Imaginemos, por un momento, un mundo ideal. Un mundo donde ltodos los ciudadanos se han convencido de guiarse por tres principios: Nadie mata a nadie, nadie roba a nadie y nadie engaña a nadie. Mientras los individuos respeten estos tres principios, pueden hacer lo que les venga en gana. La consecuencia de un mundo así es que no se necesita una autoridad sobre los individuos pues nadie comete delito alguno, nadie incurre en fraudes, no hay delitos qué perseguir pues todos son bien portados.
A Juan se le ocurre poner un negocio de automóviles, no está prohibido. Podrá contratar a los trabajadores necesarios, comprar materia prima, producir y vender en donde crea que le pagan el mejor precio. Así empieza a hacer fortuna y no tiene límites. Al rato se le ocurre hacer una empresa constructora de grandes edificios o de aviones, etc. Y todo está bien: sus trabajadores se contratan porque les gusta participar en esa labor. Se ponen de acuerdo individualmente con el patrón sobre sueldos y prestaciones y al que no le guste, nadie le puede obligar a trabajar para ese patrón. El dueño no le puede poner una pistola en la cabeza para que haga labores que no desea. El obrero puede pedir un salario alto por día trabajado, el patrón valora y quizás le de lo que pide o quizás no; no están obligados a contratar en desacuerdo.
Simplemente el obrero puede negarse y buscar otro patrón o dedicarse a otra actividad que crea le será más benéfica. Quizás se decida a convertirse en un comerciante, quizás se decida a emprender un negocio, es libre de hacer lo que le convenga. Por el lado del patrón, buscará trabajadores que esten dispuestos a laborar en su empresa. Pero todo es voluntario, nadie puede forzar a nadie.
Un mundo de empresarios
Ninguna empresa tiene garantizado el éxito; hay algunas que mueren antes de cumplir un año. Algo le habrá fallado al empresario: no supo detectar los gustos, necesidades o caprichos de la gente; quizás no supo formar un buen equipo de trabajadores, no les supo comunicar de la importancia de la empresa. Puede ser que no supo manejar los precios adecuados, o no cuidó la calidad del producto. En fin, hay muchas variables que inciden en la suerte de una empresa. Pero haya sido como haya sido, la sociedad obtuvo beneficios, quizás pequeños, por la decisión de ese empresario. En otras palabras, sea cual sea la decisión del empresario, nunca perjudica a la sociedad.
Claro, si fue un empresario exitoso la sociedad se beneficia porque se invierten, ningún patrón se las puede comer; tampoco las usará para tener una alberca llena de manedas de oro y nadar como lo hacía el Rico Mac Pato en las caricaturas de Walt Disney.
En este mundo ideal, donde todos respetan sagradamente los tres principios mencionados, en realidad es un mundo de empresarios. Es porque todos son vendedores y compradores: unos venden automóviles, otros venden naranjas, otros atención médica, educación, diversión, o mano de obra. Todos venden, todos compran, todos negocian el mejor precio. Es un mundo de comerciantes.
El dinero
En cuanto al dinero, usan oro para comerciar. Es porque este metal tiene buenas características: es divisible, maleable, no se hecha a perder, se puede transportar, todos le tienen confianza pues saben que es bien recibido donde sea. Como el oro es un metal que casi no crece (3% anual) todos saben que atesorarlo no lleva a pérdida de valor. Es decir, no pierde poder adquisitivo.
A pesar de las virtudes del oro, resulta algo complicado andar cargando cinco kilos en el bolsillo. Los pueblos se ponen de acuerdo en dejar el oro en las bodegas y a cambio producir billetes respetando una regla estricta: Solo se puede producir un peso argentino si en la bodega queda guardado un gramo de oro. Solo se imprimirá un peso argentino si está respaldado por un gramo de oro en bodega, y así, en todos los países se adopta la misma regla. Un dólar es un gramo de oro, un quetzal es un gramo de oro, etc.
Toda la economía sigue funcionando perfectamente, con la ventaja de poder fraccionar los billetes sin ningún límite. Digamos, en lugar de que un gramo de oro se imprima un quetzal, ahora se puede producir mil billetes de un miliquetzal. O bien, un gramo de oro puede originar un millón micro quetzales y así. Nótese que no se está inflando a las economías de cada país pues todo billete está respaldado por el metal áureo. La regla resulta perfecta.
El crédito
En nuestro mundo ideal, donde hay una cmpleta libertad para los individuos mientras no violen los tres principios fundamentales, los sistemas de crédito y financiamiento surgen de manera natural, porque no violan los tres principios.
Dentro de un país, algunos individuos se dedican al negocio de guardar dinero pagando una tasa de interés pasiva y prestarle a quien lo necesite a cambio del pago de una tasa de interés activa. Es un negocio que obtiene sus ganancias por la diferencia entre la tasa activa y la tasa pasiva. Los ahorradores están contento pues al depositar su dinero ganan, en lugar de guardarlo en el colchon de casa. Ese dinero estará disponible para los que lo necesiten pero deben pagar una tasa de interés para que ganen los dueños del dinero y la banca. La Banca es una gran institución que ayuda a los emprendedores, comerciantes, profesionistas y a la gente que tiene alguna necesidad o quiere comprar un automóvil o una casa a crédito. Hasta aquí no detectamos ningún problema en esta economía mundial y local.
Empréstitos internacionales
Puede ocurrir que un empresario, digamos de España, quiera ampliar su negocio, comprar máquinas, terrenos etc, pero ningún banco nacional se dispone a otorgarle crédito. Entonces acude a un banco extranjero que, por suerte, está dispuesto a prestarle. El empresario español, responde con sus activos y usa bien el préstamo para su negocio. Paga el principal y los intereses y no hay problema alguno. La nación del banco que prestó no sufre pues si su banquero se dispuso a prestarle al español es porque los ciudadanos de aquella nación no demandaban crédito o porque el banquero sintió que ganaba más con el empresario español. De cualquier manera ambas partes se benefician. Ahora el banquero foráneo tiene más recursos para sus ciudadanos y el Español generará más bienes o servicios para los nacionales. Todos ganan.
En realidad, el empresario español no necesitaba necesariamente acudir por un préstamo al exterior, bastaba que anunciara su disposición de pagar una mayor tasa de interés y, seguramente, convergerían otros españoles con ganas de aprovechar la oportunidad.
Alguien rompe la regla
Seguimos en un modelo de mundo ideal donde la oferta y demanda funcionan perfectamente. ¿Cuantos bancos debe haber? Nadie lo sabe, porque eso depende de la oferta y demanda. Si es un pueblo con poca energía para proiducir y prosperar, quizás haya un solo banco o ninguno. Pero si el espítitu de emprender es alto, todos quieren créditos para abrir o ampliar sus negocios y ello empuja para que surjan más bancos. Pero nadie lo puede determinar porque eso solo se resuelve en la dinámica del mercado.
Admitamos ahora que alguien, digamos un banquero, quiere aprovecharse de la situación de alta demanda y corre a prender la maquinita que imprime billetes. Lo tendrá que hacer en la noche, para que nadie se de cuenta. Así que consigue bastante papel y tinta y pone a trabajar a la imprenta a su máxima capacidad. Por la mañana, llega en una camioneta con múchos dólares para no negarle créditos a nadie. Es más baja la tasa de interés que los otros bancos aplican y así concentra la demanda de crédito. Es más, anuncia créditos bajos para comprar casas, autos, vacaciones o lo que se le ocurra a la gente. ¿Cuál es el efecto de este proceder?
Auge y depresión
La noticia llega a otros países y los empresarios se aprestan para aprovechar la oportunidad de la baja tasa de interés. Nótese que en este mundo ideal no hemos admitido la figura de Gobierno. Pasa el tiempo y se llega la fecha de pago, hay que regresar el dinero prestado. Y resulta que los empresarios no pueden pagar su crédito. Los que compraron casa con el crédito barato concedido no pueden pagar las mensualidades, el agricultor que adquirió un buen tractor tampoco puede pagar. Es que con tanto dinero vertido a la economía, la gente se volvió loca comprando.
Ante tanta demanda, los precios fueron empujados al alza, pero los sueldos perdieron poder adquisitivo, los ahorros, hechos con tanto sacrificio, se pulverizaron. El banquero malo se empieza a quedar con propiedades, fábricas y negocios. Un gran negocio pues solo bastó imprimir billetes y prestar a tasas bajas. Los banqueros perdieron clientes y mejor cerraron sus bancos, arrojando a los empleados al ejército de desocupados. De hecho, ese mal banquero podía haberse quedado con toneladas de oro con el simple mecanismo de producir sin límites. En pocas palabras, la destrucción del orden económico generó gran desorden por vía del señoreaje, es decir, de la impresión de dinero sin respaldo.
Esta política de señoreaje fue ampliamente aplicada por el Füher Adolfo Hitler, y él brincaba de gusto pensando que así inventaba una mejor economía que la capitalista, ni Dios podía hacer esos milagros económicos: trabajo para todos, escuelas para todos, salud para todos, creación de un gran ejército para conquistar y apoderarse de grandes territorios junto a las riquezas naturales (petróleo, oro, azufre, etc).
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También soñaba con destruir a Alemania mediante una gran invasión de libras esterlinas fabricadas en las imprentas del Tercer Reich.
Gobiernos que piden dólares prestados
El mundo ideal se está destruyendo desde el momento en que metimos a un bandido que furtivamente se atreve a falsificar dolares, perdón, dinero sin respaldo de oro. Ahora introducimos un agente que no corresponde al Mundo Ideal, en efecto, ahora surge la idea de tener un gobierno que vigile y castigue a los bandidos. La gente acepta, no del todo convencida. Por supuesto, ese gobierno está formado por hombres que comen, visten y tienen necesidades. Convencidos o no, se establece una tasa impositiva.
Ese gobierno se da cuenta que es bastante cómodo vivir de impuestos y rápidamente se ofrece para dar otros servicios a la sociedad, y por supuesto, subir los impuestos. Calles, puentes, acueductos, etc., ahora los provee el gobierno. Nadie se atreve a criticar pues todos reciben los beneficios. Ahora el tamaño del gobierno es grande y sin limites para seguir creciendo. Y como ya no les alcanza los impuestos, se sienten con el derecho de pedir prestado a otro país. En efecto, acuden con el tío Sam para pedir un a cifra inconfesable de dólares.
Los préstamos del Tío Sam
El tió Sam se pone muy amable y se dispone a prestar, digamos $10.000.000.000,00 o más. Despues de todo, el Tio Sam solo tiene que desvelarse unos días para imprimer toneladas de dólares. Con su noble actitud de amigo, le otorga una tasa de interés baja, o mejor aún, le aplica tasa cero. Ahora la bodega del país deudor está llena de dólares. Pero en Argentina (digamos) no circulan los dólares. Pero sigue la regla de Breton Wood (1944) “Puedes imprimir pesos argentinos si te respada el oro o las divisas en bodega.” Asi que se pone a trabajar a todo vapor la maquinita que imprime pesos argentinos. El gobierno argentino se desvela pensando en qué hará con tanto dinero.
Por otro lado, la gente del gobierno argentino ve que la bodega está repleta de dólares y empieza a soñar con nuevos proyectos financiados con divisas: Comprar aviones, locomotoras, cañones, etc., hasta que quedan vacias las bodegas del gobierno. Pero ha pasado el tiempo y llega la hora de pagar al Tio Sam. Pero no hay dinero ni para el pago de intereses. Así que se refinancía la deuda pidiendo más dolares para pagar los intereses. Y así, la deuda crece y crece sin límites. O bien, el tío Sam acepta que Argentina pague con ganado. Miles de vacas se van al norte.
Gracias a la actividad delictiva de imprimir billetes sin respaldo, se dejó a un país en ruinas y sin capacidad de levantarse. El país que tiene la maquinita se hace de una fortuna inmensa sin haber arriesgado absolutamente nada, pues solo le puso tinta al papel.
Conclusiones
- La única manera en que el mundo tenga un desarrollo sano es cuando se apega a la regla de oro: todo billete debe estar respaldado por oro.
- Si sabes que un país rompe la regla del patrón oro, nunca le pidas prestado, ni le vendas productos porque te va a destruir tu economía.
- Si en tu país tienes un gobierno, bueno o malo, debe estar muy limitado, debe estar estrictamente prohibido pedir prestado a otros países y tampoco a sus propios ciudadanos.
- Todo gobierno debe vivir estrictamente con lo que recibe de impuestos. (Cero déficit). Y lo puede hacer si se limita a las funciones fundamentales: cuidar la paz de los ciudadanos, que nadie asesine, nadie robe y nadie cometa fraudes. Ni siquiera le dejes la obra pública porque es mejor mediante organizaciones privadas temporales que no vivan de impuestos.
- Si un gobierno se limita a las funciones fundamentales, los impuestos serán pequeños y los deben pagar los individuos, no las empresas.
- Solo los agentes privados deben tener el derecho de contratar deuda nacional o foránea, pues solo éstos perciben las oportunidades correctas, asumen el riesgo y responden por las consecuencias; a diferencia de los gobiernos que son temporales, aplican descuido en el manejo de recursos que no les pertenecen y al final, nadie sabe donde se esconden.
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