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Terrorismo y armas

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Tendremos que convivir con el terrorismo islamista, y tendremos que elegir si lo hacemos con nuestras libertades o sin ellas.

Este viernes un ataque coordinado en distintos puntos de la ciudad regó las calles de París de sangre. Son crímenes hechos en nombre de Alá, son el ejercicio del terrorismo islamista, y ejemplo de un proceso muy antiguo, que santifica los actos más abyectos. El dolor no está acentuado por la sorpresa. Sus acciones han sido anunciadas con profusión, y tienen la credibilidad del antecedente, el de este mismo año, también en ataques simultáneos y coordinados. Entonces el principal objetivo fue la revista satírica Charlie Hebdo. Hoy es la población general. El terror abre los ojos y agita los corazones de los parisinos, que ante el estallido de una bombilla han salido despavoridos en cualquier dirección. Mientras, el negro recuento de cadáveres sigue aumentando a medida que los heridos no pueden superar los impactos del ataque.

El presidente de la República Francesa, François Hollande, ha dicho que este ataque es “una guerra” y ha adelantado que serán “implacables” contra los terroristas. El Papa Francisco ha hablado de “tercera guerra mundial”. Guerra y terrorismo llevan confundiéndose desde los atentados del 11 de septiembre, para responder con la primera ante el segundo. Si el terrorismo es también una guerra, es el último estadío bélico de la modernidad, en la que sociedad y enemigo se confunden, con consecuencias potencialmente muy graves para la libertad.

Una candidata clara al envite de la coacción es la libertad de expresión. La mancha de los “delitos de odio” permite a quienes odian la libertad de expresión sentirse legitimados para cercenarla. El control en la riada de inmigrantes a Europa, que es razonable, puede convertirse en un cierre de fronteras. Los toques de queda pueden anunciarse con la información del tiempo. Y cualquier actuación de las fuerzas de seguridad que nos parecían inaceptables podrán estar a la orden del día.

La guerra se ha utilizado como justificación de los desmanes del Estado. Pero al menos comenzaba y terminaba. Si lo que ahora se llama guerra es la manifestación de una concepción violenta de una religión que siguen 1.570 millones de personas, está claro que no va a terminar. Y que cualquier apelación a la excepcionalidad es vana y, en última instancia, falaz. Y, en definitiva, tendremos que convivir con el terrorismo islamista, y tendremos que elegir si lo hacemos con nuestras libertades o sin ellas. Suprimir la libertad para salvarla del terrorismo es una contradicción, un desafío a la lógica, un sinsentido. La apelación a “hacer algo” se interpreta como que el Estado tiene que recortar nuestra libertad, en lugar de protegerla.

Por ejemplo, hay algo que nadie ha mencionado a propósito de estos ataques terroristas, que ampliaría el ejercicio de nuestras libertades, que mejoraría la defensa de las mismas, y que supondría una mejora en la lucha eficaz contra este tipo de ataques terroristas: la libertad de armas. Los terroristas se han beneficiado de que las sociedades europeas están indefensas, que sólo ellos tendrán las armas para matar sin que nadie del público pueda detenerles. La función de la Policía consiste en investigar el crimen una vez producido. Y en actos como este siempre llega demasiado tarde. Es el momento de recuperar el ideal republicano del ciudadano armado, para que cambien las tornas y el hombre común tenga medios baratos y eficaces para defenderse.

6 Comentarios

  1. Podemos discutir sobre si la
    Podemos discutir sobre si la yihad es una guerra de exterminio o violentas revindicaciones políticas, pero no es discutible que el Estado no puede proporcionar a la sociedad la protección que esta precisa ante tal barbarie.

    El Estado, con su ejército civilizado, su policía garantista y su población indefensa, y refugio del enemigo, es ineficaz. Y su ineficacia supone muerte, pánico y suspensión de libertades.

    Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza…

  2. Crisis y Leviatán, de Bob
    Crisis y Leviatán, de Bob Higgs.

    No se puede hacer una guerra contra una táctica política. Las guerras las hacen los Estados entre sí, para beneficio de los Estados y perjuicio del pueblo. ¿Contra quién hay que luchar? ¿Contra gente entrenada por los espías americanos, ingleses, rusos, israelíes y franceses? Esa coordinación no la aprendieron leyendo la revista del terrorista aficionado. Esto es un oficio que requiere práctica y preparación. Qué curioso que con lo mal que está la economía, a un año de las elecciones americanas, pasen estas cosas. ¡Quién lo habría imaginado!

    Los estados no quieren menguar, no quieren reconocer sus errores ni sus crímenes económicos, mucho menos los crímenes políticos. El manual del político dice que cuando todo va mal hay que liarla parda para hacer como que el gobierno es un salvador. Y siempre caemos en la trampa.

    Hay que salir de esos países. Nunca hubo que haber entrado. Fuera ya, que se maten entre sí. Que los persas se maten con los árabes. Saldremos ganando. Nada de intervención, por nuestro propio bien.

    Vale ya de llamar a esto crimen religioso. Todo esto es pura política.

    • Es verdad que mientras
      Es verdad que mientras existan Estados coactivos no podrá haber paz. El Estado es en sí mismo guerra contra el individuo y guerra de facciones que tratan de imponerse a las demás. Es verdad que el Estado la liará parda, como dices, cuando que le convenga, y suele convenirle muy a menudo. Como también lo es que existen agresiones externas que aun pueden empeorar la situación.

      Y si fundamental para un libertario es el principio de no agresión, todavía debe serlo más el de defensa ante la agresión, porque la caridad bien entendida empieza por uno mismo.

      Cuando te metes por el camino equivocado y embarrancas el coche, no tiene ningún sentido lamentarse y tratar de volver atrás si lo mejor es continuar. Aunque fuera cierto que Occidente causó de alguna manera el yihadismo, eso ya no es relevante: ahora hay que destruirlo porque estamos en guerra con él. También es posible que las condiciones humillantes del tratado de Versalles causaran el nazismo, pero eso no significó que hubiera que ceder ante el mismo.

      Ahora, precisamente, lo único que es seguro que no se puede hacer es ceder ni un ápice ante los nazis de nuestro tiempo. Después, cuando se les haya aniquilado, será el momento de exigir que no se interfiera la vida de la gente pacífica.

  3. Autodefensa sí, por supuesto.
    Autodefensa sí, por supuesto. Si yo puedo defenderme por mi mismo, lo haré mejor que el Estado. Machacar implacablemente las guaridas y asentamientos de esa basura fascista del IS, también. Los Ejércitos están para algo más que hacer el idiota en misiones de paz, pacificando países que no se quieren pacificar, porque viven por y para la violencia y el odio. De modo que me parece muy bien que alguien, quien sea, se proponga borrarlos del mapa. A los Hitleres del siglo XXI (casi todos del mundo árabe), no se les pacifica ni se dialoga con ellos, se les aniquila sin más, se los persigue y extermina las veces que haga falta, si es que queremos seguir viviendo. Así de simple.

  4. Defiendo, valga la
    Defiendo, valga la redundancia, la autodefensa personal. Yo sé defenderme mejor que el Estado. También me gustaría que los Ejércitos, que están para algo más que para hacer el ganso en misiones de paz, aplastasen a esa basura fascista del IS. Señores: Occidente tiene la tecnología militar suficiente para borrar del mapa a toda esa horda nazi, que lo único que pretende es convertirnos a todos en sus esclavos. Pero el apaciguamiento puede más, la inacción y el miedo también. Recordemos como Hitler fué ganando terreno ante la desidia y la inacción, además de la cobardía, de los supuestos líderes Europeos. Los nuevos Hitleres árabes pretenden lo mismo, quizás algo peor, el exterminio masivo de toda nuestra Civilización.

  5. Estoy a favor de la libertad
    Estoy a favor de la libertad de armas como medio de autodefensa y los datos demuestran que allí donde se prohíben, hay más crímenes.

    Sin embargo, no veo cómo el hecho de que yo pueda tener un arma, puede prevenir un ataque terrorista como el de las Torres Gemelas en 2001, el de Londres en 2005 o el de París el viernes pasado: las armas pueden ser un elemento disuario si el atacante teme por su vida, pero no creo que ése sea el caso de un terrorista suicida…

    Creo que el Estado es incapaz de defendernos eficientemente de esa barbarie, por lo que yo preferiría que una organización privada, con sus incentivos claramente definidos, se encargara de defenderme, individual o colectivamente. Y si hubiera competencia, las leyes del mercado harían que me lo pudiera permitir.

    Aun así, cabe recordar que el Estado de Derecho sí puede acabar con otro tipo de terrorismo cuando tiene de su lado la Ley y las instituciones que lo sostienen: GRAPO, Terra Lliure o ETA (sin GAL y sin treguas trampa) me parecen un buen ejemplo.


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