Se hace necesario, para revertir la charlatanería colectivista, que quienes no comparten su programa salgan del armario ideológico en que les han encerrado.
Como sin duda saben los lectores de esta página, la expresión “salir del armario” fue la féliz traducción al español de la expresión inglesa “coming out (of the closet)” que hizo gran fortuna en los años ochenta del siglo pasado para describir la conducta de aquéllos homosexuales que declaraban voluntaria y abiertamente sus preferencias sentimentales. A pesar de los reductos de libertad o de mera tolerancia disponibles en las sociedades civilizadas, el hecho notorio es que, sin distinción de idelogías y hasta época muy reciente, se perseguían como actividades peligrosas las manifestaciones de homosexualidad.
No olvidemos que en España todavía una Ley de 1970 sobre peligrosidad y rehabilitación social, derogada en ese punto por iniciativa del gobierno de la UCD de Adolfo Suárez González en 1978, consideraba peligrosos y susceptibles de ser sometidos a una “medida de seguridad” consistente en el “internamiento en un establecimiento de rehabilitación” a “los que realicen actos de homosexualidad y a las que habitualmente ejerzan la prostitución”.
Asimismo, a este respecto, resulta muy recomendable leer el diagnóstico certero de Carlos Alberto Montaner en su novela “La mujer del coronel”, que trata precisamente de la represión sexual en la Cuba revolucionaria dirigida por una banda de “machistas leninistas”. En cualquier caso, la falta de respeto hacia estas personas resultaba ostensible y predominante, cuando no se tendía un mojigato y tupido velo sobre una realidad tan antigua como la humanidad.
Simultáneamente, a las “salidas del armario”, se forjaba la instrumentalización en clave posmoderna de un movimiento que, en principio, no debería ser sino la suma de declaraciones públicas de los concernidos respecto a su orientación sexual, reclamando una igualdad de trato ante la Ley.
Ahora bien, me interesa resaltar en este análisis una segunda acepción de salir del armario que consiste en la disposición a decir en público lo que se mantiene en secreto o, por lo menos, no se explicita.
Presenciamos momentos convulsos y críticos en España. Un cúmulo de factores arrastran insidiosamente a una mayoría de políticos y creadores de opinión -en unos casos por convicción, en otros por tacticismo- a plantear una amalgama de falsas soluciones colectivistas y estatistas para acometer las políticas públicas. Aun siendo consciente de la ausencia de información real sobre lo que se fragua en las intrigas para formar gobierno tras las elecciones generales, sí hay algo que se plasma en los documentos que intercambian los actores.
En general, el estamento político, falto de legitimación e incapaz de depurar sus responsabilidades compartidas por los abusos acontecidos durante largos años, lucha por mantenerse en el candelero transigiendo con las propuestas machaconamente repetidas por los buscadores del poder implacable de Podemos. El nuevo partido “centrista”, Ciudadanos, no es ajeno a esta tendencia, pues el centro de gravedad se está desplazando vertiginosamente hacia las coordenadas que propiciaron el asalto al poder de Syriza en Grecia o al ejemplo portugués de gobierno social comunista.
En estas circunstancias, cualquiera que sea el desenlace a corto plazo del proceso político, resulta especialmente valiosa la reacción de personas que se alzan contra las corrientes de pensamiento en apariencia dominantes. La vida continúa, pero resulta preciso preguntarse qué podemos hacer las personas que compartimos unas ideas – básicas o sofisticadas – de defensa de la libertad y la responsabilidad individual, ya que, efectivamente, eso es lo que queremos desarrollar en nuestras vidas, cooperando voluntariamente con nuestros amigos o con otros desconocidos en los miles de intercambios libres que acontecen a diario.
En medio de esta reflexión me encontraba, cuando reparé en unas recientes declaraciones del dúo musical Fangoria (Nacho Canut y Alaska/Olvido Gara) donde rompían una lanza a favor de estas ideas de forma provocadora, especialmente si recordamos las ideas gremialistas y liberticidas que predominan entre los artistas. Merece la pena recoger la cita:
Estamos en una época de victimismo y la gente tiene que aprender a ser responsable de sus actos y de sus decisiones económicas y no económicas. Si has decidido meterte en una hipoteca, lo has decidido tú y ¿ahora quieres que el Gobierno venga a sacarte? En fin. Hay que ser responsable.
El trabajo no es para siempre. Si quieres tener cuatro hijos, ténlos, pero después no digas que no tienes dinero porque lo has decidido tú. La gente tiene que empezar a pensar y no mirar siempre al Gobierno cuando les conviene.
De un plumazo derribaban varios señuelos que utilizan los edecanes bolivarianos -y otros de apariencia más respetable que se arriman digamos que en aras del “buen rollito”- para justificar la imposición coactiva de la redistribución a favor de quiénes tomaron decisiones que luego descubren equivocadas o simplemente les pesan.
Se hace necesario, para revertir la influencia de tanta superchería y charlatanería colectivista que justifica, como señala Anthony de Jassay, que el Estado robe a Peter para dárselo a Paul, que las personas que no comparten ese programa de servidumbre den un paso al frente… y salgan del armario ideológico en que les han encerrado.
1 Comentario
Quienes son estatistas
Quienes son estatistas/colectivistas por tacticismo no van a salir de armario alguno cuando estas ideas pueden alcanzar el poder, por puro tacticismo. Olvido Gara no puede salir de ningún armario porque tiene la costumbre de quemarlos. Puede que el actual momento político sea una hora para valientes pero décadas de socialdemocracia han trastocado el concepto de responsabilidad hasta el punto de que la valentía consiste en exigirle más a papá Estado, no en cuestionarlo.