Skip to content

Precios máximos

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Una de las políticas que desde tiempos inmemoriales se ha empleado para tratar de solventar la carestía de determinados bienes y servicios son los denominados controles de precios. Normalmente se suelen implementar en épocas de dificultad económica, cuando el precio de determinados bienes hace difícil su adquisición para parte de la población. Para responder a las quejas, el gobernante establece que el precio de determinados productos no puede sobrepasar una determinada cantidad, buscando así que puedan ser más accesibles. Normalmente su efecto suele ser el contrario, ya que dicho bien suele acabar desaparecer de los mercados oficiales, siendo menos accesible que antes de establecer los precios máximos.

A lo largo de la historia podemos encontrar múltiples ejemplos de controles de precios. Así, ya en el código de Hammurabi se fijaron determinados precios, e incluso salarios. En el antiguo Egipto, el precio del grano estaba establecido por el faraón. En Atenas se creó un cuerpo de inspectores de grano llamados Sitophylakes, cuyo objetivo era determinar el precio que percibiesen como justo. Y en Roma, el emperador Diocleciano especificó el precio máximo de determinados bienes.

Todos estos intentos acabaron fracasando, por grande que fuese la pena impuesta si se alguien se atrevía a violarlo (prisión, esclavitud, o incluso la pena de muerte). Para estudiar el motivo hay que acudir a la oferta y a la demanda analizando cómo se fijan los precios en el mercado. En toda transacción existe, al menos, una persona que vende un bien y otra que lo compra estando ambas conformes en las condiciones, que incluyen el precio. Por tanto, si existe un precio es porque las partes lo han acordado de manera voluntaria. Si ningún comprador estuviese dispuesto a pagarlo no habría transacción posible y no tendríamos precio. Lo mismo sería aplicable al vendedor. Es por ello por lo que el precio de transacción implica necesariamente un acuerdo con el comprador y el vendedor, estando ambos dispuestos a aceptarlo.

Si se establece un precio máximo por encima del que comprador y vendedor hubiesen acordado no existiría ningún problema ya que no afectaría al acuerdo. Sin embargo si se hubiese fijado por debajo, el comprador no tendría problemas, al ahorrarse parte del precio que estaba dispuesta a pagar, pero el vendedor es posible que no esté interesado en realizar el intercambio a cambio de dicho importe, por lo que la transacción es posible que no tenga lugar.

La primera consecuencia del control de precios sería la disminución de la oferta. Si el precio no resulta atractivo para el vendedor éste puede optar por no vender. La lógica económica indica que cuando la oferta de un bien disminuye, su precio debe aumentar. También, si el precio disminuye, en este caso en cumplimiento de la ley de precios máximos, la demanda debe aumentar. Por lo tanto, nos encontramos a un precio que no satisface a la oferta, por la que ésta baja, y que atrae a la demanda, aumentándola. En esta situación existiría una cantidad reducida de bienes que no podría satisfacer a toda la demanda. El vendedor puede tratar de equilibrar la bajada de precios con una disminución en la calidad del producto, reduciendo así sus costes.

Por otro lado el mercado puede buscar su equilibrio mediante colas, tan habituales en la antigua Unión Soviética y en otros países comunistas. Al demandar el consumidor un número mayor de unidades al disponible y al no poder subir los precios para equilibrar oferta y demanda, los consumidores realizan colas para poder adquirir dichos bienes. Los que ocupan las primeras posiciones adquirirán dichos bienes, mientras que los últimos no podrán hacer otra cosa más que seguir esperando hasta que llegue el siguiente envío. Así la cola serviría de elemento desincentivador, ya que mientras que se realiza, el posible comprador no se encuentra trabajando.

Finalmente quedaría el mercado negro, y es que aunque en los mercados oficiales no esté disponible el bien, existirá gente que de manera ilegal esté dispuesto a ofrecer el bien, aunque a un precio superior que satisfaga al consumidor y al vendedor, y con una prima de riesgo por el posible castigo que sufriría el vendedor si es detenido por la autoridad que estableció los controles de precios.

La primera respuesta a los controles de precios sería, por tanto, la bajada de la calidad, la existencia de colas, y el mercado negro. Sin embargo existen otras respuestas a largo plazo.

Los precios altos de un determinado bien pueden atraer a distinto tipo de emprendedores que vean dichos ingresos como algo atractivo, y decidan competir en dicho mercado. Al aumentar las empresas que ofrecen dicho producto, de un lado aumenta la inversión, lo que debe permitir una reducción en costes, y por otro una mayor oferta combinada con un mayor grado de competencia, conducirán los precios a la baja. Impidiendo que esos precios permanezcan altos, se desincentiva a que nuevos empresarios entren en dicho mercado y que a largo plazo, bajen los precios satisfaciéndose la demanda, lo que era imposible con los controles de precios.

Por lo tanto, el establecimiento de precios máximos sólo trae consigo la bajada de la calidad del producto, su escasez, o su disponibilidad a un precio mayor en el mercado negro, impidiendo que nuevos emprendedores y nuevas inversiones acudan a dicho mercado para al final reducir dichos precios.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Populismo fiscal

Cómo la política impositiva del gobierno de Pedro Sánchez divide y empobrece a la sociedad española El nuevo informe del Instituto Juan de Mariana evalúa la deriva de la política

El tropiezo del dictador

El aislamiento no es un problema para los dictadores cuando se produce. Puede operarse a través de sanciones internacionales impuestas para frenar su comercio e intercambio, o por medio de su marginación de los grandes eventos de la política internacional y su influencia en ellos. El motivo es que Maduro emana hostilidad allí donde va.