"Propiedad" es el título de un artículo publicado ayer (14/3/2007) en La Vanguardia por el teólogo José Ignacio González Faus, responsable de teología de Cristianisme i Justicia, en el que éste defiende nada menos que la moralidad de la ley sobre el derecho a la vivienda del gobierno de la Generalidad de Cataluña.
La propiedad privada es el principio ético esencial en una sociedad libre, por eso no es de extrañar que en defensa de un gobierno proto-totalitario se le dé a aquella un carácter secundario. Y es que para el señor González Faus la ley-expolio "que contempla la posibilidad de poner en alquiler casas no habitadas, y medidas semejantes" (sic) es de un "valor moral" incuestionable, si bien prefiere no pronunciarse sobre la eficacia de la misma ni, por lo tanto, se para a cuestionar si las medidas supondrán, además de la promesa de una amenaza, un menoscabo en el uso eficiente de las bienes expropiados. Sencillamente no le importa porque se trata de hacer justicia con una ley cocinada al efecto.
Sin perder de vista que lo que me importa destacar en este artículo es la lamentable defensa que se hace del totalitarismo sui generis que padece la sociedad catalana, quisiera destacar el modo grosero en que se recurre a la moral y a la teología para justificarlo.
Afirma el teólogo que la propiedad no es un derecho sagrado, destacando que sirve a una "finalidad más amplia y más justa que es el destino universal de todos los bienes de la tierra". Se apoya en la afirmación que Juan Pablo II dejó escrita en la Sollicitudo rei sociales (42):
Es necesario recordar una vez más aquel principio peculiar de la doctrina cristiana: los bienes de este mundo están originariamente destinados a todos. El derecho a la propiedad privada es válido y necesario, pero no anula el valor de tal principio. En efecto, sobre ella grava una hipoteca social, es decir, posee, como cualidad intrínseca, una función social fundada y justificada precisamente sobre el principio del destino universal de los bienes.
Como señalaba Rafael Termes,
esto es precisamente lo que en el sistema capitalista tiene lugar, cuando los bienes poseídos en privado son destinados al proceso de producción, creando puestos de trabajo y rentas para los demás.
Y es que la mencionada encíclica significa un encendida defensa de la iniciativa privada que llevaba a Juan Pablo II a denunciar que
entre otros derechos, es reprimido a menudo el derecho de iniciativa económica. No obstante eso, se trata de un derecho importante no sólo para el individuo en particular, sino además para el bien común. La experiencia nos demuestra que la negación de tal derecho o su limitación en nombre de una pretendida "igualdad" de todos en la sociedad, reduce o, sin más, destruye de hecho el espíritu de iniciativa, es decir, la subjetividad creativa del ciudadano. (15)
Continúa el señor González Faus encadenando disparates hasta llegar a la traca final en la que plantea a los lectores un juego: adivinar el autor de varias citas en las que, en cualquier caso, es imposible ver la justificación ni moral ni mucho menos teológica del atraco nacionalsocialista que él defiende. Y es que, en contra de lo que quiere hacernos creer, aunque Santo Tomás no elevo a natural el derecho a la propiedad privada, es decir, no remató debidamente un teoría de los derechos naturales, sí que la justificó.
No siendo contraria a la ley natural, la propiedad privada, como invención de la razón humana, se justifica, según el Aquinate, porque el hombre siempre defenderá más y mejor su posesión que lo que es de muchos; porque dedicará mayor esfuerzo en beneficio propio que en el de los demás y porque, en definitiva, "es la mejor garantía de una sociedad pacífica y en orden" (Rothbard, p.87).
Santo Tomás de Aquino alude a cuestiones económicas cuando suscitan problemas de teología moral, precisamente esto es lo que parece acontecer, pasados los siglos, con los teólogos que pretenden justificar el expolio, que prepara un gobierno nacionalsocialista, con una poco refinada argumentación moral y teológica.
En realidad lo que parece alimentar el celo franciscano, es un decir, del señor González Faus es la nostalgia y lo que le da impulso es el desconocimiento de la evolución y el progreso.
Cuando afirma que "en una economía mucho más primitiva y de intercambio, los padres de la Iglesia repetían que la limosna no era un acto de caridad sino de justicia" esta soslayando que, en contra del propósito de la Generalidad, la limosna era voluntaria. El revestimiento moral que cada cual le quisiera dar a su conducta en aquellos tiempos "primitivos", o ahora, nada tiene que ver con la redistribución coactiva administrada por el actual gobierno catalán.
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