Hay instituciones claves para un país. Y una de ellas es la Monarquía. No voy a hablar aquí de las evidentes ventajas que para nuestro país representa el que, a diferencia de los estadounidenses, los españoles no hayamos sido creados iguales, sino que algunos, por derecho de nacimiento, tengan asegurado su mantenimiento a cargo del erario y tengan reservados unos cargos, honores y prebendas diferentes al resto de la población.
Tampoco voy a hablar de lo duro y difícil que es ser uno de esos seres humanos excepcionales, pues, aunque mucha gente les envidia, es muy cansino ser rey. Viajes de estado, recepciones, presencia constante en eventos deportivos apoyando a sus súbditos más destacados…
Simplemente quiero exponer la fórmula para hacer que una institución tan importante, esencial y necesaria como la Monarquía sea más accesible, cercana y económica para el mayor número de ciudadanos.
Y el modelo es Telefónica de España, actualmente Movistar. Muchos dirán que no es comparable, pero en el fondo ambas instituciones son, básicamente, un servicio a la ciudadanía, y, por otro lado, estoy seguro de que si le preguntan a la gente qué prefiere, si tener móvil y ADSL con tarifa plana o monarca, la mayoría optaría por lo primero.
¿Qué pasaba antes con la telefonía? Pues lo clásico, que era un monopolio estatal y, por consiguiente, deficitario, ineficiente, una carga para el erario; una empresa que debía su estructura pre-liberalización de los 90 a un decreto franquista (¡¡caramba, qué coincidencia!!) y que daba un servicio nefasto a sus consumidores (tardaban meses en instalarte una línea).
¿Y qué pasa ahora? Pues, aunque no se haya producido una verdadera liberalización de lo servicios de telecomunicaciones, sí se ha hecho una regulación que introduce ciertos elementos de libre mercado en el sector, se ha abierto a la competencia y se ha privatizado la compañía, con lo cual ha dejado de ser una pérdida neta para el contribuyente, genera beneficios, crea riqueza y da un mucho mejor servicio a sus clientes, antes paganos obligados.
Pues eso es lo que hay que hacer con la Monarquía. Abrirla al libre mercado, privatizarla, dejar que con la actual Casa Real entren en competencia otras Casas Reales, tradicionales o de nueva creación, que ofrezcan sus servicios en un régimen de mercado libre.
Estos nuevos jugadores en el sector Casas Reales podrían ser, desde monarquías derrocadas como los Hohenzolllern o los Saboya, hasta empresas de nueva creación como Reyes Inc., Tele-Monarca, algunas incluso especializadas en sectores concretos, como la restauración donde ya hay algo parecido en el campo del fast food.
Así, estas nuevas Casas Reales competirán en precio, calidad y servicio con la actual para hacer las tradicionales actividades propias de la Monarquía, como las mencionadas al comienzo del artículo: recepciones, mensajes navideños, asistencia a eventos deportivos, viajes representativos. Gracias a ello, muchos más ciudadanos podrán disfrutar de las ventajas de tener una Figura Real, con mayúsculas, a su servicio.
Por ejemplo, un grupo de empresarios del sector del corcho quieren tener una Recepción Real. La actual Casa Real cobraría una tarifa determinada, quizá demasiado elevada para dichos empresarios, pero otras Casas Reales alternativas ofrecerían precios más competitivos, quizás a cambio de un menor boato, y todos tan contentos.
Así, desde la comunión de fulanito hasta la Final del Campeonato Provincial de Petanca del Bajo Ampurdán, podrán contar con una figura regia, la cual, actualmente, aunque pagada con el dinero de todos los contribuyentes, limitaba sus apariciones a grandes eventos, tales como la Final de la Copa de Él Mismo, los Juegos Olímpicos o bodas y bautizos de la jet set.
Y de cara a las actividades del sector público, pues también sería posible y deseable introducir la competencia. Un ejemplo sería la apertura del año judicial donde siempre queda muy bien la presencia de un Monarca. Pues bien, un concurso público abierto a Casas Reales con un pliego de condiciones para dicha necesidad específica proporcionaría la respuesta. Aunque, eso sí, habría que vigilar con lupa dichos concursos, pues en determinadas autonomías surgirían Casas Reales con conexiones con el poder que se llevarían todos los concursos.
Eso sí, ninguna Casa Real se mantendría a costa del erario público, sino del dinero de las personas que libremente deciden contratar sus servicios, y de esta forma veríamos cómo valora la gente la excepcional labor que la institución de la Monarquía presta al país.
Y aunque, por supuesto, la actual Casa Real gozará de una situación de privilegio en este nuevo mercado abierto, como antes disfrutaba Telefónica, con un market share dominante, tendrá que espabilar, pues el mercado libre es muy volátil, las preferencias de los consumidores cambian y la competencia siempre es feroz…
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