Gloria Amaya era, hasta su reciente fallecimiento, un símbolo vivo de la sociedad cubana. Esta mujer de avanzada edad (murió a los 81 años) y admirable valentía según el testimonio de quienes le conocían llegó a tener de forma simultánea a tres hijos en prisión por el mero hecho de oponerse al tirano. Dos de ellos, Ariel y Guido Sigler Amaya, siguen habitando las siniestras cárceles cubanas en las que otros hermanos, Fidel y Raúl Castro, encierran a quienes se niegan a pensar como ellos ordenan. El tercero, Miguel, vive en el exilio de Miami tras salir del presidio.
Gloria Amaya era una de esas admirables Damas de Blanco que, desde que sus hijos, maridos y otros familiares fueran detenidos durante la oleada represiva de 2003, se movilizan para pedir la libertad de esos y otros valientes que osan enfrentarse a la tiranía castrista. Sin embargo, era especial entre todas esas valerosas mujeres. Tan sólo ella era madre de tres presos políticos, un triste récord que le otorgaba un lugar muy especial entre quienes aspiran a ver una Cuba libre del castrismo. Y, con el dolor que esa triple condena imponía a una madre, marchaba junto a sus compañeras para pedir libertad. Pero, a diferencia de las demás, ella lo hacía en silla de ruedas a causa de la edad y una delicada salud.
Gloria Amaya representaba a todos esos cubanos que no se rinden ante la tiranía. Quienes la trataron han señalado que ella supo transmitir a sus hijos primero y a sus nietos después un ansia de libertad irrefrenable y la convicción de que merece la pena enfrentarse a los tiranos. El precio pagado por ella y los suyos por mantenerse firmes en esas convicciones fue, sigue siendo, muy alto. El objetivo de su noble lucha, el fin de la dictadura, es algo que ella no podrá ver pero, tal vez, sí lo hagan sus descendientes.
Gloria Amaya personificó la Cuba sufriente incluso en su velatorio. En un gesto de falsa humanidad, sabedora del precio que podría significarle en imagen exterior cualquier otra opción, la tiranía permitió que los hijos encarcelados fueran a rendir homenaje a la madre fallecida. Pero los retorcidos funcionarios del terror no les permitieron hacerlo con normalidad, condenándolos a la clandestinidad. Fue a altas horas de la madrugada cuando los vástagos pudieron despedirse de su progenitora. A Guido le llevaron a las 2:45 de la madrugada y le condujeron de vuelta a prisión a las 4:45. Las fotos nos muestran al preso político en un estado de salud realmente malo, delgado al extremo y en silla de ruedas.
Gloria Amaya fue, es, una madre que representa a Cuba. La progenitora de una familia dividida entre la cárcel y el exilio. Esta es la misma división que sufre la sociedad cubana, fracturada geográficamente entre quienes viven dentro de esa gigantesca prisión que es la isla y quienes marcharon al exterior para respirar más libertad o poder vivir dignamente. Gloria Amaya, descanse en paz.
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