Los ETF (Exchange Trade Funds) están siendo ya considerados por muchos analistas financieros como el instrumento de inversión del siglo XXI. Se trata de unos fondos de inversión de características similares a los tradicionales, con la principal novedad de que cotizan en los mercados bursátiles como un valor más.
Los fondos de inversión, como todo el mundo sabe a excepción de los "luchadores por otro mundo más justo", son cestas de valores gestionadas por una entidad especializada, abiertas a la participación de particulares como medio de ahorro y de inversión. Por su propia estructura, el partícipe de un fondo de inversión tiene que asumir unos gastos derivados de los costes de comercialización del producto y de la propia gestión del mismo, lo que hace que la rentabilidad final del fondo se vea disminuida en mayor o menor grado, dependiendo de la política de costes establecida por la matriz que gestiona la inversión. Además, al tratarse de una cesta de valores adquirida por la gestora con vocación de continuidad, en ocasiones el suscriptor es penalizado económicamente si vende su participación en un plazo inferior al mínimo establecido por las normas del fondo en cuestión, con el añadido de que en muchos casos se requiere una inversión mínima bastante elevada para poder participar en el fondo.
Los ETF, por el contrario, no detraen al cliente ninguna cantidad en concepto de costes de gestión, puesto que no se trata de una cesta compleja de valores que hay que "cuidar" vigilando cotizaciones o tendencias y adoptando decisiones de compra-venta según la coyuntura, sino que directamente el producto EFT cotiza en bolsa como un valor más y, por tanto, su comportamiento será el que dicte el mercado, no el equipo de gestores. Además, no existe ninguna penalización por desinvertir en el producto, como no la hay cuando uno vende acciones bursátiles (más allá de la retención fiscal que el Estado aplica a estas operaciones financieras).
Otra ventaja adicional, y no menos importante, de los ETF es que las bajadas en la cotización de una acción se ven sensiblemente amortiguadas por su pertenencia a una cesta de valores más compleja. Esta diversificación hace que el nivel de riesgo sea muy inferior al de la inversión directa en acciones.
Hay ETF que replican los distintos índices bursátiles, otros que aglutinan valores de un determinado sector productivo, etc., de forma que el inversor puede seleccionar aquél producto que más se acomoda a su perfil de ahorrador.
En definitiva, se trata de una interesante mezcla entre acción y fondo de inversión, que aprovecha los movimientos rápidos del mercado propios de la primera, con la diversificación del riesgo que caracteriza al segundo. La proyección para los próximos cinco años según la tendencia actual es que esta fórmula de ahorro e inversión crecerá a un ritmo del 33% anual. Habrá que ir preguntando en nuestra gestora de confianza.
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