Los datos parecen demostrar que cuanto menor es el tamaño del Estado, mayor es su calidad institucional.
Siendo español, sería fácil escribir algo sobre la relación entre la economía y las instituciones: no haría falta mucha imaginación; bastaría con estar al tanto de las fechorías del gobierno de turno, independientemente de su color político. Sería sencillo explicar parte de nuestra situación actual como consecuencia de la ausencia de independencia judicial o de la perversión de los resultados electorales en favor de determinadas minorías y grupos de presión.
Residir actualmente en Estados Unidos pondría un elemental colofón al comentario de este mes y todo sería previsible: unos países funcionan mejor que otros y, en gran medida, se debe a la existencia de una serie de instituciones que protegen a los ciudadanos de la arbitrariedad del poder. Esas instituciones básicas que permiten el desarrollo del mercado se pueden resumir en el respeto de los derechos de propiedad, garantizados por la justicia mediante distintos mecanismos, tales como el cumplimiento de los contratos, la transparencia de la información, la libre competencia, etc.
Pero el método utilizado por los profesores Martín Krause y Pablo Guido, con los que estudié la asignatura Economía e Instituciones en el Máster en Economía UFM-OMMA, me obligó a plantear ciertas preguntas a los autores de las extensas lecturas que ocuparon la materia: me gustó el ejercicio porque, incluso estando mayoritariamente de acuerdo con los textos, siempre quedan resquicios para debatir y discutir, motivo por el cual he construido aquí un relato que incluye algunas de ellas.
Sabemos que el crecimiento económico derivado del comercio en Europa a partir del año 1500 fue posible gracias al desarrollo de una serie de innovaciones institucionales (propiedad privada, contratos comerciales) que estimularon acciones emprendedoras cuyos objetivos eran aumentos de la productividad frente a la mera redistribución de los ingresos obtenidos durante el feudalismo: ¿por qué, al tiempo que esas innovaciones institucionales favorecedoras del mercado libre, surgieron también durante el Renacimiento muchos de los estados que todavía perduran hoy y que han sido, y siguen siendo, los grandes enemigos de la libertad individual?
Si consideramos los contratos como elemento fundamental de este proceso, ¿no puede llegar a ser un problema el hecho de que, por definición, sean necesariamente incompletos? Por ejemplo, asumiendo con Murray Rothbard o David Friedman la existencia de una serie de agencias privadas que sustituyeran al Estado, ¿cómo podríamos defendernos si se produjera un evento, no previsto en la relación contractual entre las partes, que afectara a nuestros derechos básicos, como la vida o la propiedad?
Quizás, en vez de caer en la trampa intelectual de los fallos del mercado, lo cual nos obliga a demostrar que el Estado tampoco puede resolverlos, deberíamos de rebatir su existencia precisamente como consecuencia de ausencia de mercado. Esto nos llevaría a plantearnos si realmente se puede limitar el poder del Estado: ¿es factible, o simplemente otro ideal más, el anarcocapitalismo?
Bien, admitiendo la intromisión del Estado, es necesario entonces analizar los principales componentes de la acción política: los votantes y los gobernantes, tanto políticos como funcionarios. Los votantes tienen un incentivo débil a estar informados para mostrar sus preferencias (lo cual facilita la existencia de grupos de poder que sí obtienen un beneficio de estar informados), mientras que los políticos tienen un incentivo fuerte a estar informados (pues su objetivo personal es la reelección) y los burócratas que ejecutan sus decisiones tienen incentivos personales para maximizar el tamaño del presupuesto asignado o minimizar el esfuerzo (no siendo inusual que concurran ambos): ¿no es la limitación de mandatos un error en sí mismo, dado que se promueven políticas de corto plazo que permiten obtener beneficios hoy a cambio de costes futuros (déficits públicos) y se manipula la política en función del calendario electoral?
Dado este análisis, parece obligatorio revisar las instituciones políticas para mejorarlas, no suprimirlas: James Buchanan, con su teoría de la Elección Pública (Public Choice), estableció una analogía entre el mercado y la política comparando las preferencias de los consumidores con las decisiones de los políticos. Pero, continuando la analogía, ¿dónde podemos esperar que se produzcan innovaciones continuas y efectos disruptivos para cambiar el statu quo en política?
En cualquier caso, los datos parecen demostrar que cuanto menor es el tamaño del Estado, mayor es su calidad institucional: se podría argumentar así en favor de movimientos independentistas como en Escocia o en Cataluña, aunque la opinión mayoritaria es que sus ciudadanos no vivirán mejor que ahora cuando sean independientes. ¿Es siempre recomendable la descentralización o el Estado necesita un tamaño mínimo para poder garantizar cierta estabilidad a sus ciudadanos?
Estos ejemplos nos permiten coincidir con Friedrich Hayek al advertir del peligro de considerar el método democrático por encima de la ley, estableciendo las diferencias entre liberalismo (entendido como limitación del poder coactivo del gobierno) y democracia (cuyo único límite sería la mayoría). Aunque sea sólo en un plano intelectual, parece un poco arriesgado oponer liberalismo a democracia, puesto que el liberalismo por definición no puede estar presente en ningún país no democrático: ¿no sería mejor establecer que la democracia es una condición necesaria, pero no suficiente, del liberalismo?
Entiendo perfectamente el argumento libertario de que es lícito comerciar con dictaduras, incluso admitiendo que es el entorno político el que permite quién puede hacer negocios y quién no, pero no lo comparto completamente: ¿deberíamos considerar la libertad individual por encima de la libertad económica, dado que cualquier dictadura puede hacer crecer su PIB a costa de sus ciudadanos?
Descartando aquellos países donde no se respetan las libertades individuales, conviene analizar si unas democracias funcionan mejor que otras: volviendo a Buchanan, se concluye que no es suficiente que haya elecciones libres cada cierto tiempo para limitar la acción del gobierno, especialmente si la regla de la mayoría permite combinar el poder legislativo y el poder ejecutivo a su voluntad. Pero de su análisis comparativo entre Estados Unidos y algunas democracias europeas, parece entenderse que el sistema federalista es superior: aparte de que las constituciones europeas, monárquicas (Inglaterra, Suecia) o no (Francia), no son menos democráticas que la Constitución de los Estados Unidos de América, ¿no nos demuestra la realidad que el descontrol presupuestario no es exclusivo de Europa?
Pregunta que me sirve para cerrar el círculo abierto al principio del relato: los impuestos son más bajos en Estados Unidos que en España, si bien la tendencia de los tipos impositivos es claramente creciente. No obstante, mi percepción personal es que la aceptación general de cualquier iniciativa pública (gasto en defensa, educación pública, etc.) también es parte de su ADN social, aunque es cierto que la mayoría de los ciudadanos confía en que los controles institucionales existentes funcionen y sirvan para protegerlos del poder arbitrario: viendo cómo los políticos españoles nombran a los jueces que les tienen que juzgar en caso de que sea necesario, está claro que no podemos tener la misma confianza en ambos sistemas.
5 Comentarios
Hola Fernando, interesantes y
Hola Fernando, interesantes y variadas reflexiones. Me ha llamado sobremanera la atención la idea de que se podría limitar el poder.
El Estado es la institución espontánea evolutiva de la parte de la sociedad que ejerce el poder coercitivo, y a través del control y la fuerza obtiene sus recursos.
Los límites del Estado son otros Estados, el descontrol y el agotamiento de los recursos. No las instituciones que acaba controlando.
Cuando un Estado es derrotado por otro Estado o agota sus recursos, suele ser sustituido por ese otro Estado o por el descontrol.
El descontrol puede ser un orden natural, una caterva de organizaciones con aspiraciones de Estado o la anarquía.
La anarquía es la institución espontánea evolutiva de la parte de la sociedad que no ejerce el poder coercitivo.
No la veremos, pero no es una abstracción, de hecho se asoma de vez en cuando en el derecho natural-costumbre, en el comercio no intervenido, en el lenguaje, en el dinero no fiduciario, en la estructura familiar…
Un saludo.
Muchas gracias por sus
Muchas gracias por sus comentarios, Pizarro.
No creo que se pueda decir que siempre el Estado acabe controlando las instituciones: si fuera así, estaría de acuerdo con su premisa acerca de los límites del Estado. Pero me parece que hay ejemplos que demuestran que o siempre es así.
Y no hace falta recurrir a Suiza, modelo a seguir en ese sentido: yo creo que Reino Unido, Noruega o Estados Unidos (como indico en mi comentario), son buenos ejemplos de Estados poderosos que respetan, en cierta medidad, las libertades individuales gracias a que sus instituciones funcionan.
A todos nos gustaría que Rothbard tuviera razón y pudiéramos renunciar al Estado: mientras tanto, me conformo con que me ofrezca herramientas para defenderme si considero que no respeta mis derechos.
Un saludo useño.
Hola Fernando,
Hola Fernando,
Supongo que quienes tenéis la dicha de vivir en Estados poderosos que al menos respetan en cierta medida las libertades individuales, tenéis la idea de que el poder de Estado es contenible si se le aplican instituciones que precisan para la contención del poder del Estado… al poder del Estado.
La incoherencia de Rothbard al pretender aunar anancocapitalismo y acción política hace que parezca que no entendió nada de lo que aseveraba. Y lo de renunciar a imposiciones es de traca.
El Estado es una institución que ha venido para quedarse y a él no se renuncia ni a él se le derroca, y por supuesto no se le domeña, tan solo a veces se disuelve en su propia inoperancia. Involucionará si se acaba imponiendo una visión no coactiva de las relaciones sociales.
Saludos desde el Estado de las Autonomías
Entre Estado y Mercado se da
Entre Estado y Mercado se da una obvia simbiosis primigenia, por eso no es nada extraño que históricamente vayan de la mano: el Estado vela por las relaciones pacíficas entre particulares, protege las vías comerciales, etc. al tiempo que se nutre de la prosperidad generada por la libertad de mercado. Sin embargo, es una relación curiosa; cuando las instituciones políticas crecen demasiado distorsionan las económicas volviéndolas ineficientes. Supongo que esto explicaría la paradoja del inicial crecimiento paralelo del comercio y Estado renacentista.
Los contratos no se definen como necesariamente incompletos, eso parece contractualismo ingenuo. Son perfectamente completos para regular las relaciones privadas, porque excluyen por principio todo inicio de violencia. Las agencias privadas de seguridad sustitutas del Estado no deben garantizar sólo lo explícitamente comprometido en un contrato, sino también, naturalmente, la defensa ante cualquier otro tipo de agresión inespecífica. No es preciso detallar todas las violencias posibles, basta, si se quiere, con indicar “ninguna violencia”.
El anarcocapitalismo es tan factible como proponerse condenar cualquier agresión. Hasta ahora nadie ha demostrado que sea un empeño imposible; es más, de boquilla todo el mundo parece estar a favor.
No sabía yo que la teoría de la elección pública equiparara absurdamente mercado y política más allá de homologar unos reales “fallos del gobierno” a ficticios “fallos del mercado”.
Un Estado pequeño (en sentido minarquista) no es un Estado con poco espacio físico. No confundamos. Si un Estado unipersonal no es viable, habrá que ir añadiendo individuos hasta que se obre el milagro cabalístico. Debe de existir un número mágico que me tiene fascinado.
Maldita polisemia. Democracia significa dos cosas por completo opuestas: nebuloso régimen de libertades y tiranía de las mayorías. Pero en ninguna de las acepciones encaja eso de ser condición necesaria pero no suficiente de liberalismo.
La libertad individual siempre será más interesante y preferente que la económica, dado que la primera implica la segunda, pero no al revés; no dado lo que cualquier dictadura pueda o no hacer.
Me gusta mucho el argumento
Me gusta mucho el argumento para explicar el desarrollo inicial del Estado y el Mercado.
No me gusta tanto la afirmación de que los contratos no son necesariamente incompletos: no he estudiado Derecho, pero todos trabajamos con contratos en nuestra vida personal y profesional, y no recuerdo a nadie que dijera que todo estaba perfectamente claro en uno de ellos…
De hecho, precisamente por eso, necesitamos instituciones que nos permitan aclarar quién tiene razón en caso de que no esté especificado negro sobre blanco, y a ser posible, que sea ciega, muda y sorda para todos.
Quizás me expliqué mal, pero nunca quise relacionar el tamaño mínimo con algo físico: tan irracional era la URSS como Albania, China como Cuba. Estoy de acuerdo en lo de ir añadiendo individuos y estoy seguro de que no hay una expresión matemática que se pueda minimizar o maximizar para saber el número óptimo. Pero los ejemplos independentistas no buscan agregar, sino disgregar: ahí es dónde veo cierto peligro para los ciudadanos, porque una sociedad es algo más que un conjunto de personas que viven juntas.
Hay aspectos ligados a la cultura, la Historia o la tradición que inevitablemente se perderán como consecuencia de la separación que implican todos los nacionalismos: a lo mejor me equivoco, pero me parece que, en esas circunstancias de pasado común, los nuevos estados buscan ser mucho más fuertes que aquél al que pretenden sustituir, lo cual no parece ir en la dirección correcta. Quizás pienso así porque nunca me he sentido atacado, agraviado, acosado, discriminado, etc.
Estoy absolutamente de acuerdo con su última frase, así que no añadiré nada más.
Muchas gracias por sus comentarios.