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Sangría para todos

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La previsible subida de impuestos está al caer. Nuestro Gobierno, maltrecho en credibilidad, no sabe cómo hincar el diente en la yugular del ciudadano. Pero, no lo dude, antes o después, lo hará.

A pesar de lo incómodo que resulta el traqueteo informativo, los “ahora sí, ahora no” del Gobierno respecto a las medidas económicas, primero anunciadas, luego esquivadas, este comportamiento tiene su objetivo. El primero, desde luego, marear al personal. Y lo han conseguido con creces. Pero, además, es el típico juego de despiste de la enfermera que te va a poner una vacuna dolorosa y te da unos golpecitos antes en plena vena. La idea es despistar la atención del paciente para que la inyección duela menos. Pues igual. Que recorto. Que no recorto. Que subo los impuestos. Que no. Bueno, mejor sí. Y cuando estemos más despistados, nos endiñan una subidita.

Los sufridos pacientes, que ya nos la sabemos, generalmente le pedimos a la enfermera que ataque a la de tres y se deje de tonterías que ya aguantamos nosotros el dolor, que a estas alturas ya sabemos. Lo sorprendente es que la sociedad no exige a los gobernantes que no amague y se retire, y menos con el dinero de todos. Es decir, no hay algaradas en las calles, ni protestas exigiendo la dimisión de nadie. Y mira que hay motivos. Corbacho se va por la puerta grande, tan grande como el boquete de paro que deja tras de sí, para ser candidato socialista en Cataluña. Y todos mirando.

Estas reacciones de la manada, este instinto de rebaño, no es nuevo y está en la vanguardia de los estudios del comportamiento económico y político.

Cuando la gente piensa que la información a la que tiene acceso es insuficiente se dispara el bandwagon effect, según el cual, las decisiones individuales se toman observando lo que hacen los demás: si ves que A es la opción mayoritaria, simplemente la adoptas sin tener en cuenta evidencias ni creencias personales, te subes al carro. De manera que las conductas se generalizan a medida que las modas pasajeras y las tendencias lo hacen. Este comportamiento puede acabar en la elección de la opción menos deseable para el conjunto. Amos Tversky, Daniel Kahnemann y Vernon Smith (todos con un Nóbel de Economía en su haber) son tres de los investigadores que han estudiado cómo afectan estos aspectos de la toma de decisiones grupales a las finanzas.

Y así, la idea de que subir los impuestos es necesario para salvar a los parados, eliminar desigualdades (injustas, no se olviden, siempre injustas) y “curar” al país de todo mal, va acompañada de ejemplos de otros países, a los que supuestamente queremos parecernos, que han subido los impuestos. No importa que todos sepamos que cada caso es distinto, que nuestro paro es inigualable, que nuestro sistema productivo es el que es, que nuestras empresas son principalmente pequeñas y medianas y que la mayoría de nuestro tejido empresarial está integrado por autónomos. Nada, todos lo mismo. Viva la igualdad… pero págala tú.

La metáfora médica no se restringe al comportamiento enfermeril. En general, los gobiernos se autodefinen como los médicos, los que poseen la cura milagrosa, los que van a extirpar esos activos tóxicos y van a sanar el sistema financiero. Y tienen razón. Lo malo, sobre todo para nosotros, es que son médicos de otras épocas. Ya desde la Antigüedad se usaban sanguijuelas para sanar, pensando que las sangrías, es decir, la extracción de sangre con fines terapéuticos, era lo mejor. La gente solía morirse desangrada, pero sin dolor. Como la saliva de la sanguijuela contiene un anticoagulante, un anti cicatrizante, un vasodilatador y un anestésico, uno no se enteraba de que le estaban matando, simplemente se sentía cada vez más débil.

De la misma forma, nuestro Gobierno nos unta con anestésicos locales para que no nos demos cuenta, pero el sistema económico está tan débil que no puede con su alma. Y lo que le queda. La próxima subida de impuestos, la vendan como “sólo para ricos” o como “purga Benito”, va a empobrecernos a todos. Los “ricos” que no se han llevado ya el dinero fuera de España, no van a estar en disposición de crear empleo. Y no se trata de las grandes empresas, ésas probablemente han tenido tiempo y recursos para esquivar el golpe. La cura va dirigida a las clases medias, a los pequeños y medianos empresarios. Les van a sangrar, y no solamente a ellos, la medida nos va a salpicar a los demás. A grandes males, grandes remedios. Y este gobierno ha decidido lo que necesitamos: sangría para todos.

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