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Un poco de autocrítica «austriaca»

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La ignorancia de la comunidad financiera volvió a ser puesta de manifiesto en una desternillante anécdota. En un debate entre el historiador del Mises Institute, Thomas Woods, y un alto ejecutivo de ING, éste último –en un intento, además, de asestar el golpe definitivo a Woods– confundió la economía de la Escuela Austriaca con la economía de Austria, un error nada extraño, por otra parte.

Esta anécdota viene a reflejar una realidad de todos sabida: el desconocimiento que existe de gran parte del mundo económico y financiero acerca de la escuela austriaca. En efecto, esta corriente teórica apenas está presente en la academia ni en las aulas universitarias. Estudiada como una escuela más de la historia del pensamiento económico –como para los austriacos serían otras de las muchas escuelas alternativas que existen–, sus aportaciones no se suelen considerar relevantes para el día de hoy. De ahí que sus teorías del capital, de la competencia, o del ciclo económico sólo se estudien, en el mejor de los casos, como ideas del pasado.

Albert Esplugas se hizo eco de esta anécdota en su blog, y Kantor, en los comentarios, dio inicio a un interesante debate: decía que es cierto que la profesión económica sabe poco o casi nada acerca de economía austriaca, pero se planteaba la pregunta inversa: ¿y cuánto saben los austriacos de desarrollos económicos recientes de la teoría neoclásica avanzada?

Aunque es cierto que la gran mayoría de economistas austriacos han estudiado y conocen al mainstream, ¿qué garantías tenemos de que no se posee una visión sesgada o, de alguna manera, caricaturizada, de éste? A juzgar por opiniones de algunos autores que no comparten (por completo) el "paradigma austriaco" –si es que algo tal existe–, este sesgo y caricaturización existen.

En mi opinión, existe un sesgo a la hora de realizar simplificaciones: dependiendo de qué corriente teórica nos llame más la atención –en este caso la austriaca– les pasaremos por alto más errores, ambigüedades, o inconsistencias, y seremos más exigentes en cuanto a pedir que no se simplifiquen las ideas de esta corriente. Pedimos a los "adversarios" que antes de criticar a Hayek o a Mises se lean sus obras, mientras nos permitimos criticar a Keynes, a Friedman o a otros neoclásicos sin haberles leído y asimilado.

Nos permitimos tratar al mainstream en ocasiones con críticas caricaturescas, mientras que nos cuidamos de realizar ese mismo tipo de simplificaciones en relación con los pesos pesados austriacos. Introducimos matices en el pensamiento de estos últimos y en su evolución, pero no tenemos reparos en criticar a Keynes por su simplona idea de resolver todos los problemas económicos mediante el aumento explosivo del gasto público y la cantidad de dinero. Se trata al mainstream como un "stock de conocimientos homogéneo", sin tener en cuenta la heterogeneidad existente, los diferentes matices… La realidad es más rica de cómo la pintan los críticos.

Como dijo Mark Blaug en La Teoría Económica en Retrospección, los comentarios sobre los grandes libros son nítidos y consistentes, pero éstos no lo son, y están llenos de matices, ambigüedades, e incluso contradicciones. También dijo que "gran parte de lo que consideramos ciencia económica, tuvo su origen en respuestas intelectuales a grandes problemas políticos no resueltos", con lo que hay que ser cautos a la hora de interpretar a cada autor, dependiendo de su contexto político, social, personal y teórico. Este tipo de matices son los que a veces caen víctima de ese "sesgo simplificador".

En ocasiones puede que, al tratar sobre otras teorías, incurramos en un error que tenemos siempre presente, pero aplicado a otros: la "pretensión del conocimiento" (Hayek en su declaración de recepción del Nobel) y la fatal arrogancia de los burócratas y legisladores. Criticamos la economía matemática con conocimientos matemáticos superficiales o que quedan anticuados a la práctica actual y desarrollos más recientes –lo que, por otro lado, no niega la crítica al uso de las matemáticas en la ciencia económica–; o nos creemos los únicos que hemos anticipado y previsto la actual crisis y la anterior burbuja

Pero al fin y al cabo somos personas con un conocimiento intrínsecamente limitado, probablemente erróneo, que miramos e interpretamos la realidad con unas gafas particulares. Cada parcela del conocimiento, ya sea la disciplina económica u otro campo, es (al menos, prácticamente) inabarcable por cada ser humano. Por tanto, la simplificación y el sesgo son dos fenómenos muy difíciles de erradicar. Por ello precisamente, tal y como Hayek exigía humildad y reconocimiento de su ignorancia a los planificadores sociales, asimismo ésta debería exigirse entre los economistas, por supuesto también entre los austriacos.

No se trata de una defensa del mainstream, sino de poner de manifiesto la impresión de que en ocasiones se cometen simplificaciones de otras teorías y corrientes que no les hacen justicia, independientemente de que sigan estando equivocadas –siempre desde nuestro particular punto de vista. Para suavizar estos sesgos y vicios, ser más precisos en nuestras críticas y no caer descalificados a primeras de cambio, no se me ocurre nada mejor que mantener un diálogo abierto con los teóricos de las demás escuelas, para no caer en burdas caricaturas, tener una mejor comprensión de sus ideas, y salir del armario intelectual donde algunos puede que estén encerrados.

Quien esté libre de alguno de los "vicios" enunciados, que tire la primera piedra.

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