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Republicanos por el estatismo

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En diciembre de 2003 un editorial del New York Times aludía a los “nuevos republicanos” que, al frente del Congreso y la Administración, promovían una agenda corporativista y paternalista en pugna con la tradicional retórica anti-estatista del conservadurismo anglosajón. Aunque estos republicanos más que nuevos son una revisión de los viejos lincolnitas, que un bastión progresista como el New York Times los tilde de estatistas, mostrando incluso su simpatía por ese activismo intervencionista, no deja de resultar sintomático. Por aquel entonces el periódico conservador The Wall Street Journal se preguntaba: ¿no son los republicanos los supuestos valedores del Estado pequeño? Y el congresista Ron Paul sentenciaba que el GOP había abandonado a los conservadores.

Cuando recientemente el presidente Bush firmó una ley sobre transporte que contiene más de 6000 proyectos mascota que en palabras del moderado Washington Post “equivalen a una acción deliberada de gastar los dólares del contribuyente”, el editorial del periódico se interrogaba acerca de qué Partido era en realidad el del gobierno grande, si el Demócrata o el Republicano. En opinión del historiador Allan Lichtman, “la noción del gobierno limitado y frugal ha sido demolida por esta administración”, siendo Bush el único presidente que hasta ahora no ha hecho uso de su poder de veto ni una sola vez para frenar proyectos y atenuar así el despilfarro. Bush ha sido el presidente más pródigo con el dinero ajeno desde Lyndon Johnson, tanto en el gasto de defensa y seguridad nacional como en el gasto social. Durante el primer mandato el gasto público ascendió un 33%, y el presupuesto federal pasó de un 18,5% del PIB (etapa Clinton) al 20,3%. El mismo Partido Republicano que en 1994 refrendó un Contrato con América para poner fin al intervencionismo desbocado suscribió un aumento del 27% del presupuesto de 101 programas que había prometido desmantelar. Aquellos republicanos que años atrás proponían cerrar el Departamento de Educación hoy, con mayoría en el Congreso, incrementan sus fondos en un 69,6% (período 2002-2004). ¿Será ésa la parte compasiva del conservadurismo de Bush?

El Grand Old Party, tomado por neoconservadores, social-conservadores, socialistas sin adjetivos y políticos sin principios, ha lanzado por la borda ese anti-estatismo goldwateriano de la vieja derecha para abrazar, conquistado el poder, la causa del intervencionismo. En el capítulo de libertades civiles, aprobando la (un)Patriot Act; en el capítulo social, más Medicare, más National Endowment for the Arts, más programas federales de vivienda, No Childs Left Behind y proteccionismo; en el capítulo monetario, el dinero fácil de siempre; y en política exterior, OMC, FMI, BM, ONU y wilsonianismo renovado en pro de la salud del Estado, que no de la libertad. La cacareada rebaja de impuestos de poco sirve sin un recorte del gasto, y la reforma propuesta de la Seguridad Social podría no ser el paso adelante que alegan algunos.

En el seno del republicanismo persisten ciertos instintos reaganianos y elementos netamente liberales como el The Liberty Committee o el Republican Liberty Caucus. Una fracción de las bases es abiertamente hostil al estatismo, y la prensa conservadora y think tanks afines al libre mercado reprenden a Bush por su política doméstica. Pero no es ése el espíritu que en la actualidad rige el partido y ostenta el poder en América. El socialismo se viste de muchas maneras, y en esta ocasión se ha vestido de republicano.

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