no tuviesen el poder militar suficiente como para invadir a territorios locales. Es una solución pacífica y compatible con los principios libertarios a un conflicto que tenemos dentro y no vamos a poder expulsar.

Ver también

Posibles soluciones a la inmigración descontrolada. (Daniel Morena Vitón).

Una defensa económica de la inmigración. (Álvaro Martín).

Liberales contra la inmigración. (José Carlos Rodríguez).

Inmigración y ultraderecha. (José Carlos Rodríguez).

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