Según escribo, la acción de Tesla ($TSLA) cotiza a $243, un 25% por ciento por encima que su precio hace cinco días y un 40% sobre su cotización de hace un mes. Todavía lejos de su máximo histórico de 2021 ($409.97). Por otro lado, Bitcoin tiene un precio de mercado de $54.500, un 11% por debajo de su precio hace cinco días y un 23% sobre su máximo histórico de $73.084.
Si uno analiza el estado de ánimo sobre estos dos activos en las redes sociales, puede ver euforia en los accionistas de Tesla, y desánimo entre los poseedores de bitcoins. Pero si te mueves entre los inversores con alta convicción, ves lo mismo en ambos grupos: la misma voluntad de seguir construyendo su patrimonio con los activos que creen mejores.
Representan a la perfección lo que ha expuesto multitud de veces Warren Buffett: para invertir no necesitas ser un genio, solo una orientación correcta. Si tienes convicción, el precio de cotización solo te condiciona a la cantidad que vas a poder comprar, pero nunca te va a hacer vender.
Pero no voy a hablar de la estrategia de los inversores en Bitcoin o Tesla, voy a usar su ejemplo para intentar aclarar un concepto que tenemos olvidado: el patrimonio.
Diferencia entre ser pobre y ser rico
Hace unos meses una periodista se enfadó con Michael Saylor, CEO de Microstrategy y gran inversor en Bitcoin. No entendía por qué Saylor no le daba un precio en el que sería razonable vender tus bitcoins. Argumentaba que todas las personas poseían activos con el fin de conseguir una plusvalía al venderlos. Poseerlos sin más objetivo que mantenerlos en tu propiedad no tenía ningún sentido. Saylor contestó con una frase que se viralizó rápidamente:
Déjame explicarlo de otra forma: a las personas que mantienen su riqueza en moneda fíat los conocemos con un nombre: les llamamos pobres. Todo el que es rico en este mundo posee propiedades.
Puede parecer que es una crítica a las monedas fíat como medio de mantener el valor. Y en cierta forma lo es. Pero si uno reflexiona un poco, la idea que traslada es mucho más profunda.
Obviando las permutas, al vender un activo lo estamos intercambiando por dinero, que es el activo más líquido. Esa liquidez se puede destinar a tres objetivos:
- Al consumo.
- A adquirir otro activo al que se presupone con más capacidad de mantener valor.
- A mantener una posición de liquidez por incapacidad de encontrar otro activo que supere al dinero para mantener el valor.
¿Cómo saber el precio de venta de bitcoin?
Como vemos, cuando la periodista pide a Saylor que le dé un precio en que sea razonable vender tus bitcoins, le está pidiendo algo imposible. Saylor no sabe las necesidades de consumo de todos los posibles poseedores de bitcoins, y es evidente que él considera a esta moneda muy superior al dinero fíat. Así que la única posibilidad para dar un precio sería pronosticar cuándo sería deseable intercambiar tus bitcoins por otros activos existentes en el mercado. Vamos a imaginar que un bitcoin pasa a valer un millón de dólares. En ese escenario, ¿sería razonable vender?
La respuesta es que dependerá de lo que esté ocurriendo con el resto de activos. En un futuro donde un bitcoin alcanzara ese precio, es muy posible que se estén dando circunstancias que desaconsejen adquirir activos con otras características. ¿Por qué? Vamos a hacer un ejercicio mental para entenderlo.
Nos despertamos, después de estar unos años en coma, en un mundo donde los fusiles AR-15 se venden por un millón de dólares la unidad. Nosotros tenemos una docena en el sótano porque somos texanos. ¿Los vendemos inmediatamente para comprar un ETF indexado al SP500 o nos conectamos antes a la plataforma X para saber qué está pasando en el mundo que explique ese precio? Visto así, es fácil entender que pronosticar precios de venta es absurdo.
Pero esto no aplica solo a un activo tan peculiar como Bitcoin. Para demostrarlo vamos a realizar el mismo ejercicio con las acciones de Tesla, que es activo, que sí genera flujos de caja.
¿Y de Tesla?
¿A qué precio sería razonable vender Tesla? Pese a ser algo muy distinto, tenemos el mismo problema que con Bitcoin. Los accionistas con más convicción valoran la empresa por su negocio actual de automóviles eléctricos, por su pata prometedora en energía y, sobre todo, por su disruptivo sistema de conducción autónoma.
Sí, coches que se conducen solos. ¿Qué precio tiene algo así? Nadie que tenga convicción en el éxito de la empresa puede saber a qué precio van a vender sus acciones porque simplemente es imposible valorar la envergadura de algo así. Y aunque pudieran hacerlo, no podrían valorar qué otros activos podrían ser mejor opción en ese escenario, por lo que no podría saber si vender en ese precio sería una buena opción. Así que lo más razonable es estar invertidos en el negocio en el que más confían, y no especular sobre precios de venta.
Se puede argumentar que hay toda una profesión que se dedica a hacer eso, que digo que no se puede hacer. Comprar barato y vender caro para aprovecharse del señor Mercado requiere saber cuándo tienes que vender. En realidad, se puede intentar pronosticar en qué precio vas a perder la convicción sobre una empresa, pero lo cierto es que solo cuando llegue ese momento (el de la pérdida de convicción) vas a saber que debes vender. Así que el principio es el mismo, aunque reconozco que es más fácil acertar con una cifra simplemente si la convicción en una empresa es menor.
Convicción: tenerla o no tenerla
Es por eso por lo que prefiero la inversión en activos de los que no te atreves a pronosticar un precio de venta simplemente porque no quieres vender. Como dice Morgan Housel en La psicología del dinero:
Si inviertes en una compañía prometedora que te importa un comino, puede que disfrutes cuando todo va bien. Pero cuando, inevitablemente, cambie la tendencia, te verás de golpe perdiendo dinero por algo que no te interesa en absoluto. Es una doble carga, y la opción más fácil es pasar a otra cosa. Si te apasiona la empresa de entrada —te gusta su misión, su producto, el equipo, la ciencia que hace, lo que sea—, los tiempos inevitables de adversidades, cuando estés perdiendo dinero o la empresa necesite ayuda, quedarán compensados por el hecho de que por lo menos sentirás que formas parte de algo que para ti es importante. Esta puede ser la motivación necesaria que impida que te des por vencido y que inviertas en otra cosa.
Morgan Housel en La psicología del dinero.
Una vez dejado claro que un activo no se vende hasta que no has perdido la convicción en él, queda por resolver otro malentendido sobre el patrimonio. ¿Por qué no vender simplemente para disfrutar de la vida? ¿En qué punto hay que empezar a consumir tu patrimonio para no convertirse en el más rico del cementerio? ¿No podría ser razonable poner un precio máximo de venta a cualquier activo simplemente porque en ese punto lo racional sería consumir su riqueza?
La función de la riqueza es la creación de riqueza
El otro día me enfrenté a esto al ver un meme en la plataforma X. En él una persona acumula billetes durante toda su vida hasta que se encuentra el final del camino con un buen puñado de papelitos verdes que no le van a valer de nada. Como comenté en un post, para entender lo absurdo de este razonamiento solo hay que sustituir la acumulación de dinero a lo largo de una vida por la acumulación de conocimientos. Cambias los billetes por libros en ese meme y para la mayoría de las personas el significado es otro. Casi nadie considera que una vida dedicada a adquirir conocimientos sea una vida desperdiciada, pero por alguna extraña razón amasar riqueza sí.
Creo que se debe a dos errores de base en nuestra sociedad:
- Pensar que éxito se mide en disfrutar de cualquier lujo que hayamos visto disfrutar a otro ser humano. Si alguien tiene un Lamborghini, yo debería tener uno si algún día tengo el dinero para ello.
- No entender que la principal función de la riqueza no es el consumo, sino la generación de más riqueza. El patrimonio de las personas está invertido en activos que son los cimientos de todo lo que el ser humano va a producir en el futuro y, en menor o mayor medida según la época, en activos que sirven de refugio ante la incertidumbre que ese futuro pueda deparar.
Aumentar los ingresos o aumentar la humildad
Para el primer error podemos remitirnos otra vez el libro de Morgan Housel:
Todo el mundo necesita lo básico. Una vez que el primer nivel de necesidades esenciales está cubierto, viene otro nivel básico de comodidad y, una vez alcanzado este, está un tercer nivel básico que incluye la comodidad, el entretenimiento y la formación.
No obstante, gastar por encima de un nivel bastante bajo de materialismo es en la mayoría de los casos un reflejo de que el ego se acerca a los ingresos, una forma de gastar dinero para demostrar a los demás que tienes (o tenías) dinero.
Si lo piensas de esta forma, te vas a percatar de que una de las maneras más potentes de acrecentar tus ahorros no es aumentando el sueldo. Es aumentando la humildad.
Para ver esto expresado de forma más emocional, podemos ver una intervención de Javier Milei, donde lo explica con su natural don para llegar a las masas.
El segundo problema es aún más complicado de superar. Requiere entender cómo funciona el capitalismo en una era donde el dinero deuda lo ha desvirtuado. Y como indica el profesor Bastos, a la pérdida de ciertos valores que son difíciles de recuperar.
Por eso es importante la figura del holder (o HODLer en la jerga Bitcoin). Personas con convicción en el futuro que posponen la gratificación del presente por la promesa de dotar a la humanidad de herramientas mejores o nuevas tecnologías. Cada uno con sus motivaciones, pero con algo en común: la firme voluntad de no vender su patrimonio simplemente porque el patrimonio no se vende.
Ver también
Usted está entre el 20% más rico del planeta. (Juan Ramón Rallo).
Hacia una sociedad de propietarios. (Instituto Juan de Mariana).
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