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Subvenciones, un gotero para los medios

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Entre los medios de comunicación la crisis ha hecho estragos, hasta el punto de que se puede decir que vive su propia crisis dentro de la crisis. Así, vemos constantemente cómo grupos de medios no hace tanto aparentemente invulnerables ponen en marcha Expedientes de Regulación de Empleo que afectan a cientos de periodistas o, incluso, cierran de forma definitiva. El resultado no puede ser más desolador para los profesionales del ramo: el desempleo se ha disparado en muchos miles de personas.

Existen razones sobradas para esta dura situación: en época de dificultades económicas, tanto empresas como particulares tratan de recortar gastos que consideran más o menos prescindibles. Esto se traduce, por ejemplo, en que muchas personas dejan de comprar diarios o que las partidas destinadas a publicidad por parte de las compañías de todos los sectores se reduzcan de forma drástica, cuando no se eliminen de forma absoluta. Pero no sólo es eso. Al igual que en el sector inmobiliario, en España existió una burbuja de los medios de comunicación en la cual los empresarios actuaron de forma totalmente irresponsable. Se sobredimensionaron plantillas, en algunos casos con sueldos muy elevados, se crearon medios de comunicación imposibles de mantener de forma continuada y se afrontaron gastos totalmente irresponsables de todo tipo.

Pero los responsables de esta burbuja no son sólo los empresarios que se dejaron guiar por la apariencia de fáciles y rápidas ganancias (lo cual en algunos casos fue cierto al calor del poder político). Tampoco aquellos periodistas, que también los hubo, que engatusaron a empresarios presentándoles proyectos que se mostraban como la reinvención del periodismo a través de la cual ganarían influencia además de dinero. De todo eso hubo, pero también se vio mucho dinero público destinado a mantener con vida artificialmente viejos o nuevos medios a cambio de la complicidad con el poder.

En estos tiempos duros para el sector, ya desde hace un tiempo, aparecen de forma periódica voces que piden subvenciones para el periodismo. A veces se hace a título personal, y en otras de forma colectiva, se reclaman ayudas públicas con la excusa de que la democracia requiere de medios de comunicación con unas cuentas sanas. Esto último puede ser cierto, pero para lograrlo la vía no es esa. En determinadas zonas de España esas ayudas han fluido de forma constante.

El idioma es una de las excusas favoritas de determinados Gobiernos autonómicos para regar con los impuestos de los ciudadanos a periódicos, radios o televisiones. Recientemente, la Generalitat de Cataluña –siguiendo una política ya practicada por el ‘tripartito’ y por el previo ejecutivo ‘convergente’ de Pujol– repartió cuatro millones de euros para la prensa en catalán y aranés. No es el único caso, en el País Vasco se subvenciona a la prensa en euskera, incluyendo al diario Berria; en Galicia a aquella que se edita en gallego y en Asturias a la que se publica en asturiano y gallego-asturiano. No se trata tan sólo de favorecer desde el poder el uso de una lengua sobre otra, algo en lo que las autoridades no deberían entrar. También es una forma de comprar voluntades: la de los directores y los propietarios de los medios.

Pero no sólo entran en juego las subvenciones, la forma más evidente de mantenimiento económico de los medios desde el poder. También existen millonarias campañas de publicidad institucional o suscripciones masivas a medios de comunicación por parte de las Administraciones. Ejemplos de esto último abundan, por ejemplo, en diversas comunidades autónomas.

Ninguna de estas prácticas consiguen mantener un periodismo sano y en forma. Ni tan siquiera es lo que se pretende con ellas desde el poder. La inyección de dinero público a través de subvenciones y otras actuaciones tan sólo consigue mantener a los medios como un enfermo atado a un gotero. Su vida depende del suero que entra por esa vía. Y no se trata de algo seguro. Antes o después hay que afrontar recortes en las arcas públicas, y estos afectarán a estas partidas. De hecho, en algunos casos esto ya ha ocurrido y ha supuesto el fin de determinados medios de comunicación que se mantenían en pie prácticamente tan sólo por el dinero entregado por las autoridades.

Los medios de comunicación necesitan estar sanos, por su propia pervivencia y por el papel que juegan en una sociedad que es o quiere ser libre. Pero para ello no pueden depender del dinero que le den los políticos tras sustraérselo a los ciudadanos a través de los impuestos. De esta manera, serán marionetas que procurarán no molestar demasiado para no ver recortar el maná de lo mal llamado "público". El sector ha de reformarse en profundidad y saber atraerse el favor de las audiencias y los anunciantes. Tan sólo así podrán jugar el papel de contrapoder del que tanto les gusta alardear.

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