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‘Un obispo antes que Rallo’

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«La derecha pide libertad, una forma de pensar libre y sin prejuicios; dispuesta a conservar los valores tradicionales…», Kuehnelt-Leddihn.

Cuando las palabras pierden su significado las personas pierden su libertad (Confucio).

Santiago Abascal, presidente del partido político Vox, manifestó recientemente que «si me das a elegir como presidente del gobierno a Juan Ramón Rallo y a un obispo, me quedo con el obispo». Es decir, el dizque derechista Abascal vino a contraponer conservadurismo y liberalismo (si entendemos, como así debe ser, que un obispo es uno de los más fieles representante de lo primero y el propio Juan Ramón Rallo, director de esta casa, paradigma de lo segundo), con lo que dejó claro que, en su opinión, ambas filosofías no van en el mismo barco, ni siquiera en economía. Como si se tratase de dos tradiciones de pensamiento distintas y, en muchos casos, opuestas.

Probablemente Abascal, antes de afirmar su boutade, no se paró a pensar en los escolásticos de Salamanca, en Frédéric Bastiat, Alexis de Tocqueville, Lord Acton, Robert Sirico, Thomas Woods, Jörg Guido Hülsmann o el mismísimo Jesús Huerta de Soto, todos ellos declarados católicos y defensores de la causa de la libertad.

Con seguridad, también pasó por alto las palabras del papa emérito, Joseph Ratzinger, quien aseguró que el cristianismo es la «filosofía de la libertad», que «Cristo no vence al que no se quiere dejar vencer. Él vence sólo por convicción. Él es la palabra de Dios», que «Dios quiere ser adorado por hombres libres» o que «Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos». De esta manera, el ser humano es libre para aceptar o rechazar a Dios (y, por tanto, para salvarse o condenarse). Las iglesias cristianas muestran el camino, pero no obligan a seguirlo. No está en su naturaleza convertirse en Estado y pasar a ejercer la coacción. Según Benedicto XVI, «la Iglesia no debe erigirse en Estado ni querer influir en él como un órgano de poder. Cuando lo hace, se convierte en Estado y forma un Estado absoluto que es, precisamente, lo que hay que eliminar».

Llama la atención, por otra parte, que alguien como Abascal, que presume de derechismo, no vea en la tradición liberal a la verdadera derecha. Nada hay más en las antípodas de la izquierda, de la que se vanagloria de combatir, que un liberal. Siguiendo al noble católico Erik von Kuehnelt-Leddihn en su Leftism Revisited, Abascal (debido a su nacionalismo, que por sus connotaciones étnicas siempre implica un exagerado entusiasmo por la cultura, la lengua, el folclore y los modos de vida propios, y que, junto al militarismo, fue un subproducto de la nada derechista Revolución Francesa) está alejado de la auténtica derecha. En ese sentido, como decía el polígrafo austro-húngaro anteriormente mencionado, «nos falta una clara definición de izquierda y derecha».

Kuehnelt-Leddihn asegura que «la derecha tiene que ser identificada con la libertad individual: reclama formas de vida libres que emerjan orgánicamente, lo que implica un respeto por la tradición». Una libertad individual que no debe ser identificada «con una visión utópica cuya realización, cuando tal cosa sea posible, requiera de un tremendo esfuerzo colectivo». Además, desde este punto de vista, el peso de la tradición, del conservadurismo (entendido como la idea «no de conservarlo todo, sino de conservar lo bueno») es capital: «Las generaciones son enanos sentados sobre hombros de gigantes y, por tanto, capaces de ver más cosas que las que sus predecesores y a una mayor distancia». Y «si volvemos al punto cero, tendríamos que empezar de nuevo». 

La prueba, además, de la simbiosis entre libertad y tradición es que los amantes de la libertad, «los auténticos derechistas, quieren encontrar lo que es eternamente cierto, eternamente válido y, luego, restaurarlo o reinstaurarlo, sin considerar si parece obsoleto, antiguo, contemporáneo, novísimo o ultramoderno. Las antiguas verdades pueden ser redescubiertas y otras completamente nuevas se pueden encontrar. El hombre de derechas no tiene una mente constreñida por el tiempo, sino una mente soberana».

En definitiva, el liberalismo, el paradigma político que, según Chandran Kukathas, responde a la diversidad humana mediante la defensa de instituciones que permitan la coexistencia de distintas creencias y modos de vida, encaja a la perfección en la vieja tradición conservadora. Las siguientes palabras de Kuehnelt-Leddihn resultan, en ese sentido, difícilmente superables: «La derecha pide libertad, una forma de pensar libre y sin prejuicios; dispuesta a conservar los valores tradicionales (en tanto sean auténticos valores); con una visión equilibrada de la naturaleza humana, asumiendo que el hombre ni es un demonio ni un ángel, insistiendo en la particularidad de que los seres humanos no pueden moldearse ni ser tratados como un simple número o cifra. La izquierda es la abogada de los principios opuestos; la enemiga de la diversidad y una fanática propulsora de la identidad. La uniformidad se recalca como la utopía izquierdista, el paraíso en el que todo el mundo es igual, la envidia ha desaparecido y el enemigo ha muerto, vive fuera del reino o ha sido totalmente humillado. La izquierda aborrece las diferencias, las desviaciones, las estratificaciones. La única jerarquía que puede aceptar es funcional. La palabra «uno» es su símbolo: un lenguaje, una raza, una clase, una ideología, un mismo ritual, un único tipo de escuela, una ley para todo el mundo, una bandera, un escudo, un centralizado estado mundial. La izquierda es horizontal y colectivista, la derecha vertical y personalista. En lo relativo a la estructura del Estado, la izquierda cree en una fuerte centralización. La derecha, en cambio, estima los derechos locales, los privilegios y defiende el principio de subsidiariedad. Las decisiones, en otras palabras, deberían tomarse en el nivel más bajo posible: por la persona, la familia, la aldea, el pueblo, la ciudad, el condado, el Estado federal y, sólo finalmente, en la cumbre, por el gobierno en la capital de la nación».

Y es que, ay, el conservadurismo patrio que padecemos, tan estatista, con esas tan antinaturales filias y fobias, no es una deformación de la vieja derecha, sino otra forma de izquierdismo.

10 Comentarios

  1. El señor Abascal es un
    El señor Abascal es un político, es decir que piensa que el Estado es justo y necesario.
    El señor Abascal es un político, es decir que aspira a transformar la sociedad, obligando con leyes a todos a seguir su ideario.
    El señor Abascal es un político, es decir que considera que los derechos colectivos legitiman la expropiación de la propiedad privada.
    El señor Abascal es un político, es decir que prefiere que el presidente del gobierno sea él.
    La política va de la gestión de lo que el poder expropia de la sociedad. En política no hay libertarios, solo estatistas entusiastas y estatistas acomplejados.
    Lo de la vieja derecha deformada como forma de izquierdismo, es un galimatías.

  2. Pero, ¿acaso es el
    Pero, ¿acaso es el liberalismo «de derechas»?
    Pregunto.
    Y me respondo: yo creo que no (tampoco de izquierdas, por supuesto).

    Me parece que tratamos de simplificar en exceso la realidad cuando, dos siglos largos después, seguimos usando como coordenadas de referencia a las dos posiciones que en la Asamblea Nacional francesa ocupaban los partidarios del Antiguo Régimen (derecha) y los revolucionarios (izquierda). Desde luego, no me parecen nada liberales los primeros, la entonces derecha, mientras que en la (entonces) izquierda sí podíamos encontrar tanto posturas homologables con el liberalismo clásico (entonces contemporáneo a la Revolución) como posturas claramente antiliberales y totalitarias (verbigracia, los jacobinos).

    Pienso que es una simplificación interesada asociar de forma simplista liberalismo con derecha y meter en el mismo saco de la izquierda a todo aquello que nos disgusta por antiliberal: marxismo, conservadurismo estatista, nacionalismo, fascismo, democracia cristiana, socialdemocracia…

    Se me ocurren multitud de gobiernos y gobernantes (y candidatos a gobernar, como Trump) que sin duda yo situaría en la derecha, en el conservadurismo, pero para nada me parecen liberales:

    -Otto von Bismarck.
    -Charles de Gaulle.
    -Vladímir Putin.
    -Viktor Orbán (Hungría).
    -Beata Szydło (Polonia).
    -Francisco Franco.
    -Oliveira Salazar.
    -Sabino Arana.
    -George W. Bush.
    -Donald Trump.
    -También partidos como Alternativa Española; Vox (aunque con un importante componente liberal); Derecha Navarra y Española; PNV; la ya desaparecida AP; el ya desaparecido PADE…
    -También sitúo en la derecha y para nada en el liberalismo a regímenes como Marruecos, Jordania o las monarquías del Golfo.

    El eje izquierda-derecha nos lleva al absurdo de colocar en las antípodas a fascistas y marxistas, cuando sus respectivos regímenes han tenido muchas más similitudes que diferencias. Pensadoras como Ayn Rand nos podrían parecer claramente izquierdistas por su ateísmo, feminismo (que no hembrismo, ojo) o posición favorable al aborto y las drogas, cuando todos sabemos que esta mujer no fue para nada una izquierdista. El mismo Huerta de Soto ha defendido varias veces la despenalización de las drogas o la prostitución (que no la legalización, que supone poner ambas actividades bajo la zarpa del Estado), tabúes en los que la derecha jamás daría su brazo a torcer.
    Resumiendo, creo que hay ideologías a las que me cuesta horrores adscribirlas a la derecha o a la izquierda: de hecho, a ideologías como el fascismo, el peronismo o el socialismo árabe se las suele denominar como «tercerposicionistas». Y el liberalismo, en las antípodas de los tercerposicionismos (claramente estatistas e incluso totalitarios), tampoco sería fácilmente encuadrable si nos atenemos al gráfico de Nolan.

    • Un comentario muy apropiado,
      Un comentario muy apropiado, Óscar. José Augusto Domínguez ha elegido una definición positiva de la derecha, siguiendo a Erik von Kuehnelt-Leddihn, que es válida e inspira la simpatía de cualquier liberal. Sin embargo, también podría haber elegido una definición negativa de la derecha como defensa de las clases privilegiadas que ocupan la estructura de poder político y la utilizan para su provecho. Esta concepción de derecha, que también es válida, es la que tienen los «izquierdistas» de nuestros días, quienes en su gran mayoría se ven a sí mismos como defensores del Bien. La utilización del eje izquierda-derecha para reflejar el espectro político es simplista y una trampa para delimitar el campo de ideas aceptables y controlar así a la población. El gráfico de Nolan, que mencionas, es útil para cambiar la perspectiva y entender que lo que verdaderamente importa es el eje libertad-tiranía. La tiranía, por supuesto, puede presentarse con muchos disfraces con los que seducir a sus víctimas y convertirlos en cómplices. La confusión reinante en el eje izquierda-derecha solo beneficia a la tiranía.

      Jubal

  3. Se me olvidaba citar a un
    Se me olvidaba citar a un medio que tiene como lema «Orgullosos de ser DE DERECHAS» y en el que día tras día oigo críticas al capitalismo, al libre mercado y a la globalización: INTERECONOMÍA.

  4. De verdad. Ver a un
    De verdad. Ver a un autodenominado liberal descontextualizar una frase y dar leña así unicamente con lo que se puede extraer de ella para llegar a las conclusiones que sean le pone los pelos de escarpias. Pues me recuerda a lo que han hecho toda la vida los totalitaristas a su antojo.

    Eso es lo que hizo el.otro día el señor Rallo y todos los palmeros que se afanaban en destripar a Abascal no se con que objetivo o qhe rédito querian sacar.

    Y ahora creo que se repite la historia.

    Hoy como el otro dia vuelvo a preguntar si se puede saber en que contexto y texto se dio la respuesta y a que pregunta.

    Gracias

  5. yo no se el contexto y me
    yo no se el contexto y me importa mas bien poquito.
    Lo que dice Abascal puede tener todo el sentido, porque por muy liberal que se sea hay cosas que no son liberales o anti-liberales sino que son morales o inmorales.
    En principio el señor Rallo por muy buen economista que nos parezca (y yo me declaro fan sin duda) solo es un ejemplo a seguir en ese aspecto (el económico)
    Yo le he leído defendiendo por ejemplo los vientres de alquiler lo cual puede ser muy liberal, pero para muchos liberales (como yo) es inmoral, y no es inmoral por una cuestión «religiosa» sino porque, a mi modo de ver, convierte la vida y la libertad de las personas en un negocio, negocio que acaba siendo un ataque a la dignidad de la persona, por muy liberal que se quiera ser.
    Es por eso que Abascal, como yo, piensa que es mas confiable un obispo que el señor rallo. no porque este en contra de las medidas que pudiera tomar el señor rallo o porque no se sienta liberal, sino porque entiende (como yo) que para gobernar, no solo cuenta la economía, también cuenta la moral, por eso mismo muchos votantes de pp dejaron de serlo antes de rajoy, porque vieron que solo se daba importancia a la economía y no a la moral.

    • El ámbito del liberalismo no
      El ámbito del liberalismo no es exclusivamente la economía. El núcleo esencial y definitorio del liberalismo es la denuncia de la ilegitimidad de la agresión (inicio de la fuerza, coacción sobre personas pacíficas e inocentes) por parte del poder político sobre los seres humanos. Es una cuestión moral esencial, aunque no abarca todo lo moral. Los ataques al libre mercado, por cierto, son moralmente condenables. No son solo una cuestión de menor eficiencia económica, sino también una cuestión de defensa de la dignidad humana, pues constituyen un ataque a los derechos fundamentales de los individuos que intentan ganarse la vida honradamente. Tal y como ilustra la pirámide de Maslow, los fines espirituales se siguen tras asegurar unos mínimos materiales de subsistencia, por lo que la libertad económica es fundamental para otras libertades «superiores».

      El antipapa Francisco fue obispo antes de okupar la cátedra de Pedro. Dos cuestiones claves de su propaganda que le delatan como «agente del Mal»:

      1. Promoción de la patraña del calentamiento planetario antropogénico, que es uno de los pilares propagandísticos para la imposición de un control totalitario sobre la población (Tecnocracia, por esta vía basada en un cientifismo climatológico que propaga supersticiones ambientales entre la población para que ésta acepte/exija el control desde la cúspide jerárquica).

      2. Promoción de un diagnóstico incorrecto de los males económicos de nuestro tiempo y una mentalidad «anticapitalista» y prosocialista, lo que constituye otro de los pilares propagandísticos para la imposición de un control totalitario sobre la población (Tecnocracia, por esta vía basada en un cientifismo económico que propaga supersticiones económicas entre la población para que ésta acepte/exija el control desde la cúspide jerárquica).

      Por muy moral que el «obispo supremo» quiera parecer, sus mensajes son parte fundamental de un ataque a la dignidad humana que no pretende disminuirla, sino destruirla completamente, convirtiendo al individuo en un mero objeto sometido a la voluntad de unos pocos pertenecientes a una clase privilegiada. El ser humano convertido en objeto, que ese es el efecto moral de la agresión, de forma sistemática: no a individuos aislados en momentos pasajeros de sus vidas, sino a toda la población, en todo el planeta, durante toda la vida del individuo. Deshumanización a gran escala, esa es la consecuencia lógica de la dinámica impulsada por el Poder, a la que este «obispo supremo» se ha sumado dándoselas de guerrero moral.

      Y, frente a ese ataque a gran escala contra la dignidad humana y esa profunda inmoralidad por parte del dirigente supremo de una organización que supuestamente defiende la dignidad del ser humano y la moralidad… ¿el ejemplo de la defensa de la «maternidad subrogada» (vientres de alquiler) por parte de Rallo y muchos liberales? Personalmente, puedo compartir muchas objeciones a esta práctica, por razones de filosofía moral que quedan más allá del ámbito del liberalismo. Y si estas objeciones quedan más allá del ámbito al que el liberalismo se restringe a sí mismo es porque los participantes en estos acuerdos lo hacen voluntariamente, no obligados por alguien en posición de poder. ¿Se dañan a sí mismos y a los hijos así traídos al mundo? Tal vez. ¿Es posible que la maternidad subrogada de ahora se convierta en una puerta para nuevas prácticas opresivas por parte del Poder? Posiblemente. Pero aquí y ahora, la batalla principal por la humanidad de la Humanidad se libra en otros frentes. Por eso, consciente de la pauta de ataque del Mal, no albergo muchas dudas: con diferencia, antes Rallo que un obispo indeterminado y subordinado a Bergoglio.

      Jubal

    • Negar la libertad equivale a
      Negar la libertad equivale a una agresión y es la suprema inmoralidad y el supremo ataque a la dignidad de la persona.

      Confundir el liberalismo con una mera teoría económica amoral denota poca cultura política y peores fundamentos éticos. La libertad, es decir, el respeto al prójimo, es un fin en sí mismo que no precisa justificación, y no sólo un buen medio de enriquecerse, que también; pero que le quede muy clara una cosa, señor Saiz Areses, aunque respetar a los demás condujera al desastre económico, los genuinos liberales no lo dudaríamos ni un instante: que le den morcillas a la economía, y a Rajoy siempre.

      Se es liberal por coherencia ética. Ética con mayúscula, no confundir con moralinas de tres al cuarto ni con esas discutibles buenas intenciones, a gusto del consumidor, que adoquinan los infiernos. Rallo, en tanto que liberal que respeta al prójimo y se negaría a coaccionarlo, resulta sin duda bastante más confiable que un obispo entrometido y por ello inmoral.

  6. Muy acertado el articulo
    Muy acertado el articulo

  7. ¿Y tener en cuenta la moral
    ¿Y tener en cuenta la moral que se supone que significa? ¿querer imponer tus respetables prejuicios morales sobre los demás? El liberalismo es una filosofía, un modo de entender la vida, en la que no solo cuenta la economía efectivamente, si no también en dejar a las personas actuar y tomar decisiones en libertad, por tanto se incluye la libertad a la ‘moral’ y a que los políticos no te prohíban lo que ellos, desde su propia perspectiva y desde la poltrona consideraran ‘inmoral’.


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